Enemigos invisibles, por Bernardino Herrera León

La libertad de expresión es un concepto relativamente reciente en la historia de la humanidad. Comenzó tímidamente con la libertad de imprenta y con el secreto de la correspondencia, desde el siglo XVI, en Europa. Luego, desde el siglo XVII, la Ilustración y todos los movimientos culturales y políticos de la Modernidad la convirtieron en base imprescindible de las sociedades en proyecto.
De allí surgieron dos grandes corrientes: la europea, que concebía la libertad de expresión con limitaciones que se establecerían en las leyes. Y la norteamericana, que la entendía sin límites.
Entonces, la libertad de expresión dependía de la imprenta y de la lectura, en un mundo donde el 90% de todos sus habitantes no sabían ni leer y menos escribir
El desarrollo extraordinario de la imprenta y el surgimiento de las tecnologías de las telecomunicaciones, forzaron un giro crucial. Por un lado, las ideas modernas promovieron la educación masiva que se iniciaba con la alfabetización. Por el otro, dio paso a la desconcentración del poder. De monarquías absolutas a monarquías y repúblicas constitucionales. La democracia vino años después. Y en efecto, desde 1800 hasta hoy, de aquel 90% de analfabetas se pasó a menos de 10% y más de un tercio de los regímenes que actualmente gobiernan en el mundo puede definirse como democráticos o medianamente democráticos, según la ONG Freedom House. En consecuencia, aquellos dos grandes enemigos de la libertad de expresión, el analfabetismo y los regímenes totalitarios, han perdido mucho terreno.
Pero siguen intactos otros tres grandes enemigos que han resistido el avance de la libertad de expresión como valor esencial para la convivencia social. Uno, muy antiguo. Y otros dos, resultados del formidable desarrollo histórico de la comunicación.
Estos tres enemigos son: las ideologías, la propaganda y las noticias falsas. Los llamo “enemigos invisibles” pero no dejan de ser poderosos, capaces de hacernos retroceder a los tiempos más oscuros del pasado
Ante el avances extraordinario que representa la Internet y los ordenadores, estos enemigos invisibles se han convertido en los verdaderos muros que detienen el recorrido hacia más democracia en el mundo. Y así como en el pasado ocurrió un resurgir de los totalitarismos, igualmente hoy esos mismos totalitarismos intentan regresarnos a las épocas más primitivas. Los venezolanos lo estamos sufriendo, pero también otras muchas naciones en nuestro continente y en el mundo.
En próxima entrega hablaremos de esos tres enemigos invisibles.
*Lea también: ¿Qué pretenden?, por Laureano Márquez