¡Enjuicien a Maduro! por Enrique Ochoa Antich
Twitter: @eochoa_antich
Así se desgañita el extremista fracasado y rabioso.
-¡Enjuicien a Maduro!
Rondando siempre en rededor de sus espejismos, sustituyendo unos por otros con febril imaginación, nunca pone los pies en el piso… bueno, sólo lo hace para patearlo como un crío porque sus cálculos no se cumplen.
Como no resultó la violencia callejera y la muerte de los inocentes fue inútil, no heroica; como no resultó su antipatriótica prédica invasionista; como las sanciones se aplicaron, sí, e hicieron daño, mucho daño… pero a los venezolanos, en particular a los humildes y sencillos, porque los que gobiernan siguen allí, en palacio, y los ricos no sufrieron; como los golpes de opereta, y los atentados miserables, y los comandos mercenarios sólo mostraron su tragicómico rostro de politicastros sin principios.
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Como aquella patética invención del «interinato» presidida por un tonto de ocasión terminó con su cueva de los 40 ladrones… y para poca sea de Dios la cosa, según solía escribir mi bisabuelo; como la abstención no fue sino la nada, entonces… ay, entonces… este extremista de mala facha, plañidero y melancólico, gime su «Maduro vete ya», con un hilillo de voz, y hasta a él le suena ridículo… Por ello busca en otra parte una nueva ilusión, una nueva fantasía.
Con sus ojos anegados de llanto, mirando al horizonte, ve que surge una luz, como un destello, como una epifanía… acaso otro «Maduro vete ya»: sí, sí, sí, judicializar la salida.
-¡Enjuicien a Maduro!, ¡Enjuicien a Maduro!, ¡Enjuicien a Maduro!
Ya no son los marines que entrarán por nuestras costas matando chavistas hasta llegar a Miraflores. Ya no son las sanciones que por insufribles provocarán que los militares derroquen a Maduro. Ya no es la «marcha del no retorno» que echará del poder al tirano. Ahora los ensueños del extremista, para gozar la adicción de su radicalismo infecundo, se puebla de implacables jueces y de farsantes investigadores que en cuanta corte penal internacional y en cuanto órgano multilateral condenarán a Maduro y a Cabello y a los Rodríguez y a todos los demás señores del mal quienes como por arte de magia terminarán sus días encanados en Guantánamo uniformados con bragas naranja.
¡Ja!, provoca espetarles. Mentecatos, zopencos, alunados. Sí, claro: cuando se produzca la ilusoria «sentencia», Padrino irá diligente a Miraflores a esposar a Maduro para despacharlo a La Haya en una jaula. Siéntense en un banquito a esperar.
Es tan estúpido el plan, tan infantil, que entonces uno sabe, uno tiene que saber, qué se proponen en realidad con tal desaguisado: cuando se ve a unos tales investigadores internacionales, sin prueba alguna, basándose sólo en que «éste dijo que aquél dijo», acusando a Maduro y a Cabello, y tangencial y maliciosamente a Delcy Rodríguez, de ser responsables de crímenes de lesa humanidad, y luego al coro extremista aplaudiendo el informe sin siquiera haberlo hojeado, el oscuro designio se vuelve claro como el mediodía: sencillo, muy sencillo:
perturbar las negociaciones, suministrar pertrechos a quienes se llenan la boca diciendo que «con criminales no se negocia» y otras babiecadas de semejante talante, presionar para que EEUU y sus países satélites no cambien su estulta política de cerco contra Venezuela, en fin: dejarnos sumidos en este pantano de destrucción y de odios que padecemos nosotros, no ellos, y que, de esta guisa, fácilmente puede extenderse por una, dos, tres décadas más.
Y, by the way, salir de él es la principal contribución que puede hacerse, aquí y ahora, en la lucha por los derechos humanos. Subráyoselo a muchos panas de toda la vida, defensores de derechos humanos, que, de buena e ingenua fe, atascan la salida política con su cúmulo atormentado de supuestos principios sin darse cuenta de que el primero y principal de todos es impedir que el cambio político continúe obstruido.
Cualquier negociación para reinstitucionalizar al Estado, reconstitucionalizar las instituciones, reconstruir la economía y la infraestructura, pasa por reconciliar a la sociedad, por convivir y cogobernar al menos en cuanto a compartir el poder del Estado con el PSUV, lo que también por cierto debe considerar el PSUV en sentido inverso. Yo lo llamo Gobierno de Unidad Nacional. Y no sé cómo es que se puede lograr esto si lo primero que se promete es que se perseguirá y encarcelará por crímenes de lesa humanidad a los principales líderes del campo contrario.
Hay una señora extremista–-de noble cuna ella– quien, como si bajara del monte Sinaí con las tablas de la ley de Dios, dictamina con furiosa voz y lengua de fuego:
-¡¡¡Con criminales no se convive!!!
Yo no sé si De Klerk participó o no de la orden de masacrar a ¡500 niños negros! que manifestaban en Sowetto en 1976 (un poquito más grave que los abusos cometidos por el régimen chavista, ¿verdad?), o si supo o no (imagino que sí) de las miles de torturas y ejecuciones bajo el régimen del _apartheid_… pero Mandela lo llamó a cogobernar. Propongo para Venezuela el perdón mutuo y la experiencia de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica presidida por Desmond Tutu durante el gobierno de Mandela, que cambió testimonios y confesiones por perdón: se le acusó de fomentar la impunidad, pero logró la paz.
Y digo “perdón mutuo» porque los oposicionistas no deben olvidar que crímenes se han cometido también, y muchos, desde el campo opositor: habría que empezar por el intento de golpe de Estado militar-empresarial del 11 de abril, o recordar que con las protestas de La Salida de 2014, el 50 % de las víctimas fue causado por cuerpos de seguridad del Estado y por activistas del gobierno, sí… pero el otro 50 % fue causado por activistas de la oposición (yo tuve en mis manos la lista de cada uno de los casos, con nombre, apellido y circunstancias de cada muerte): en 2017 la proporción fue 60/40, aproximadamente.
Si esta señora extremista venezolana, siempre colérica, iracunda, airada, hubiese sido a fines de los ‘80 la lideresa de la oposición en Chile, en Sudáfrica o en Polonia, ¡no habría habido transición democrática en esos países! Reto a cualquier opositor venezolano: ¿recuerda alguien tan siquiera una declaración de Aylwin o Lagos hablando de enjuiciar a Pinochet, o de Mandela hablando de enjuiciar a Botha o De Klerk, o de Mazowiecki o Walessa hablando de enjuiciar a Jaruzelsky? ¿Dijeron ellos alguna vez la tremebunda frase de marras: «¿Con criminales no se convive?» Al revés. Cogobernaron por muchos años con militares pinochetistas, blancos racistas, y comunistas, respectivamente. Y por cierto, para nada creo que el chavismo haya cometido ni la milésima parte de sus crímenes. Sólo al imbécil de Duque se le ocurrió decir que la de Maduro era ¡la más atroz dictadura de América Latina en toda su historia!
Lo que necesita Venezuela para 2025 es un presidente estadista del talante de un Mandela de un Ailwyn, de un Lagos, de Mazowiecki, de un Walessa, capaz de convocar a chavistas y antichavistas, izquierdas y derechas, trabajadores y empresarios, civiles y militares, sociedad civil y Estado, a todos. ¿Encontraremos, como aspiraba Diógenes, «al hombre»?
Los extremistas, en cambio, andan cocinándose en su propia salsa, y olvidan que cualquier opositor que gane eventualmente en 2024 (aunque por el camino que van, todo parece indicar que ganará Maduro con su 1.ª minoría de 30, 35 %) tendría que hacerlo con: una AN chavista, un TSJ chavista, un Fiscal, 20 gobernadores chavistas, 200 alcaldes chavistas, …y ¡una Fuerza Armada! chavista (al menos sus altos mandos). ¿Y van a elegir a un furibundo extremista con ánimo de exterminador que se niegue a convivir??? No les arriendo la ganancia.
Me temo que, si lo hacen, el enjuiciado, en tal caso, no será precisamente Maduro.
Enrique Ochoa Antich es un político y escritor. Fue miembro fundador de Movimiento al Socialismo (MAS).
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