Entendimiento entre los venezolanos en el siglo XIX, por Rafael A. Sanabria M.
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La Guerra Federal o Guerra larga iniciada el 20 de febrero de 1859, es uno de los enfrenamientos militar entre tendencias conservadoras y liberales en la Venezuela del siglo XIX. Esta conceptualizado como el enfrentamiento más largo y más costoso para Venezuela tras su independencia. Durante la guerra los liberales eran conocidos con el nombre de federalistas ya que el federalismo y la autonomía de las provincias eran sus reivindicaciones principales. La Guerra Federal no se extendió por todo el país. Los combates se desarrollaron principalmente en los llanos venezolanos y secundariamente en los actuales estados Lara, Aragua, Carabobo, Falcón y en algunas regiones del oriente.
Entre las principales causas que señalan para que se diera la Guerra Federal están: la continuidad de la misma estructura social y económica de la colonia, conservación de la esclavitud y latifundios, el predominio de la clase propietaria en el poder. Todos estos factores formaron parte del discurso político de los liberales quienes supieron capitalizar el descontento social.
Según la persovisión de algunos historiadores la gesta se le ha dado varias interpretaciones: insurrección popular por la igualdad social, disputa de poder entre liberales y conservadores, discordias políticas que atravesaron al país en el contexto de esa confrontación armada.
Pero poca importancia se le ha dado a como fue el cese de este conflicto marcado por muertes, zozobras, angustias, horror, desolación, cambio social, inestabilidad y escasez, que tuvo un costo de vida y de bienestar económico en los venezolanos de entonces.
Y es el denominado Tratado de Coche el acuerdo de paz que estableció la culminación formal de la Guerra Federal de Venezuela, firmado el 23 de abril de 1863 por Pedro José Rojas, secretario General del Jefe Supremo de la República, José Antonio Páez y Antonio Guzmán Blanco Secretario General del presidente provisional de la Federación, Juan Crisóstomo Falcón, en la Hacienda Coche próxima a Caracas, en el cual ejército federal reconoce al gobierno del Jefe Supremo de la República y de su sustituto. Sin embargo, ni Falcón ni los demás jefes federales aceptaron dicho convenio, por lo que hubo que modificarlo y ambos firmantes redactaron el tratado definitivo, que se firmó el 22 de mayo de ese mismo año.
Es importante entonces destacar que frente a rivalidades, discordias, poco entendimiento entre venezolanos, surgió este recurso que pudo reconciliar a los bandos divididos que para el entonces se consideraban irreconciliables. Así fue que se logró el cese de la cruenta lucha de 5 años que devastó y llenó de oscuridad, dolor y tristeza a nuestro país.
En la actualidad Venezuela no vive un proceso de guerra, pero si una división total entre sus conciudadanos, por temas ideológicos, que nos mantienen en constantes discordias, pugnas y conflictos políticos. Tan fácil como escuchar los discursos políticos de los líderes impregnados de resentimientos, venganza, odio, reconcomio, donde se convoca al diálogo y se practica lo contrario.
Aunque parezca mentira estas expresiones han calado en el que menos tiene culpa: El pueblo de a pie que ya tiene un buen rato en medio de este pugilato de poderosos. Pero en el fondo es una lucha de poder entre las castas que están y las que quieren entrar.
¿Será entonces que el final de estos enfrentamientos entre venezolanos de la contemporaneidad terminará en una guerra civil?. O podemos tener la madurez que nos ha dado la historia de Venezuela para sentarnos y escucharnos, sin ofendernos, descalificarnos, vejarnos, injuriarnos, deshonrarnos y humillarnos.
Entendamos lo que alguna vez el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco nos refirió en el parlamento: «la patria es de todos…» Partiendo de esta premisa: Venezuela no es de un sector u otro sector, ni tampoco es cierto que una tendencia política es la que puede gestar la paz, construir la paz es tarea todos los que habitamos el territorio nacional sin distingo alguno. Por encima de las discrepancias partidistas, más allá de los parcelamientos doctrinarios, dejando a un lado las pasiones recortadas por las contienda doméstica, el desafío histórico que envuelve a Venezuela reclama la convivencia y entendimiento de todos sus hijos.
No es que este proponiendo fórmulas políticas que fueron convenientes y oportunas para atender a exigencias históricas determinadas. Lo que digo es que ciertos problemas y asuntos que atañen a la realización trascendente y vital de nuestro propio destino, puede ser objeto de un tratamiento especial que logre el milagro del consentimiento nacional, sin perjuicio de la ubicación y la responsabilidad que a las parcialidades políticas asigne el voto popular. Creer en esta expectativa no es pisar los terrenos de la utopía. O Venezuela tendrá que repetir las palabras de Bolívar: ¿tendré que ser como Mahoma a quien la tierra adoraba y sus hijos combatían? ¿Será preciso que vuelva un día como aquellos para que volvamos a juntarnos como hermanos de un mismo terruño?.
El llamamiento es a esos hombres y mujeres que viven una intensa campaña electoral que como todas concluirá con la expresión de la soberanía popular en las mal denominadas urnas, a mi entender no son urnas, en ellas no se entierra, sino que se alza, espléndida y luminosa la voluntad del pueblo.
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Que sea el resultado favorable o no favorable a una tendencia política, el trabajo que viene es construir puentes que alumbre rumbos y caminos de entendimiento nacional. Por los que vienen detrás de nosotros, porque como lo dijo Andrés Eloy Blanco: «Que importa que estos ojos míos no vean la patria que sueño, lo que importa es que en los ojos que la van a ver, palpite mi sangre».
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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