Entre burbujas e inestabilidad, por Félix Arellano
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Cercanos a despedir un nuevo año, observamos como nuestro mundo se torna cada día más complejo e impredecible; lo que reconfirma su carácter heterogéneo y dinámico, tornando francamente difícil construir teorías que permitan su mejor comprensión. Por otra parte, a nivel de los Estados Nacionales nos encontramos, particularmente en la región, con diversas burbujas particularmente económicas (industrias o de servicios) y políticas, que coexisten en un contexto de pobreza y exclusión, con creciente descontento social.
Frente a las difíciles situaciones nacionales, se incrementan las reacciones de desasosiego y ruptura que abarcan, desde vías legítimas, como el voto castigo y la protesta; pero también el vandalismo y la generación de caos e inestabilidad.
Todo indica que resulta fundamental cultivar en nuestros pueblos la reflexión crítica y autocrítica, y la capacidad de diálogo, negociación y cooperación, para enfrentar los serios desafíos que enfrentamos en los diversos planos: local, nacional e internacional.
La creciente globalización de la economía mundial se ha enfrentado con el punto de inflexión que representó la pandemia del covid-19 que, en términos generales, estimuló tendencias proteccionistas, nacionalistas y autoritarias; pero también, algunos aspectos positivos, como masiva conexión electrónica de muchas actividades y una interesante reflexión sobre la viabilidad de las cadenas globales de valor a escala mundial, en particular, sobre el papel de China como fabrica del mundo y sus giros hacia una política exterior más agresiva y expansionista, una amenaza para el mundo y, en particular, para zona del indo pacifico.
Para agudizar la dinámica mundial, la irracional invasión de Rusia a Ucrania, ha evidenciado las profundas debilidades del orden internacional liberal basado en reglas, que no obstante sus bondades para la construcción de convivencia humana, se convierte en un obstáculo para las corrientes iliberales, que promueven la autodeterminación y una visión rígida de la soberanía, y el rechazo de las instituciones internacionales con capacidades de control, supervisión o sanción.
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Las paradojas se imponen en el orden mundial, pues cuándo resulta fundamental el diálogo, la negociación, la cooperación y la convivencia para enfrentar los grandes desafíos que enfrenta la humanidad, entre otros, los problemas sanitarios, ecológicos, hambrunas, potenciales conflictos, crecientes migraciones; por el contrario, en el ámbito político se debilitan la democracias, se incrementa el autoritarismo y el militarismo y, en plano ideológico, crecen, entre otros, el populismo, el radicalismo. Todo un conjunto de valores que obstaculizan la construcción de un orden mundial más justo, incluyente y equitativo.
El panorama regional se presenta sombrío, entre otros por la creciente amenaza de las guerras híbridas que enfrentan las democracias desde las diversas visiones ideológicas radicales, en su mayoría orientadas a generar inestabilidad y aprovechan las bondades de la democracia, para llegar al poder y luego iniciar el proceso de desmantelamiento de la institucionalidad interna y los cambios en el orden internacional, que permitan perpetuarse en el poder. En la mayoría de los casos los falsos discursos de transformación humanista, se convierten en trampas para cautivar ingenuos y luego, al asumir el poder nos encontramos con el libreto del control y la represión.
Diversos diagnósticos económicos de los organismos especializados destacan que varios países de la región crecen económicamente, el caso peruano es bien ilustrativo, pero poco o nada avanzan en la superación de los niveles de pobreza y desigualdad. Se aprecia el posicionamiento de una dinámica de burbujas; por una parte, de minorías en opulencia y derroche, pero también burbujas económicas, con algunos reducidos sectores de alto crecimiento, competitividad y productividad, que absorben mano de obra especializada y una limitada contribución en la reducción de pobreza.
Unas economías que se tiende a desconectar del mar de fondo que enfrentan mayorías sociales. Por otra parte, algunos gobiernos erráticos, insertos en tramas de corrupción, más concentrados en los beneficios de la camarilla en el poder, que en la generación de los cambios y los incentivos para capacitar y empoderar a los más débiles.
Sorprendentemente, en muchos casos, los políticos, particularmente de los sectores democráticos, cuyo objetivo fundamental es estar al servicio de la sociedad, también están conformando otra burbuja, desconectados de los graves problemas que viven sus pueblos, concentrándose en agendas y proyectos personales, con una relación esporádica con los sectores humildes básicamente buscando votos en los procesos electorales, perdiendo confianza y credibilidad.
Los grupos populistas y radicales tratan de aprovechar la desconexión de los sectores democráticos para manipular y adoctrinar, es una parte decisiva de la guerra híbrida, promover los sentimientos nacionalistas, xenofóbicos; propiciando polarización, todo un conjunto que estimula descontento, protesta, voto castigo y los radicales aprovechan, con el apoyo de redes internacionales, para generar caos, vandalismo e inestabilidad.
Un cuadro estructural de las burbujas, desasosiego e inestabilidad se puede apreciar en buena parte de la región. Por ejemplo, el caso de Chile, un país con altos niveles de prosperidad, que nos sorprendió con el estallido social del 2019. Costa Rica, la isla de la prosperidad centroamericana, enfrentó protestas sociales en el 2020; Ecuador en 2016, 2022; Colombia en 2019 y Bolivia en 2022.
Adicionalmente, en estos momentos observamos la compleja situación peruana, donde los sectores pobres que eligieron al presidente Pedro Castillo, quien resultó en un colosal desastre, se sienten de nuevo defraudados de las instituciones y, los radicales, en particular del anacrónico partido Perú Libre, están aprovechando la situación para elevar el nivel de inestabilidad. Frente a la dramática situación que vive el país, la mayoría de los sectores democráticos tienden a responder con la fragmentación, privilegiando sus cálculos personales.
En ese contexto, los casos más lamentables lo conforman los países que han seguido los esquemas anacrónicos de manuales revolucionarios, que prometen una supuesta sociedad más humana, con efervescencia antisistema y destruyen la riqueza para propiciar igualdad; empero, realmente buscan igualar en pobreza para lograr un mayor control social.
Ahora bien, debemos resaltar que, no obstante, la represión que los mantiene en el poder no logra eliminar el descontento social y. al respecto, en el caso de Cuba se mantiene como emblemático el estallido social del 11 de julio del 2021.
Que se impongan las visiones autoritarias no significa que tengan la razón, en principio, representa una evidencia que el amedrentamiento y la represión se impone por el uso de la fuerza, pero todos estamos perdiendo oportunidades, por tal razón resulta fundamental promover los valores liberales; es decir, las libertades, la democracia y los derechos humanos desde todos los espacios posibles en el nuevo año.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.