Entre dos bandos, por Adriana Moran
Nuestras calles y avenidas ya estaban casi vacías antes de la pandemia. Industrias y negocios cerrados adornaban unas ciudades que se iban desdibujando mucho antes de que el mundo posara sus ojos en Wuhan y se desataran el pánico y las alarmas. Ya estábamos a oscuras, el agua en las tuberías era un milagro, la mayoría pasaba hambre, morían niños de desnutrición y nuestros hospitales contaban historias de terror mucho antes de que la OMS y sus reportes diarios pusieran a la humanidad en alerta.
Nosotros ya teníamos los efectos de una pandemia antes de la pandemia. La devastación de las economías que empezaron a verse afectadas en el mundo entero cuando millones de seres humanos tuvieron que dejar sus trabajos y recluirse en sus casas para evitar al malvado virus, era una realidad con la que nosotros ya veníamos lidiando y con la que apenas lográbamos sobrevivir.
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Enfrentados ahora a esa amenaza que colapsó sistemas de salud robustos, que dejó sin trabajo a tantos en todo el planeta y que hace que los gobiernos de muchos países hagan ejercicio de equilibrismo para proteger sus golpeadas economías mientras intentan salvar la vida de sus ciudadanos, nosotros partimos del punto final al que muchos llegaron después del paso del coronavirus.
Estamos indefensos ante el agente que ya tiene poco que destruir dentro de nuestras fronteras y que solo puede amenazar con llevarse lo que nos queda: nuestras vidas.
Con dos bandos enfrentados y decididos a aniquilarse desde el autoritarismo militarista el uno y desde la soberbia insurreccional con apoyo internacional el otro, es imposible que salgamos ilesos de esta nueva amenaza que se suma a las que ya nos agobiaban. Sin una mirada compasiva a este país que ya ha sufrido mucho y que ponga por encima de esos juegos de poder la supervivencia de los millones que desde hace tiempo esperamos una solución que detenga esta caída libre, no podremos salvarnos.
Tenemos que recuperar la posibilidad de expresarnos y resolver este conflicto por los medios que siempre nos pertenecieron aunque en esa lucha despiadada de amenazas y retaliaciones nos hayan querido convencer de que no tenían ningún valor.
Construir una salida electoral que nos devuelva nuestro poder ciudadano es una obligación de quienes pretenden gobernar a este país desecho.