Entre gallos y media noche, por Pedro Luis Echeverria
Twitter: @PLEcheverria
Así fue. Entre gallos y medianoche, la dictadura realizó la alevosa y criminal toma de la UCV.
Utilizando vergonzantes patrañas a través de dolosas acciones y nunca por medio de argumentos, culminó otro paso en su descabellado propósito de tomar el control de la Educación Superior; previamente había hecho lo mismo con la Universidad Simón Bolívar y aceleradamente prepara el asalto a las otras universidades autónomas.
El despropósito del régimen ha sido concebido de forma abierta y organizada para paralizar todo pensamiento crítico, implantar un sistema de formación profesional controlado y regido por un Estado totalitario, aislar a las Universidades de la sociedad y para ultrajar la majestad de la enseñanza superior.
No se percata, y si lo hace a la tiranía dominante no le importa un bledo, el significado político y social de su aberrante acción: una pírrica y políticamente costosa invasión cuyos resultados han generado indignación, ira, repugnancia, resentimiento y mala voluntad en la mayoría de los habitantes de este país. Resultados éstos que son más intensos y duraderos que cualquier ventaja momentánea que la dictadura haya podido alcanzar.
La dictadura alega que su movida política es para salvar y defender a la Universidad. Menudo cuento. Nadie, nunca jamás le ha pedido que la defienda, ni que la salve, ni la rehabilite, y menos aún que le asigne un protector. Por el contrario, al régimen se le ha exigido y dicho hasta la saciedad que enfrente responsablemente, como le corresponde, la realidad de la crisis que sufren las Universidades por la carencia de presupuestos adecuados y cónsonos con las necesidades de estos centros de estudio; que respete la autonomía de las Universidades, a las autoridades que las rigen y la libertad de cátedra.
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Que provea suficiente y oportunamente los recursos necesarios para garantizar el funcionamiento de las actividades de esas casas de estudio y especialmente de la investigación crítica y científica; que asuma que para la buena marcha de una Universidad, el mantenimiento de la infraestructura, la capacitación y remuneración del personal docente y administrativo, son de fundamental importancia; que respete las disposiciones de la Ley de Universidades y del Reglamento Electoral de las mismas y no entorpezca los procesos electorales que permiten el relevo natural y oportuno de las autoridades universitarias.
Por supuesto, ninguna de esas demandas ha sido oída, aceptada, y mucho menos implementada, por el Estado usurpador.
Las brutales acciones que sistemáticamente realiza la dictadura siempre están plagadas de inaceptables excusas y falsas promesas. El país está cansado de las excusas y hace mucho que dejó de creer en las promesas, por contrapuesto, siente que la mala voluntad y la negligencia del régimen para conducir al país, constituyen un crimen de lesa humanidad y un delito de alta traición.
Finalmente, debemos concluir que mientras más ignorante y obtuso es un dictador, más destinado se siente a dirigir el desarrollo de la ciencia, la filosofía y el arte.
Por ello, el régimen cree menester controlar a las Universidades para despedazar la memoria colectiva, liquidar la continuidad de sus analíticos estudios sobre la triste realidad que vive el país y destruir las nociones anticonformistas que dimanan de esas instituciones.
Pedro Luis Echeverria es economista y consultor.
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