Entre Gómez y Putin, por Beltrán Vallejo
El decreto presidencial, que fue publicado en Gaceta Oficial N° 41.452, transmite una carga histórica imponente, y expresa la complejidad de sumisión geopolítica que hace la realidad presente de esta Venezuela decadente como un calabozo.
El decreto en referencia, que contiene una exoneración del pago de Impuesto Sobre la Renta a Pdvsa y a las empresas mixtas vinculadas con ella, e involucradas en proyectos diversos en la Faja Petrolífera del Orinoco, nos descifra la calamidad que vivimos y nos descubre hasta donde estamos amarrados a las cadenas de superiores formas de poder.
Con esa exoneración el gobierno vende la tesis de un supremo beneficio para la república, para Pdvsa, para la explotación petrolera, para estimular la inversión extranjera y otras fantasías; pero más bien la alegría y la carcajada de los todopoderosos se sienten en el gigante ruso petrolero Rosneft (la punta de lanza geopolítica de la ambición imperial del Zar del siglo XXI llamado Vladimir Putin) y en demás empresas, como las chinas, donde resalto la China Nacional Petroleum Corporation.
¿A qué referente histórico me lleva esta risa? No tengo dudas de que este decreto, o salió del puño y letra de las empresas señaladas, ya sea redactado en Moscú o en Beijín, o fue la elaboración criolla más entreguista de la soberanía económica y de la soberanía tributaria, no vista desde la época de Juan Vicente Gómez, y que por cierto con eso ganó ese dictador el apoyo de intereses extranjeros que ayudaron a consolidar su poder por décadas; ¿y no es eso lo que quiere Nicolás Maduro y su pandilla?
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Gómez modificó la ley de hidrocarburos en función de entregarle más concesiones a las empresas extranjeras y de exonerarles de impuestos; todo esto por el afán de congraciarse con las potencias imperiales que ya habían clavado sus colmillos en la incipiente explotación petrolera en el país, y que le aportaban al dictador, directamente a sus bolsillos, toda una fortuna.
Esa política de complacencia impuesta por el Benemérito no solo le otorgó pingues beneficios que lo enriquecieron, sino que además le significó un fuerte apoyo político, de protección militar, de asesoría para consolidar su poder; y le aportó también poderosos amiguetes en el extranjero.
En fin, la soberanía nacional le fue entregada a las trasnacionales por un Gómez resuelto a secarse en Miraflores; y lo logró.
De esa manera, Maduro hace una de Gómez, y entrega soberanía y entrega tributos, que bien necesita la república, en aras de colocarse bajo la sombra imperial de déspotas trascontinentales, como lo es Putin y Jinping.
Maduro ha entregado el país a ambiciones extranjeras que son un franco desafío al imperio gringo, en efecto, y que utilizan a Venezuela como simple pieza a mover sobre el tablero de un ajedrez de intereses mundiales, un tema que es poco explicado en las asambleas de barrios, en los foros, en la tribuna mediática, y que es un trasfondo terrible que marca bien el porqué de tantas cosas y derrumba un exagerado mensaje que nos pinta a Nicolás y a su régimen como déspotas solitarios, lo cual es mentira porque lo apoyan las más poderosas tiranías del planeta; por lo que eso no se enfrenta con simplismo político, ni con personalismos, ni con desplanificación, ya que el país es un juguete de una guerra entre imperios.
Esta realidad obliga a que nazca un frente opositor más inteligente en lo externo, más integrador en lo interno, más laborioso, sabio, organizado y heroico para este país que cada día se torna una nueva Guasina o un nuevo Gulag.