Entre la solución y la venganza, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Los recientes ataques de Putin contra la capital de Ucrania han abierto un debate desde el punto de vista de la moralidad o esas normas que los seres humanos creemos reconocer entre el bien y el mal. Sobre todo, el punto relacionado a los conflictos que se generan entre sí, sus complicaciones, soluciones y una conducta poco reconocida, pero que suele estar muy presente entre nosotros (todos): la venganza.
La relativa calma de Kiev fue quebrada con los zumbidos de misiles y sus destrozos al detonar contra instalaciones civiles, que incluyó recintos universitarios, parques infantiles y pasos peatonales. Toda una estructura diseñada para la población civil, esa que se mantiene atenta a la guerra pero que no participa de forma directa. Los misiles cayeron de forma directa y aleatoria en todos los centros urbanos. El bombardeo, sin duda alguna, ha sido la respuesta de Putin a la explosión que dañó la vía para autos que une a Rusia con la invadida Crimea.
Más allá de pensar que es una respuesta proporcional debido al supuesto ataque, lo que queda en evidencia es esa oscura manera de los seres humanos para buscar soluciones a las diferencias y desacuerdos. Putin se ha vengado (y al parecer lo estará), sin importar los blancos sobre los que atinan los proyectiles, ha encontrado una satisfacción para él y sus legionarios de traje y corbata, que le han pedido acciones como estas para terminar la guerra.
La venganza es el instrumento más utilizado para encontrar una supuesta paz interior y garantizar que el aparente problema que nos aqueja pueda ser resuelto. No obstante, no es tanto como se piensa, porque este tipo de actitud lejos de acercarnos a una solución nos paraliza y nos aleja de las que son producto de la racionalidad, porque se insiste en encontrar una ecuanimidad entre el bien por el bien y el mal por el mal. Así de simple.
Hay todo un abanico desplegado sobre los ejemplos de cómo la venganza se ha convertido en buena parte de los problemas de la humanidad. Por donde quiera que revisemos, la venganza se encuentra entre los inicios de una guerra, la caída de un tirano y hasta en el plano personal encerrada en una desconsolada separación. Es por ella que muchos dictadores terminan resolviendo o salvando sus supuestos obstáculos con su uso. Ella, además, ha sido la verdadera responsable de tantos gobiernos autócratas y extremistas electos para cobrar algo que alguien o muchos urdieron.
En numerosos países modernos, la venganza (al lado de sus primas el resentimiento y la ira) ha permitido que los seres humanos nos involucremos o cedamos el paso a individuos conocedores de esa condición, por lo que la explotan para sacar provecho personal de sus pretensiones reales. Más de un dictador vigente o no, ha alimentado esos sentimientos dentro del colectivo para confundir y consolidar su poder, no sobre el pensamiento, sino sobre el deseo de vengar lo que nos hicieron o hicieron a otros. Es y ha sido, por tanto, uno de los planes mejores llevados por muchos autócratas.
Como ya comentaba, mientras se busca vengar, la solución racional a los problemas se va alejando lo que, por añadidura, va exasperando ese deseo de castigar sin compasión y sin importar la forma, que si es más extrema es mejor para el placer vengativo. Esta mezcla va creando una envoltura perfecta para continuar en el ciclo de errores que se cometen mientras se busca el desagravio. Errores que no son reconocidos y sobre los cuales hay que encontrar un culpable para descargar y acusarle de cualquier debilidad o falta y así evadir la responsabilidad que se tiene por querer castigar a cualquier costo.
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Se podría decir que el ajuste de cuenta es el símbolo que define a la humanidad en general, ya que el resto de los seres vivos no lo planifica, no viven con ese sentimiento entre su mente y corazón, no cargan en hombros a la mujer después de cruzar el río como profesa una historia aleccionadora del budismo. Somos los humanos quienes nos ocupamos de esa pasión que, aunque condenada por la moralidad, sigue su curso en la historia de la humanidad.
La política es uno de los campos preferidos por la venganza, para mala suerte de la democracia. En la mayoría de los casos, las acciones de unos u otros son motivos suficientes para encontrar la forma de «cobrar» la humillación o un desacuerdo. Es más fácil apelar a ella que encontrar pactos para resolver las diferencias. Algunos países y sus ciudadanos se encuentran atrapados en ese estado emocional y es lo que ha generado los verdaderos problemas de estos. Buscando a un vengador, encuentran al verdugo que se encargará y que este a su vez vendrá acompañado de otros que continuarán escudriñando para encontrar la vía de saldar la ofensa.
A menos que sacudamos nuestra razón y logremos callar consignas de «no volverán» y «prohibido olvidar», que tienen un mismo origen (según sea el caso) y nos enfoquemos en resolver y no vengar para contar con una salida real, efectiva y sólida, estaremos condenados a la lucha de todos contra todos.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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