¿Era evitable el golpe del 24 de noviembre de 1948?, por Marino J. González R.
Hace 75 años se produjo el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948. Como resultado, fue derrocado el primer gobierno electo por votación universal, directa, y secreta en la historia de Venezuela. Este gobierno, presidido por Rómulo Gallegos, había sido electo el 14 de diciembre de 1947 con el 74% de los votos. La Junta Militar de Gobierno que sustituyó al gobierno de Gallegos, disolvió el Congreso Nacional, las asambleas legislativas de los estados, el Consejo Supremo Electoral y los concejos municipales. El partido Acción Democrática fue ilegalizado. La democracia de Venezuela fue clausurada por casi diez años.
La elección de Rómulo Gallegos, así como de todos los poderes nacionales, estuvo fundamentada en la Constitución de 1947. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Andrés Eloy Blanco, en la ceremonia de aprobación de la Constitución, el 5 de julio de 1947, había mencionado una advertencia que resultó profética vistos los acontecimientos del año siguiente. Dijo Andrés Eloy Blanco: «Cuando se hace una Constitución, se hace un código de moral, pero no se hace una moral, cuando se hace una Constitución se hace una norma de conducta, cuando se hace una Constitución, se hace una ley de buen gobierno, pero no se hace un buen gobierno. Es el uso de ella, es el empleo de las facultades que ella confiere, es el timón bien llevado, es la proa siempre puesta a la justicia, lo que de ella va a infundir la grave responsabilidad en la conducta de los gobernantes».
El gobierno de Rómulo Gallegos debía durar cinco años. El mandato fundamental de ese gobierno era comenzar a desarrollar los contenidos de la Constitución de 1947. Y especialmente, tal como se señala en la declaración preliminar de la Constitución que 2la sustentación de la Democracia, como único e irrenunciable sistema de gobernar su conducta interior…» se deriva de «la libertad espiritual, política, y económica del hombre».
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Que el gobierno de Rómulo Gallegos fuera derrocado fue el inmenso fracaso de la incipiente democracia. Los buenos auspicios que surgieron con la elección no fueron complidos. Y como consecuencia de ello, la sociedad venezolana experimentó los efectos perversos de la dictadura militar. La identificación de las causas de ese fracaso es un paso clave para establecer nuevas pautas de conducta, incluso en situaciones como las actuales. Al menos dos factores se pueden considerar.
El primero está relacionado con la ausencia del trabajo conjunto de los partidos políticos de esa etapa de la historia de Venezuela. Las disputas entre AD, URD y COPEI, afectadas por el clima de polarización experimentado en el Trienio, no eran la mejor plataforma para encarar los retos de la nueva democracia. La desproporción en respaldo popular era un condicionante para la creencia de que un solo actor podía con la enorme tarea.
Estos desencuentros, solo resueltos en el transcurrir de la dictadura, formaron parte de los aprendizajes que favorecerán el Pacto de Puntofijo diez años después.
El segundo factor, vinculado con el anterior, fue la dificultad para promover una democracia basada en la civilidad. Para ello era un requisito que las Fuerzas Armadas asumieran también los objetivos de la democracia y que respetaran la sujeción al poder civil. Eso requería vocación democrática por parte de las Fuerzas Armadas, y la constatación de que el liderazgo civil estaba cohesionado. La larga tradición militarista impidió la aceptación plena del proyecto democrático por parte de las Fuerzas Armadas. Y la división del liderazgo civil favoreció la inexistencia de controles al poder militar. Tuvo que pasar una dictadura y los primeros años después del 23 de enero de 1958 para crear prácticas de sujeción al poder civil. Está visto que la tarea no fue definitiva.
Estos dos factores sumados, entre otros, al manejo dificultoso de la gestión del gobierno ocasionaron la ostensible incapacidad para superar las presiones. El 24 de noviembre de 1948 es la consecuencia de esa imposibilidad. El poder militar sin mayores restricciones hizo su aparición en forma de dictadura, con la consiguiente pérdida de libertades políticas, y condicionando el clima de bienestar de los venezolanos.
Estas lecciones del fallido gobierno de Rómulo Gallegos todavía están pendientes en el proceso de desarrollo democrático de Venezuela. Esta ausencia de aprendizaje se expresa en la división de las alternativas civiles, en la ausencia de un claro horizonte de democratización, y en la enorme asimetría entre el poder militar y el liderazgo civil. No se pudo evitar el 24 de noviembre de 1948. Aprender de esa experiencia sigue siendo una tarea pendiente.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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