Es la ideología…, por Bernardino Herrera León
Propuse una refutación a la tesis del famoso politólogo norteamericano Samuel Huntintong, quien profetizaba que, una vez superada la Guerra Fría, le seguiría un escenario de “choque de civilizaciones”. Fue en el Seminario Internacional organizado por el Instituto de Ciencias Políticas de la UCV, a fines de 2018.
Según la hipótesis de Huntintong, publicada en 1996, las diferentes civilizaciones están condenadas a un interminable enfrentamiento violento por segregaciones mutuas. Este conflicto se encontraba, hasta 1992, sumergido en hibernación bajo la polaridad Este-Oeste de la Guerra Fría. La predicción consecuente será una guerra larga y cruenta de unos contra otros.
El atentado genocida del World Trade Center, el 11 de septiembre de 2001, fue interpretado como la prueba de veracidad de esta teoría política. Huntintong alistaba al menos siete “civilizaciones” que participarían en una especie de futura guerra mundial: Occidental, Latinoamericana, Hindú, Budista, Ortodoxo, Islámica, Subsahariana, Sinica y Nipona.
Estos argumentos se inspiraban en historiadores como Arnold Toynbee, con su teoría cíclica de las civilizaciones. Los historiadores cíclicos, Carlos Marx entre ellos, creen que la historia humana se comporta biológicamente: nace, crece, se desarrolla y muere. Toynbee profetizaba que una civilización emergería triunfante, derrotando e imponiéndose sobre las otras.
Otro historiador cíclico, Oswald Spengler, en un ensayo-panfleto, publicado en 1918, observaba que la civilización Occidental ya se encontraba en fase terminal de su vida histórica.
Pero esa teoría “cíclica-civilizatoria” ha sido siempre refutada por la realidad. Ni el “capitalismo” desapareció para dar paso al socialismo, según Marx. Ni ocurrió una guerra entre civilizaciones, como aseguraban Toynbee y Huntintong. Ni la civilización Occidental desapareció, como afirmaba Spengler.
Por el contrario, los masivos flujos migratorios hacia Europa y Estados Unidos delatan la vida miserable y cruelmente represiva a la que son sometidas las personas de los regímenes totalitarios, que gobiernan al resto de las, según Huntintong, civilizaciones no-Occidentales. Y más. La realidad es otra. En todas las civilizaciones, incluyendo las llamadas occidentales, los conflictos giran alrededor de la búsqueda del bienestar y contra la pobreza. También por más democracia, es decir, libertad de credos, derechos y convivencia social.
Cada una de las civilizaciones apuntadas por Huntintong muestra intensos conflictos internos donde se reclama prosperidad y democracia. Nada que ver con la idea de una supuesta unidad cultural. El temor de un gran enfrentamiento islámico-cristiano se debilita. El Estado Islámico ha sido militar y políticamente derrotado. Sobre todo porque sus principales víctimas son los creyentes del Islam. Los kurdos tienen una larga historia que contar al respecto.
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Otras versiones inspiradas en el enfrentamiento entre civilizaciones han resucitado del pasado oscuro de la humanidad. Una, de la mano del racismo, postulando ese disparate de separar por colores a una única especie, la humana, como si fueran diferentes.
El color de la piel sería ahora el nuevo conflicto en ciernes. Otra versión es la absurda y no menos ruidosa lucha eterna entre hombres y mujeres. Y así, otras similares.
Toda esa bisutería anti-científica se repite obstinadamente para alimentar la paranoia de las teorías conspirativas. Hace que, por ejemplo, un ex-rector de la UCV afirme que el genocidio nazi contra los judíos y eslavos nunca ocurrió, que fue un invento propagandístico del perverso Occidente. Se le suman los “indigenistas”, culpando a Colón de su extinción. Los ambientalistas tipo Greta Tumberg, deseando la extinción humana para preservar la naturaleza. Los animalistas, los LGTB. La sopa de letras es larga.
Todos estos autoproclamados movimientos políticos se autodenominan “sociales”, y se fundamentan en el choque-civilizatorio. He allí su fuente donde abrevan. He allí el peligro que representan. Pues todos ellos viven para la confrontación eterna, donde la violencia es su brazo vengador.
Propuse en esa misma ponencia que el conflicto no es entre civilizaciones y sus derivados “razas”, “géneros”, “especies”. El problema es la ideología. Es decir, la obstinada creencia en ideas que sustituyen a la realidad. No importa cuántas veces sea refutada una ideología, sus seguidores creerán y morirán por ella: “Con hambre y desempleo… me resteo”.
En la historia se han fabricado ideologías en serie. Pobrismo, donde la propiedad es un robo, hay que destruirla. Tribalismo, “sólo el que habla caribe es gente”. Racismo, “mi raza es superior a la tuya, por tanto, yo debo prevalecer y dominar”. Nacionalismo, “mi nacionalidad es superior a la tuya, por tanto, yo debo prevalecer y dominar”. Anarquismo, “me autogobierno, no hace falta Estado, ni leyes ni reglas”. Clasismo, incluye socialismo, comunismo y similares, “la dictadura de una clase social sobre otras y punto”. Facismo, “el Estado lo es todo, y el Estado soy yo, el caudillo”. Fundamentalismo, “mi religión es la verdadera, la tuya no, infiel, la mía debe prevalecer y dominar”. Género, “mi orientación sexual es lo que importa lo demás es irrelevante e inconveniente”.
El verdadero enfrentamiento no es entre civilizaciones. Sino de la ideología contra la racionalidad. Ésta es, al cabo, la que ha producido la civilización. Que no es ni occidental ni ninguna otra cosa. Civilización es una sola. Basada en la convivencia social, los acuerdos, las instituciones, que son las normas y las leyes. Es decir, en la razón.
Lo opuesto a la civilización es la barbarie. La ideología es la barbarie disfrazada de civilización. Sobre este tema trataré en el próximo escrito.
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