¿Es posible hacer prevención de la salud a escala planetaria?, por Victoria Mendizábal
«Era domingo. Estábamos todos en casa y de un instante a otro nos rodeó el agua. Estuvimos seis horas en el techo hasta que pudieron rescatarnos», recuerda Sandra, vecina de Río Ceballos. El 15 de febrero de 2015, los vecinos de diversas localidades de las Sierras Chicas, en la provincia argentina de Córdoba, vieron cómo se desbordaban los ríos y arroyos de la zona. Cauces que habitualmente eran para «mojarse los pies», se transformaron en una avalancha de agua que se deslizó arrastrando vidas, viviendas, puentes y todo lo que encontró a su paso. En doce horas llovieron 300 milímetros: casi un tercio del promedio anual calculado para esta zona serrana.
Dos años antes, un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Córdoba alertaba acerca de esta posibilidad en un informe técnico. El avance descontrolado de la frontera urbana y el desmonte del bosque nativo podían incrementar el riesgo de deslizamientos de tierra, roca y agua, y de inundaciones, precisamente en la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán, en las Sierras Chicas.
«No fue la lluvia, fue el desmonte» denunció la asamblea de vecinos autoconvocados de la zona en el séptimo aniversario de la inundación que marcó la historia de la región. En aquel momento, sin embargo, los vecinos no habían sido alertados porque la información simplemente no estaba disponible para la sociedad.
Por ello, este grupo de damnificados y activistas inició un proceso de amparo colectivo en el que, entre otras cosas, solicita la instrumentación de un sistema de alertas tempranas que permita detectar, evaluar, informar y prevenir cualquier fenómeno meteorológico severo en la provincia.
La salud en clave planetaria
Día tras día, los medios de comunicación y las redes sociales muestran las consecuencias de las sequías, inundaciones, temperaturas extremas, incendios y otras catástrofes ambientales en distintos rincones del planeta. Incluso algunos anuncian que «la Tierra tiene fiebre» o que padece «una infección llamada humanidad». Pero ¿podemos hablar de una salud planetaria? ¿Es posible encontrar indicadores de esa salud y medirlos? ¿Acaso esta información podría ayudarnos a tomar mejores decisiones a escala global?
Los efectos del cambio climático no sólo se evidencian en el aumento significativo de eventos meteorológicos extremos, cuya intensidad y magnitud crecientes impactan de forma directa en la vida cotidiana de las personas. Además, tienen una influencia decisiva en la salud de las personas de forma indirecta debido a la estrecha asociación entre la salud humana y factores como la calidad del agua, el aire y el acceso a los alimentos. De hecho, diversos foros y organismos internacionales alertan acerca de la necesidad de asumir una perspectiva de la salud que incorpore los desafíos que trae consigo el cambio climático.
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Un enfoque de este tipo incluye un conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que tienen impacto sobre las condiciones de vida como los sistemas alimentarios y productivos, e incluso las formas de organización política. Más aún, es preciso incluir las complejas interconexiones y equilibrios entre la salud humana y la del planeta, entendiéndose ésta como un derecho universal que debe ser respetado para las generaciones presentes y futuras.
Medir, integrar y alertar
Para combinar datos sobre la tríada clima, ambiente y salud como una estrategia para monitorear aquellos focos que requieren más atención y cuidado, un consorcio de investigadores sudamericanos, provenientes de diversas disciplinas científicas y geografías se propone diseñar una plataforma digital con información de acceso público que estará alojada en la página web de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina.
El equipo se propone recabar datos clave para construir indicadores que permitan reunir los datos que hoy se encuentran dispersos, fragmentados o expresados en diversas escalas temporales. Y es precisamente esta dispersión la que dificulta la creación de un sistema integrado de vigilancia y monitoreo que permita atender a las problemáticas en diferentes escalas territoriales. Esta plataforma, por lo tanto, podría contribuir a desarrollar intervenciones de mitigación o adaptación a la crisis climática.
«En todas sus fases, se promoverá la participación de actores clave y potenciales usuarios», asegura la Dra. Sonia Muñoz, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, quien lidera el proyecto. «Estamos convencidos de la importancia estratégica de la transdisciplinariedad a la hora de pensar y desarrollar la plataforma, como así también a la hora de comunicarla, tanto a tomadores de decisión como a la sociedad en su conjunto”.
Desde hace décadas, la comunidad científica realiza diversas mediciones que, en cada uno de sus informes, integra elementos que convergen en la necesidad de tomar medidas frente a la emergencia climática. Por ello, la posibilidad de diseñar una plataforma cooperativa regional que apunte a manejar datos integrados sobre indicadores clave en la tríada clima-ambiente-salud resulta un paso fundamental frente al panorama epidemiológico regional. Este planteamiento permitirá avanzar en el cierre de la brecha entre la investigación y la obtención de evidencia científica y las políticas públicas y prácticas en salud.
No sólo es importante identificar los puntos calientes que pueden implicar riesgos para la salud asociados al cambio climático, también es fundamental desarrollar las estrategias adecuadas para que esta información sea de fácil acceso para tomadores de decisión como las autoridades locales, provinciales y nacionales de los ámbitos de salud, ambiente, agricultura, sociales y educativos, entre otros. De esta manera, se podría mejorar la capacidad de respuesta durante emergencias y desastres climáticos, beneficiando así a la sociedad en su conjunto.
Sin duda lo ocurrido en las Sierras Chicas de Córdoba no fue un hecho fortuito ni un episodio aislado; más bien es un síntoma de un fenómeno cada vez más extendido y frecuente al que es preciso atender y dar respuesta. La respuesta se encuentra en reunir la evidencia científica, volverla accesible para el conjunto de la sociedad y apoyar su aplicación en la práctica.
Victoria Mendizábal es Bióloga, Dra. en Farmacología (UBA) y Master en Comunicación Científica, Médica y Ambiental (UPF). Docente e investigadora en Comunicación de la Ciencia, la Salud y el Ambiente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación FCC de la Universidad Nacional de Córdoba (FCC-UNC).
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