Es tiempo para el entendimiento, por Rafael A. Sanabria M.
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Hemos aprendido a volar como los pájaros,
a nadar como los peces,
pero no hemos aprendido
el sencillo arte de vivir como hermanos.
Martin Luther King
Se aproximan unas megaelecciones y se alistan las instituciones políticas, como también la sociedad civil que está harta de que le impongan candidatos. Cunde la candidaturitis, todos quieren ser candidatos. Repentinamente, muestran pundonor por el pedazo de tierra donde viven, pronuncian discursos conmovedores que hacen llorar, pero no quieren sacrificarse por el bien de un colectivo. Mientras se demuestre la actitud y no la aptitud estaremos frente a líderes que solo tienen una persovisión y no una cosmovisión de la realidad.
Del país fuertemente polarizado de hace pocos años hemos devenido en un espectro con dos alas extremas, muy reducidas, siempre vociferantes que, por momentos, parece que no solo no tienen diferencias ideológicas entre ellas, sino que no se rigen por ideología alguna. Estas alas muestran sus tarjetas cual blasones, como certificados de existencia. En el medio está la gran masa, ya no la conocida ni-ni sino una inmensa mezcla incongruente de rezagados, decepcionados y confundidos ciudadanos que llevan el peso de la situación actual. Esta masa dormida, aturdida, es la mayoría, que desconoce el poder que tiene para decidir cuándo y cómo salir de la debacle que padecemos.
Se requiere un entendimiento entre las partes para deshacer la terrible crisis, disolver la estructura del problema (los partidos) al menos para esta hora, bajar las banderas de intolerancia, reconocer las necesidades urgentes de la mayoría, obviar las acusaciones y supuestas culpas de los ciudadanos, dejar los señalamientos y construir puentes.
Es necesaria una revolución, ahora sí, del pesado panorama actual, donde deliberan dirigentes de partidos sin darse por enterados de que el problema son ellos mismos, sus métodos egoístas de arriba hacia abajo. Falta audacia. Los venezolanos todos, inmolados en y por la democracia partidista, en estoico silencio aguardamos. Que hagan silencio para que el pueblo hable, pero el pueblo de verdad no títeres disfrazados.
Requerimos igualdad y hermandad. No una supuesta unión como un atado de leños, para perpetuar las diferencias, para fosilizar lo malo que haya, sino unión profunda, para desleír las estructuras, los vetustos muros, en una fiesta sin toldas separadas, para renacer en la armonía que nos es natural.
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Es el momento del entendimiento, de apartarse para brindar la oportunidad a quienes realmente sí puedan triunfar en unos comicios por su condición estratégica, de liderazgo y de movimiento de masas, pero sobre todo por su capacidad como persona, que puedan hacer un gobierno en el que se reconozca al otro que piense distinto. La idea fundamental es integrar, sumar, multiplicar, jamás dividir.
Debemos construir la fuerza necesaria para la transformación y la reingeniería del país, no para pasar facturas ni regir por el odio o el desprecio.
Es vital que todos, al menos por este año, pongamos a un lado nuestros obsesivos apetitos personales por un cargo, de egocentrismo y orgullo que nos está llevando a la sima. De qué vale imponer una candidatura, negociar con partidos políticos, hacer alianzas, si no se tiene claro el fin primordial de lo que es gerenciar un estado o un municipio.
Hay una maquinaria que controla las comunidades, un muro endurecido por 22 años que enfrenta a las embravecidas aguas que corren en medio de las dos tendencias políticas opuestas, esa que padece las penurias del día a día. Hay que tomarse de la mano con ella, con la gran masa dolida, ofendida, engañada, es la única alternativa para que el grueso muro de dos décadas caiga en las venideras elecciones.
Mientras el pensamiento político de algunos líderes esté encasillado en mirar al otro como un enemigo, y no como un adversario, estaremos en presencia de un fracaso electoral.
Hay que rescatar la Venezuela real que no consiste en esos odios, ofensas, divisiones, descalificación del otro y divulgación de la cultura de lo grotesco y lo vulgar, particularmente en el área de la comunicación y el lenguaje de las nuevas generaciones. Los liderazgos para conducir el país ameritan nuevas visiones políticas.
Es fundamental erradicar el mesianismo, el caudillismo y el culto a la personalidad para fomentar liderazgos colectivos y una acción social efectiva. No podemos tener líderes políticos exitosos a costa de una sociedad fracasada.
¡Entendimiento! Señores líderes políticos. Que cada quien asuma su compromiso por la gente de los estados y municipios, no por los jefes que los designaron desde la dirección nacional. Que su accionar individual promueva un impacto en términos de valores y de acciones colectivas para el bienestar común.
El pueblo quiere líderes con propuestas que integren a la totalidad de la población y nos saquen del nihilismo, no hombres que se ataquen en su obsesión de poder, sin medir cómo dañan a los más humildes.
En este año, el entendimiento es una empresa y un reto que implica sacrificio, tolerancia, creatividad, inteligencia, valores y también el éxito.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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