Es unidad o es unión, por Rafael A. Sanabria M.
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Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:
todo reino dividido contra sí mismo es asolado,
y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie.
Mateo 12:25.
Aunque en la tradición oral del venezolano parezcan tener similitud, los términos unidad y unión tienen cada uno connotaciones diferentes. Se han venido utilizando a la ligera y de allí que a quienes lo pregonan a cada rato en la tendencia opositora, les cueste equilibrar ambas definiciones en el contexto político.
Es urgente en los actuales momentos hacer una exhaustiva revisión de los términos, porque la ignorancia en la acepción de ambas palabras nos ha llevado, en el plano político e ideológico, a cometer errores que han costado muy caro y han repercutido en el pueblo llano y humilde.
Muchos entienden por unidad juntarse varias instituciones a un solo principio, cuestión que no es la definición del término, pues muchas de los que se juntan no implican que tengan la misma visión o misión del principio. Simplemente han logrado la unión (lo externo), pero el estado de ser uno (lo interno) está muy lejos del objetivo.
Yo, pueblo, insisto en que los miembros de la oposición venezolana deben colocar sobre la mesa sus individualidades, sus miserias, su egoísmo, particularidades y egos.
Colocar en una balanza los valores de unidad y unión. Ambos son importantes para alcanzar el entendimiento en el momento de la toma de decisiones.
Basta de seguir en el afán de hablar indistintamente de unidad y unión en los discursos, aunque en la práctica les pasan por encima en el frenesí por el poder. Ninguno es capaz de desvestirse de su imponente yo, para hacerse uno más del pueblo. Mientras prevalezca esta premisa en el común estamos muy distantes de la meta.
El problema del país no es una situación que afecta a un grupo en específico sino que se ha hecho gigante, arropando a toda la población. Es una afección pública que debe motivar a todos a plantearnos estrategias de cómo salir de este atolladero donde nos encontramos inmersos. Nuestro problema hoy no es de algunos pocos, es de todos. Hay que sumar fuerzas que permitan reorientar la práctica política hacía la transformación, todo sea por el bien común.
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Es hora de colgar en la cuerda del solar los resentimientos, rencores, odios y diferencias. El país nos necesita a todos. Son necesarias las manos de cada uno de los hombres y mujeres, todos los cerebros, para reconstruirse, para renacer de nuevo, para corregir lo que haya que corregir sin manipulaciones utilitarias.
Hablan de unión, pero debe saberse que no es una unión de individuos sino de grupos humanos, lo cual hace aún más difícil lograr verdaderamente la meta.
La palabra unión más la palabra unidad son términos fantasiosos, podrían asumirse como una forma poética y positiva de nombrar la realidad, pero hablando descarnadamente no son los términos que reflejen la realidad. En estas uniones de conglomerados políticos sería más realista hablar de organización o coordinación.
Los individuos tienen su base en los principios (los que lamentablemente son, en muchos, apenas un atado de prejuicios) y las organizaciones se rigen por reglamentos y normas que le dan una personalidad diferenciada de las otras corporaciones que conforman una unión. Es decir, la célula fundamental de una organización son los individuos y la célula de una unión de estas son otras organizaciones. Cada miembro se rige por las directrices de su organización, no por las de la unión.
Para formar una unidad, las organizaciones que la conforman deberían disolverse, en tal forma que todos los miembros se regirían por las mismas normas. Si no desaparecen las organizaciones de la unidad, esta es solo aparente, de nombre.
Coordinemos, unámonos o mantengamos cualquier otra forma de actuar en equipo, pero debemos tener claro de cuales son nuestras limitantes. Aunque las limitantes suelen estar dentro de los individuos, de los egos desproporcionados e inconscientes que buscan su proyección personal o nada. Por eso es que reiteradamente se obtiene eso: nada.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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