Escasez de políticos con proyectos, por Carlos Montenegro
El simulacro anual de paz y amor correspondiente a la temporada 2018 ha finalizado por lo que ya podemos volver a la realidad y ser los mismos de siempre. Una vez posados los pies en esta tierra de gracia (?) todo parece indicar que el nuevo año no luce dispuesto a que nuestros buenos deseos dirigidas a todos los hombres de buena voluntad, voceados a viento y marea y por todas las redes sociales, se vayan a cumplir mientras, ya saben ustedes quienes no lo permitan. En una palabra, todos los que saben del asunto aseguran que las cosas ni siquiera seguirán igual, sino que empeorarán.
Todos los blabladores del gobierno y su séquito repiten lo que su jefe aseguró al parecer durante una tranquila partida de dominó: “Venezuela va mejorando”, o algo así, mientras que los blabladores de la acera de enfrente (entiéndaseme, en política) no hacen más que repetir que para sacar al gobierno, la oposición debe estar unida por el objetivo común. Semejante obviedad la repiten y la repiten hasta la saciedad, es como si aseguraran que no es bueno dar patadas en el culo a los niños ni a las viejitas.
Semejante veda de talento no se puede aguantar, en serio, todos dicen que ya tienen o están terminando de preparar su “Plan país”. No dicen mucho más pero para cualquiera que piense un tantito así, (imagínense el gesto juntando índice y pulgar) puede vislumbrar que lo que están diseñando está más que inventado, escrito, practicado y comprobado por bastantes señores que si pensaron y lo legaron a la posteridad, y que aún se usa en países que funcionan bastante bien e incluso muy bien.
Excepto escasísimas excepciones, esta gente de la política antes de hablar debiera darse una vuelta por Internet, que es más cómodo que ir a la biblioteca, y preguntar por esos señores a los que me he referido. Confieso que de política se poco y de economía mis cuentas bancarias hablan por sí solas, pero me atrevo a sugerir que en Google, por ejemplo, pregunten por estos tres señores, aunque debe haber muchos más. Lo poco que sé de ellos me ha gustado y tal vez podría ahorrar tiempo a nuestros aspirantes a insignes.
Jacques Rousseau (1712-1778). Dicen que fue primer pensador auténticamente democrático de la historia de Europa. Su primera obra, publicada en 1749, causó enorme impresión, pues en ella se atacaba una de las tesis fundamentales que defendían los ilustrados; los filósofos de la ilustración pensaban que los importantes adelantos científicos y técnicos que se estaban verificando en aquella época, no sólo mejoraban al hombre materialmente, sino también moralmente; o sea, que a medida que se progresaba en la ciencia y en la técnica, el hombre se iba haciendo cada vez más bueno.
Frente a esto, Rouseau señalaba que la civilización, en lugar de mejorar al hombre, lo que hacía era corromperlo, porque la sociedad estaba estructurada de forma injusta; por tanto, si se quería mejorar al hombre, antes había que mejorar a la sociedad educándola mejor. Gran idea, digo yo.
La obra más importante de este autor es “El Contrato Social” (1762). En ésta, Rousseau dice que los hombres al aparecer sobre la tierra, se hallan en lo que se llama “Estado de Naturaleza”, que se caracteriza porque todavía no existía ningún gobierno, no había leyes, ni autoridad y no se había formado aún ningún tipo de organización social o política; se trataba por tanto de un estado de absoluta libertad, donde cada hombre hace lo que quiere y no tiene que dar a nadie cuenta de sus actos.
Pero llegó el momento en que los hombres se dieron cuenta que para defender mejor sus vidas, su libertad y sus propiedades, deberían agruparse y elegir a alguien para que los organizara. Ahí aparece el Estado.
Por lo tanto, el Estado nace de un acuerdo libre entre los hombres que se han unido para designar al gobernante. Como el gobernante ha sido elegido por el pueblo, en cualquier momento, cuando el pueblo quiera, puede cambiarlo por otro. Al mismo tiempo, la misión de los gobernantes es cumplir siempre la voluntad popular. La voluntad popular es la voluntad de la mayoría, y esta se averigua a través de elecciones, en las que votan todos los ciudadanos. Me atrevo a añadir que libremente.
El barón de Montesquieu (1689-1755) se llamaba Carlos de Secondat, y era por lo tanto monárquico, pero un monárquico enemigo del absolutismo y admirador del parlamentarismo inglés. Fue presidente del parlamento de Burdeos, ridiculizó las viejas ideas y los defectos sociales y políticos de Francia en su obra “Cartas persas” (1721), Con la que obtuvo gran popularidad. También tuvo gran difusión sus “Consideraciones sobre la grandeza y la decadencia de los romanos” (1734).
Pero la obra triunfal y que abrió profunda brecha en las concepciones políticas dominantes en Francia, fue “El Espíritu de las Leyes” (1748), hasta el punto que se toma esta obra y el año de su publicación el arranque de la victoria intelectual de la Ilustración y fecha representativa de aquella generación histórica. En su obra proponía una nueva estructura del Estado, basada en el equilibrio de poderes.
En ella defiende, que, conservando el rey el poder ejecutivo, el legislativo recaería en una asamblea representativa del país (como el parlamento inglés), y el judicial, detentado por magistrados (en Francia, tribunales), absolutamente independientes en sus sentencias, del rey y del Parlamento. Así pues, Montesquieu era partidario de que el Estado estuviera dividido y fue el promotor de las ideas parlamentarias inglesas y el fogón donde se cocieron las hornadas revolucionarias.
La división de poderes que proponía rompía totalmente con la estructura de la monarquía absoluta francesa. Su obra fue completada desde otro ángulo por Voltaire. Ambos fueron los ídolos de la generación que consolidó y desarrolló el triunfo del pensamiento ilustrado en Francia, aunque con notables diferencias en sus planteos.
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Voltaire, nacido François-Marie Arouet (1694-1778). Fue un escritor superficial pero brillante, entregado a la vida y al placer, esclavo de la facilidad de su pluma, que manejó como campeón de la tolerancia y la libertad espiritual. Fue a partir de su obra “Le siécle de Louis XIV” (El siglo de Luis XIV) en 1751, cuando se convirtió en campeón de la lucha general contra toda autoridad. Muy influenciado por el movimiento filosófico inglés, especialmente Locke y los deístas, Voltaire popularizó sus principios fundamentales valiéndose de una pluma mordaz, cáustica y agresiva. Su lucha se desarrolló en dos planos distintos: uno público y otro, secreto.
En el primero, además de la obra ya mencionada, figuran “Essai sur les moeurs et l’esprit des nations” (ensayo sobre la moral y el espíritu de las naciones) en 1756, un trabajo hecho para agradar a la burguesía de la que procedía, y en el segundo el “Dictionnaire philosophique”, por un lado el proceso claro de los abusos que acabaron con el Antiguo Régimen y, de otro, la explicación exhaustiva del argumento del predominio absoluto de la razón sobre cualquier pasión o entusiasmo personal.
En este segundo aspecto, amparándose en el anonimato, la obra de Voltaire, fue implacablemente destructora de los grandes principios sociales de la época, sobre todo de la religión cristiana. Enemigo de la Iglesia, fue coreado por cuantos enciclopedistas se habían dejado ganar por las corrientes agnósticas, deístas o naturalistas procedentes de Inglaterra. Cuanto más radical en sus violentas campañas era más leído por un público al que embelesaba con su prosa fácil.
Parece ser que en esto de la “política en positivo” estos tres señores* y unos cuantos más lo inventaron prácticamente todo. No debe ser fácil idear algo que lo substituya, a no ser leves retoques para adaptarse a los tiempos (o sea, enmiendas).
Los políticos de aquí que de verdad pretenden que la cosa camine, solo deben tener tres simples cosas, eso sí, imprescindibles para lograrlo: la intención, el conocimiento y las ganas de cumplir y hacer cumplir lo que está escrito en la Constitución, el resto ni lo muevan pues lo explicaron clarito esos tres de más arriba.
Ah, y otra muy importante: no robar
Sin óbice ni cortapisa Y esperemos que a los Magos de Oriente no les hayan retenido en alguna alcabala el oro, el incienso y la mirra por bachaqueros o contrabandistas.
*Algunas frases de
Rousseau
Cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad.
No hacer el bien es un mal muy grande.
Montesquieu
Las leyes inútiles debilitan a las necesarias.
Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa.
La libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer.
La descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado.
Voltaire
La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.
Los ejemplos corrigen mucho mejor que las reprimendas.
No siempre depende de nosotros ser pobres; pero siempre depende de nosotros hacer respetar nuestra pobreza.
Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado.