Escenarios: estamos muy mal, y vamos peor, por Armando J. Pernía

La situación del gobierno de Nicolás Maduro es muy complicada. Las noticias que llegan del exterior presagian escenarios que cualquier administración responsable y sensata querría evitar.
Vamos a ver: la semana pasada el banco de inversión Standard & Poor’s emitió un reporte para sus clientes donde mantuvo su expectativa de «impago selectivo» de los bonos de la República y Pdvsa en el corto y mediano plazos, pero elevó a «una posibilidad entre tres» el riesgo de un impago total o «default».
La entidad le dijo a sus clientes que no espera cambios en las «erráticas» políticas económicas del mandatario venezolano, después de los resultados electorales del 20 de mayo.
Sin embargo, Standard & Poor’s se «ponchó» con un swing perdido cuando pronosticó, en el mismo reporte, una inflación de 10.000% para el cierre de este año, una proyección que ya está, según otros analistas, absolutamente superada cuando apenas estamos entrando al segundo semestre de 2018.
En fin, hay que comprenderlos, pues para estos bancos de inversión cualquier número que supere 5% anual de inflación ya es motivo de preocupación. Es fácil asumir que los lectores del reporte podrán abstraerse de la cifra y sopesar el fenómeno, que es lo importante.
Bloomberg, por su parte, ya ha reportado que dos grupos de tenedores de bonos han contactado a despachos de abogados en Nueva York para proceder judicialmente, si es que hace falta, para que el gobierno venezolano pague oportunamente el servicio de intereses y capital.
Hay que recordar que los tenedores de bonos no son solo tipos muy ricos con colecciones de autos de lujo y aviones, sino que hay inversionistas institucionales entre los que destacan fondos previsionales, los cuales son responsables por las pensiones de millones de personas, por lo que no se pueden dar lujos con acreedores problemáticos. Deben pagar dividendos y garantizar una rentabilidad pactada.
Luego, justamente este domingo 3 de junio, El País, de España, publica una nota, firmada por su corresponsal Xavier Fontdeglória, desde Pekín, donde se confirma algo que aquí ya se sabía: China no envió dinero fresco a Venezuela en 2017; de hecho, los camaradas, realmente, no han aprobado nuevos créditos desde mediados de 2016, pese a las gestiones constantes de los funcionarios del madurato.
No está claro a cuánto asciende la deuda con Pekín. El País utiliza como dato de referencia los 62.000 millones de dólares que estimó la organización Diálogo Interamericano para el período 2005-2016; pero existen otros cálculos.
Lo cierto es que, desde 2015, el gobierno chino viene dando evidencias de querer reducir su exposición al riesgo venezolano, al punto de que los «mandamases» asiáticos no han querido renegociar los términos de pago de una deuda, por préstamos pendientes, que se sitúa en 19.300 millones de dólares, sino que concedieron un plazo de gracia de dos años para el pago del capital.
Maduro quiere una renegociación integral y una nueva línea de crédito que permita la llegada de 5.000 o 6.000 millones de dólares este año, pero según estiman expertos consultados por El País en el terreno, lo más que podrá conseguir es una extensión de la gracia.
Según la nota del medio español, en China se huelen que tendrán que condonar parte de las acreencias vencidas del gobierno venezolano. Así están las cosas.
Con Rusia, las cosas están mejores, al menos en el terreno de las promesas, porque Vladimir Putin está jugando a recuperar influencia geopolítica a gran escala y asume que esa estrategia tiene costos; entre ellos, mantenerle una bombona de oxígeno a Maduro, aunque si la política petrolera no cambia -y eso también es muy válido para los chinos-, quizás la bombona se convierta en un simple ejercicio de respiración boca a boca.
He aquí, pues, el escenario más probable para 2018 sin cambios de política económica:
-Caída del PIB 2018: entre -12% y -16%
-Baja en la producción agrícola: -70% promedio
-Disminución de la producción industrial: -65% promedio.
-Importaciones en escenario optimista: USD 13.000 millones, cuando se necesitan más de USD 40.000.
-Inflación: la que usted quiera sobre 20.000% anualizado.
-Índice de escasez de alimentos: 85% promedio.
-Indicador de escasez de medicamentos: 90% promedio.
-Caída del consumo privado: 15%
Estos números son producto de consultas con expertos y la revisión de reportes actualizados de diversas fuentes, incluyendo estudios privados de mercado; es decir, se trata de escenarios consensuales que solo el gobierno parece no compartir.
Maduro y su oligarquía militar cívica están en la onda de dar una respuesta «política», a través de un «diálogo» que busque salidas, pero sin aceptar modificar sus posiciones de fondo, lo cual convierte la tentativa de diálogo en un acto fallido a priori, o peor, en una trampa, como lo hemos dicho en un artículo anterior
Se necesitan propuestas técnicas y bien fundamentadas. Hay que entender que la inflación no es un problema policial y que para que las conductas especulativas desaparezcan -y este es otro debate, porque hay una línea de pensamiento liberal que niega la existencia de estos comportamientos abusivos o los encubre bajo la lógica del «poder de mercado»- es necesario eliminar los estímulos que las provocan, y eso se hace con apertura, bajas barreras de acceso a los emprendedores, pequeños y medianos empresarios y una mayor competencia.
El mundo no está poblado de «Sunddes», «Dicoms», «Agropatrias», «Claps», «carnets de las patrias», y de esa pila de siglas que suporponen unos controles sobre otros en la economía. El resto del mundo, o su inmensa mayoría, funciona con libertad económica en diferentes grados, y vean dónde estamos nosotros.
Estados Unidos acaba de publicar cifras históricamente bajas de desempleo. El resto de América Latina vive en entornos económicos de crecimiento con baja inflación y una progresiva superación de la pobreza. Los únicos que parecemos desesperados por salir de nuestro país somos los venezolanos.
Por eso perturba cuando se oye a Nicolás Maduro recordar con admiración al socialismo soviético, cuando reivindica a líderes de grupúsculos de izquierda que lo único que han hecho en sus vidas es fracasar, cuando insiste en reivindicar a una Cuba estructuralmente empobrecida como modelo.