Esculturas que charlan, por Fernando Rodríguez
Existe una pequeña y muy hermosa galería patrocinada por la Corporación Andina de Fomente (CAF) en su sede en Altamira en que todo conocedor de las artes plásticas ha encontrado durante años verdaderas joyas del arte nacional y latinoamericano, gracias al tesón y el conocimiento de Mariela Provenzali, no ha mucho reconocida y premiada por la Aica (Asociación internacional de críticos de arte). Algunas de esas obras han pasado a formar parte de la amplia y hermosa colección de ese instituto financiero.
Sin fines de lucro la galería se permite indagar en libertad en temas y espacios poco habituales y altamente cargados de significaciones para la plástica del país y la región. Tal la actual muestra de esculturas, Tiempos y tendencias, escultores latinoamericanos, que asume un reto por demás complejo: congregar piezas de veintidós escultores de diversos países, de tiempos heterogéneos (el colombiano Edgar Negret nació en 1920 y el uruguayo Diego Alexandre en1971), abstractas y figurativas, hechas sobre soportes materiales y técnicas plurales y, por supuesto, de muy valiosa y personalísima factura. El peligro era, en este caso, caer en una quincalla sin mayor coherencia.
Para mirar un rato a Negret, a Zitman, a Cuevas, Varela, Seguí…o una maravillosa construcción de Lía Bermúdez, “cuyos planos quisieran salir volando”
Y no, justamente la excelencia de la exposición es haber encontrado una subyugante unidad en esa heterogeneidad, lograr como dice la curadora que “las obras hablen entre sí”. Eso es lo que se busca, que más allá de tendencias y propuestas individuales encontremos sintonías que circulan en ese espacio sin barreras que algunos llaman belleza. Es esa la razón porque la confluencia se convierte en fiesta, la diversidad en abundancia. Participe usted asociando a su buen saber y entender, la exposición le da los incentivos.
Sin duda allí están nombres muy mayores de la escultura del subcontinente, del pasado reciente. Para mirar un rato a Negret, a Zitman, a Cuevas, Varela, Seguí…o una maravillosa construcción de Lía Bermúdez, “cuyos planos quisieran salir volando”. Cada quien que haga su lista. Yo sumaría una característica del conjunto: la abundancia de materiales y, sobre todo, de color, de limpios y vibrantes colores por aquí y por allá, le dan un tono muy alegre y distendido a la muestra, en estos días tan lluviosos y tristes en esta Caracas enlutada.
La invitación es más libre e informal, por ejemplo a sorprenderse por el parentesco de una escultura abstracta geométrica, de un enceguecedor amarillo, del mexicano Sebastián y una estructura similar y de colores igualmente vibrantes de Edgar Negret .
No se trata entonces ni de una panorámica ni de trazar alguna línea de continuidad en nuestra escultura. La invitación es más libre e informal, por ejemplo a sorprenderse por el parentesco de una escultura abstracta geométrica, de un enceguecedor amarillo, del mexicano Sebastián y una estructura similar y de colores igualmente vibrantes de Edgar Negret . O el ahondamiento en el cuerpo humano de cuatro o cinco obras ejemplares, tan diversos en tiempo y talante personal y tan uno si se ven con un ojo descodificado. Un Zitman sigularísimo, por ejemplo.
Y por último digamos que siempre es reconfortante ver exposiciones de escultura entre nosotros, que nos parece todavía distante del justo lugar que le corresponde en nuestras artes plásticas, por razones muy complicadas que no son ahora del caso.