España vota este 29 de abril su futuro en vilo por la incertidumbre
PP, Cs y Vox han planteado las elecciones como un plebiscito sobre Sánchez, mientras persiste el fantasma del bloqueo
Más de 36 millones y medio de españoles están llamados a las urnas para decidir qué gobierno tendrá España después de cuatro años de crisis institucional e inestabilidad crónica, motivada por la fragmentación parlamentaria y agravada por el proceso independentista catalán.
Las elecciones generales del 28-A son las cuartas que se celebran en el transcurso de cuatro años, que es la duración oficial de una legislatura. La fractura política surgida de las urnas en diciembre de 2015, confirmada seis meses después el 26-J, hizo saltar por los aires el bipartidismo imperfecto, pero sólido, de los cuarenta años de democracia, según refleja un reportaje del diario El Mundo.
Las generales de hoy ponen el punto y final a la legislatura más accidentada de la democracia, con dos gobiernos de distinto signo. Aunque ninguno de los cuales estuvo en condiciones de gobernar de forma efectiva. Ni Mariano Rajoy con 137 escaños, ni Pedro Sánchez con 84, después de la primera moción de censura exitosa de la historia democrática que tumbó al Gobierno del PP e hizo presidente al líder socialista con los votos de Podemos, el PNV y los partidos independentistas catalanes.
España llega al 28-A con la incertidumbre corregida y aumentada, pisando territorio político desconocido. Nunca unas elecciones generales estuvieron rodeadas de tanta inseguridad, tensión, inquietud y suspense sobre el resultado final de las urnas. Nada está claro. Ni siquiera que de estas elecciones pueda surgir una mayoría de Gobierno.
El fantasma del bloqueo de 2016 no ha sido conjurado y los dos bloques en disputa -la izquierda de PSOE con Unidas Podemos y la derecha de PP-Cs-Vox- aparecen, teóricamente, bastante igualados en los sondeos.
La vía andaluza es la apuesta del PP y Ciudadanos, pero para ello tienen que sumar con Vox los 176 escaños de la mayoría absoluta. Mientras que la opción transversal, que sería el entendimiento del PSOE con Ciudadanos, ha sido desechada de forma total y absoluta por Albert Rivera y la ejecutiva de su partido. Ciudadanos ha puesto un cordón sanitario a Pedro Sánchez, pero no a Vox. En los últimos días de campaña, distintos medios internacionales de referencia de la economía global han alertado sobre el peligro de que sea Vox quien pueda condicionar al hipotético Gobierno de coalición PP-Ciudadanos.
Los partidos políticos españoles van a ciegas debido a que las encuestas ya no son tan fiables como en el pasado. Y no lo son porque el bipartidismo se transformó en cuatro partidos en las dos últimas elecciones y hoy podría haber hasta cinco formaciones políticas por encima del 11-12% de los votos. Los ciudadanos han decidido fragmentar aún más su representación parlamentaria, y así el cálculo de escaños con la Ley D’Hondt se hace prácticamente imposible. Sobre todo en las provincias que tienen menos diputados. A lo que hay que añadir el elevado número de indecisos que se detectan.
Tras el naufragio de la llamada «nueva política» encarnada por Podemos y Ciudadanos, y el fracaso de cualquier opción de transversalidad, ha regresado la dialéctica tradicional izquierda-derecha. Pero ahora no con un partido en cada polo, sino a base de bloques. Lo que hoy se dirime en las urnas, en definitiva, es si seguirá gobernando Pedro Sánchez con Podemos -y eventualmente el PNV, o los nacionalistas e independentistas catalanes- o bien PP y Ciudadanos lograrán su objetivo de echar al líder socialista de La Moncloa, con la ayuda de un partido liderado por un ex concejal popular vasco protegido por Esperanza Aguirre cuando le echaron de allí.
La aparición de Vox -meteórica, ya que hace cinco meses era residual- ha alterado por completo el mapa y los nervios del sistema político. Por primera vez en las tres últimas décadas, el centroderecha aparece troceado en tres partes. Como en los años 80 lo estuvo en la sopa de siglas de UCD, AP, PDP y UL. Vox entró con fuerza en las elecciones andaluzas. Sus 12 escaños contribuyeron a un cambio histórico en la Junta. Los socialistas fueron desalojados por un Gobierno de PP y Ciudadanos, presidido por el popular Juanma Moreno.
Vox ha obligado a PP y Ciudadanos a extremar su retórica. El partido de Abascal ha resucitado los mitos de la Historia de España- empezando por don Pelayo- combinándolos con el estilo trumpista de la «guerra cultural» contra «los progres». Santiago Abascal se ha encontrado de pronto al frente de un movimiento que ni él mismo controla y que ha abarrotado sus mítines de campaña. Si hace cuatro años, la sensación mitinera era Pablo Iglesias, en esta ocasión el papel le ha correspondido a Abascal. El voto indignado que movilizó a la izquierda por el sufrimiento de la crisis económica y la corrupción, se ha trasladado ahora a la derecha como reacción al independentismo catalán.
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