Espantapájaros, por Teodoro Petkoff
Este hombre no tiene compón. El viernes se enfundó el uniforme militar nuevamente y aunque lo hizo dentro de una instalación castrense –para lo cual un oficial retirado está autorizado por el respectivo reglamento–, la intención era claramente provocadora, contando con que la mayoría de la gente no está al tanto de estas sutilezas de la liturgia militar.
Lo que el país vio fue al Chávez anterior al 11A, época durante la cual no se apeaba el uniforme, diciendo el discurso que se le quedó frío en esa oportunidad. Una extemporánea amenaza a las plantas televisoras, cuya señal ordenaría “tumbar” si comienzan a trasmitir mensajes “subversivos”, y otra, aún más estrambótica, a la policía de Miranda, de “ametrallarla si se le ocurre disparar contra el pueblo”. Tal vez fue el efecto de portar el uniforme, que le provocó una regresión en el tiempo, trasladándolo a aquellos aciagos días, lo que lo empujó a proferir amenazas totalmente fuera de contexto, absolutamente incomprensibles a estas alturas.
Chávez insiste en satanizar la conducta de la oposición. Al RR lo identifica con un plan golpista. El mundo según Chávez, es uno en el cual si la oposición no ensarta la perinola, pierde, y si la ensarta, también pierde. El propio presidente clamaba, hace meses, para que la oposición asumiera el camino constitucional del RR. “¿Quieren sacarme?”, preguntaba, y se respondía él mismo:
“Esperen el revocatorio”. Pues bien, trazado por la CD el derrotero democrático del referendo constitucional ¿A qué viene esta canción del “golpismo” ? Aquí lo único que podría generar un ambiente de violencia sería el desconocimiento del RR. Y no es la oposición la que quisiera impedir su realización.
El gobierno está moviendo las piezas del obstruccionismo. La misma persona que pide no presionar al CNE, pasa de inmediato, sin solución de continuidad, a trazarle pautas al organismo. Que si debe hacer esto primero y lo otro después.
Que si debe reestructurarse antes de cualquier otra cosa. ¡Hombre! Deje que la directiva del CNE resuelva sobre todos sus asuntos sin ninguna intromisión del Poder Ejecutivo. El CNE es la cabeza de uno de los cinco poderes del Estado y no debe el Ejecutivo entrometerse en su funcionamiento, como no debe hacerlo en el de ninguno de los otros poderes. Chávez, por lo visto, no termina de acostumbrarse a la idea de la autonomía de los poderes.
Por otra parte, no es el Presidente a quien le toca opinar sobre la validez o no de las firmas. Es materia de la competencia estricta del CNE. Los imprudentes cuestionamientos del presidente tienen toda la pinta de una tentativa de intimidación. Puede entenderse que Chávez se sienta motivado a opinar sobre un tema que le atañe particularmente, pero el Presidente de la República en este asunto debe ser prescindente. De hecho, sus opiniones sobre la materia son muy desconsideradas con los integrantes del CNE.