Esperanza en el abismo, por Fernando Luis Egaña
El abismo no necesariamente es el fin. A veces es la situación que logra impulsar las reservas y anhelos hacia una realidad distinta, en la que la esclavitud general (y no le quito una letra) se libere de las cadenas opresivas
Hay países que parecen tocar fondo, exhaustos por el despotismo y la depredación, cansados de falsos diálogos y de probados fraudes, arruinados en lo económico y social, asqueados de la ostentosa corrupción multicolor, saturados de la malévola propaganda del poder; y así y todo en las honduras del abismo, también puede surgir una fuerza poderosa que busque un cambio de raíz, a pesar de todos los pesares.
Cuando esas fuerzas expresan la soberanía nacional a través de la voluntad del pueblo, y no solo no son reconocidas por el poder establecido, sino que son perseguidas sin piedad por las malas o las peores, es muy posible que algunos bajen las banderas y se acomoden a la tiranía.
Pero también es posible que para muchos eso no ocurra, y más bien la energía social del cambio permanezca latente a la espera de una oportunidad positiva.
El abismo no necesariamente es el fin. A veces es la situación que logra impulsar las reservas y anhelos hacia una realidad distinta, en la que la esclavitud general (y no le quito una letra) se libere de las cadenas opresivas, y comience a subir la cuesta del abismo, hasta llegar a esa superficie donde se pueda vislumbrar un horizonte de justicia, libertad, democracia y paz.
No se debe subestimar la esperanza que surge del abismo.
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Fernando Luis Egaña es abogado (UCAB). Exministro de Información.
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