Esperar por el gas en sector Las Lluvias de Vargas puede ser un plantón eterno
La ciudadanía siente en carne propia el colapso de los servicios públicos del país. La falta de gas obliga a cocinar en leña porque las bombonas no dan para más y en las comunidades persiste la incertidumbre de si llegará o no el camión
Comprar el gas se convirtió en una penitencia que vecinos del sector Las Lluvias en el estado Vargas deben pagar una vez al mes. La adquisición de una bombona que les permita cocinar se sumó a la larga lista de calamidades que debe sortear la gente de forma cotidiana para disfrutar de los servicios básicos y esenciales.
Hasta nueve horas pueden permanecer los habitantes de la zona a la espera del camión del gas; una espera que puede tornarse infinita porque hay ocasiones en las que nunca llega a la comunidad donde viven más de 400 familias.
Desde hace más de un año, los residentes del sector deben sacrificar un día al mes para intentar comprar el gas, aunque nunca se sabe cuál día será porque el aviso siempre llega de un momento a otro o, peor aún, el mismo día de llegada del camión.
Pero no siempre fue así. Hasta hace dos años en este sector cada familia decidía cuándo surtirse de gas doméstico, según sus necesidades de consumo. Ahora ya es costumbre pedirle a los santos que no se les acabe la bombona porque nunca se sabe cuándo podrán repostar.
Lo que sí es seguro es que cuando se da el aviso de la llegada del distribuidor para el día siguiente, el el sector se duerme poco y salen antes de cantar el gallo para asegurar los primeros puestos en la cola. No vaya a ser que, como ocurre de ordinario, la cantidad de cilindros es muy inferior a la demanda.
Al momento de hacer este recorrido, unas 200 bombonas estaban en fila en la acera que llega hasta la entrada de la comunidad. Sus dueños, trasnochados, esperaban sentados en el suelo que por fin el camión apareciera.
Cuestión de suerte
El nerviosismo por quedarse sin comprar la bombona comienza a palparse entre quienes ocupan los puestos superiores al número 100 de la fila. Llegar a las 8 de la mañana ya es un riesgo para quedarse sin la suya.
Es el caso de Zulema, que tiene el número 102. Llegó pasada las 8 de la mañana. En poco menos de tres horas, entre Zulema y Nancy hay 100 personas en espera. Zulema comentó que espera que el camión llegue con el cargamento completo para no tener que regresar a su casa con la bombona vacía.
A lo largo de la cola es habitual escuchar el «ojalá alcancen las bombonas», o si el camión llegará, pues cuando la espera se extiende hasta después del mediodía aumentan las probabilidades de que la distribución sea cancelada. Aun así, mantienen la fe de ver llegar al distribuidor, la forma de exorcizar el temor de tener que volver a cocinar en leña, método al que algunas familias, sobre todo de los sectores que viven en las zonas más altas, han tenido que recurrir para poder cocinar.
Tampoco saben si podrán comprar o no las dos bombonas por persona que establece el vendedor ni al precio al que pagarán el cilindro en esta ocasión, pues aunque el monto oficial es de 0,50 bolívares, el distribuidor es libre de colocar el precio que mejor le parece. De hecho, en esta ocasión el costo del cilindro de 10 kilos (el más pequeño) era de 4.000 bolívares.
Son reyes
Durante la jornada de distribución de gas, la vocera del consejo comunal Las Lluvias, Yoelis Palacios, dijo a TalCual que en comparación a otros sectores, allí están «reyes». Hizo énfasis en que hay lugares en los que el gas tarda en llegar hasta dos meses.
Detalló que personas de otras comunidades pueden surtirse del distribuidor que llega a este sector solo cuando todos los residentes en cola compren y “si alcanzan las bombonas”.
Y como para adquirir muchos de los productos de la cesta básica, para el cilindro del gas también se toma número. En la cola, la identificación de cada quien es el número que ocupa en la lista.
Los primeros lugares siempre son conquistados por los que salen cuando aun es noche cerrada, como fue el caso de Nancy Hernández, número dos en la fila, quien pagaba plantón en la entrada de la comunidad desde antes de las 5 de la mañana.
Hernández detalló que hace a un lado sus quehaceres del fin de semana porque sabe que la espera hasta que llegue el gas “es para rato”. Dijo que invierte todo este tiempo porque para el ciudadano de a pie dejó de ser fácil adquirir el preciado servicio, algo que resulta más que paradójico en uno de los países con las mayores reservas probadas de gas natural, pero donde solo cerca de 20% de la población cuenta con el servicio directo.
Hace dos años, en Las Lluvias, un grupo de unos cinco hombres se dedicaba a hacer la compra de gas. Quienes deseaban “el favor”, pagaban una comisión con la certeza de que la bombona les llegaría a la puerta de su casa. Otros solo debían estar pendientes cuando el pasara por la calle, y no faltaba quien pudiera llamar para que le distribuyeran directamente en su casa.
Pero esto se acabó cuando en 2008, Hugo Chávez decidió estatizar la distribución de gas doméstico, con lo cual desaparecieron al menos 220 empresas privadas dedicadas a este ramo, que pasó a manos del Estado y con ello comenzó el suplicio de tener prácticamente que rogar por el servicio. Otro de logros de la revolución bolivariana.