Esperpentos legales, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Cuando alguien hace algo que está mal, y para colmo lo sabe, algo que no debería hacer por ninguna razón, puede que cree un andamiaje legal que le permitirá hacerlo. Así fue con la esclavitud. Volvimos a ver en estos días «12 años de esclavitud» «Twelve years a slave», excelente película, que hoy en día vuelve a ser noticia.
Y vuelve a ser noticia por Benedict Cumberbatch, actor británico de gran valía que en la película hace el papel del primer terrateniente, William Prince Ford, donde trabajó un tiempo Solomon Northup, autor del libro «12 años de esclavitud».
En el momento en el cual Northup fue drogado y hecho prisionero para ser luego vendido, se encontraba vigente la ley del Fugitive Slave Act , ley horrible y oprobiosa del senador americano Henry Clay (1777 – 1852) que tuvo como consecuencia, entre otras cosas, que afroamericanos libres que vivían en el norte, como en el caso de Northup, fuesen secuestrados y vendidos en el sur.
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Lo que mueve a Cumberbatch a trabajar en esta película es el sentimiento de culpa que lo embarga por el pasado esclavista de su familia. Ellos adquirieron en el 1728 la plantación de azúcar Cleland en Barbados donde trabajaban 250 esclavos. Ya el gobierno de Barbados, que se independizó de la Corona hace unos siete años, inició un requerimiento de reparaciones al diputado conservador del Reino Unido, Richard Drax, quien posee la mayor plantación de azúcar en la isla, Drax Hall. Barbados pide la devolución íntegra de esas tierras. De negarse él, el país pedirá una indemnización a través de un tribunal internacional de arbitraje.
No es el caso de los Cumberbatch ya que cuando en el 1834 se abolió la esclavitud en Inglaterra y sus dominios, recibieron 6.000 libras esterlinas (millones hoy en día), pago que se hizo extensivo a todos los británicos dueños de esclavos, y decidieron aceptar el pago e irse. Cabe, viendo tanta bondad, civilidad y condescendencia, observar que nadie pensó en los esclavos, que no sabían leer ni escribir y que, quedaron totalmente abandonados y sin ningún tipo de compensación.
Ahora a la familia de Benedict Cumberbatch no le queda sino ver y esperar qué pasa con los Drax. ¡Y la mamá de Benedict, le había pedido que no usara su apellido ahora que es un actor famoso porque podían pedirle resarcir la inmensa fortuna ganada! Él por lo menos tiene una fortuna propia por ser tan buen actor y en el caso de su familia deben tener alguna minucia guardada teniendo en cuenta que en el siglo XIX se encontraban entre las familias más ricas del Reino Unido.
Solomon Northup, escribió un libro autobiográfico con la ayuda del escritor David Wilson y se reunió con su familia y fue feliz hasta donde pudo, era muy inteligente, un hombre de familia y buen violinista, pero nunca obtuvo justicia. Sus secuestradores fueron encarcelados pero dejados en libertad al poco tiempo y fracasaron sus intentos de demandar a James Birch, el tratante de esclavos que lo vendió en Washington porque siendo negro no podía atestiguar contra un blanco.
Sin embargo, su libro se convirtió en un bestseller ¡se vendieron 30.000 ejemplares! Con las ganancias del libro se compró una propiedad en el estado de Nueva York. Fue invitado a dar numerosas charlas y llegó a ser famoso. Después del 1860, no se supo más de él. Algunos creen que se desplazó hacia el sur para ayudar a Harriet Tubman a salvar esclavos fugitivos.
Y uno se pregunta ¿será que eso de pedir reparaciones se contagia? Es lo más probable. ¿Con quién se va a identificar un pueblo descontento, que ahora vive en la calle protestando? Lo que pasa en otras partes es cada vez más importante. Como ejemplo contaremos el cuento del niño a quién le preguntaron: «¿Quién mató a Goliat? Son cinco letras, las últimas tres son vid». Y el niño rápido contestó: “¡Covid!”
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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