Estaban de parranda, por Teodoro Petkoff
Un detalle interesante de la concentración opositora del sábado pasado fue la reaparición protagónica de los partidos políticos en esta clase de eventos. Fue como una suerte de reconciliación entre las organizaciones de la sociedad civil opositora y los partidos. Hasta hace poco todavía prevalecían entre aquellas organizaciones concepciones sumamente despectivas acerca de los partidos. La larga prédica antipolítica y antipartidos, que durante varios lustros se sumó a los reiterados errores de estos últimos, terminó por hacer de ellos y de los políticos las instituciones más desacreditadas y despreciadas de la sociedad. El acceso de Chávez al poder debe mucho no sólo a los gruesos errores de los partidos, a su autismo suicida, sino también a la campaña mediática que contribuyó a erosionar su credibilidad ante la opinión pública. Algunos de los que hoy se quejan del autoritarismo, en los partidos y fuera de ellos, bastante hicieron por conjurar el fantasma de la antipolítica. Hasta que les llegó el antipolítico por excelencia.
Pero los partidos tienen todavía un largo camino por delante. Recuperar la confianza de la población no va a ser fácil. Tendrían que comenzar por dejar de ser esclavos de las encuestas. Desde que los partidos se alienaron a los sondeos de opinión fueron abandonando la conducción política. En lugar de trazar líneas de acción y batirse por ellas, proporcionando conducción y liderazgo (dando a las encuestas el carácter de referencia y no de oráculos), se hicieron meros seguidores de la orientación popular que creían percibir a través de las encuestas. Si estas mostraban que para la gente el sol sale por el oeste y no por el este, pues por allí se iban los partidos.
Proporcionar conducción y liderazgo implica diseñar alternativas. El país está sumido en una crisis enorme, con una triple dimensión: político-institucional, militar y económico-social. ¿Qué es lo que se nos propone para hacer frente a esta crisis? ¿Salir de Chávez «como sea»? Con eso no se va al mercado. Cuando se habla de salida institucional, ¿de qué se trata exactamente? ¿Existe alguna previsión para el rediseño del Estado? ¿Qué interlocución se piensa establecer con los millones de pobres? ¿Qué hacer con una economía desfalleciente? Las preguntas son muchas, pero las respuestas no parecen estarlas proporcionando, por ahora, los partidos políticos. Tienen mucho trabajo por delante.
Por otra parte, el sábado los partidos y las organizaciones civiles propusieron la «desobediencia civil» como línea. ¿Qué significa eso? ¿Qué implica? Por allí anda también la idea de la «desobediencia tributaria». ¿Cómo es esto? ¿Dejar de pagar el IVA en los comercios? ¿Que los importadores dejen de pagar aranceles? Habría que tener cuidado con consignas de imposible cumplimiento, porque ello no puede conducir sino al desánimo y la frustración. Qué gran brecha ésta para que se inserten en ella los partidos. A lo mejor es verdad que la política es una cosa muy seria para dejarla solamente en manos de los políticos, pero peor debe ser dejarla en manos de aficionados que creen que la luna es pan de horno .