Estado, medallas y sociedad, por Alejandro Oropeza G.
Twitter: @oropezag
…Y yo misma me doy ánimo.
Ahymara Espinoza, atleta venezolana.
Entrevista del 30 de mayo de 2021.
Han sido múltiples las imágenes que nos llegan desde la lejanía nipona de nuestros héroes deportistas. Nos emocionan hasta las lágrimas, nos unen y hermanan como venezolanos que nos solazamos y regocijamos en el triunfo de un paisano, en cualquiera de las áreas o disciplinas en que se desempeñen.
El desempeño deportivo es particularmente propicio para hacernos sentir, compartir, celebrar y hacer nuestra la triunfal actuación de otro compatriota en cualquier disciplina.
Esto, ciertamente, sucede en todos los países y vemos cómo las sociedades casi se paralizan para acompañar a sus atletas, darles ánimo y aupar su actuación, la cual, regularmente, es de pocos minutos, a veces escasos segundos. No en balde las guerras y conflictos en la Grecia antigua se detenían para acudir a Olimpia a competir, a darlo todo para alcanzar la gloria.
También, en muchas ocasiones, el hecho deportivo pretende ser arrebatado de las manos de los triunfadores legítimos, por regímenes perversos, y alzar las medallas como trofeos políticos con la intención de usurpar la victoria y apropiarse del sacrificio, tesón y voluntad inquebrantable de los atletas. Regularmente, son Estados autocráticos de cualquier cuño los que emprenden tan pretensión, siempre repudiada, siempre rechazada. Pero no quiero referirme a esa impostura vergonzosa de un colectivo político charlatán en su fin de usurpar la gloria personalísima de un competidor.
Reconocemos que todo el Equipo Olímpico venezolano que participa honrosa y triunfalmente en los juegos de Japón lo hace bajo una precariedad asombrosa.
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Vimos —lo vimos—, conocemos el sacrificio diario de esa extraordinaria mujer que es Ahymara Espinoza, entrenando en un abandonado estadio, lo que de suyo ya diagnostica la condición del esfuerzo y, a pesar de ello, llegar a Tokio y representarnos y conquistar una posición gloriosa entre las mejores del mundo, lo que nos anima, estimula y da modelos de responsabilidad, voluntad inquebrantable y perseverancia en el objetivo. ¡Bravo!
Supimos del primer atleta venezolano integrante del equipo de refugiados, ese gran boxeador, Eldric Sella, que avergonzó a la acomodada élite del procerato revolucionario, que denostó y pretendió humillar su condición. Y, tan cierta es la realidad de refugiado, que su país de residencia temporal, Trinidad y Tobago, le negó la entrada y ahora deambula apátrida, solicitando un lugar dónde vivir y continuar su carrera.
La gloria alada de la plata se posó sobre Julio Mayora y Keydomar Vallenilla. Ese trabajo constante, esfuerzo y ganas de triunfo, de sacrificio y voluntad, se corona con sendas preseas.
Luego Daniel Hers, que decide representar a su patria, que su alegría nos reconforta con él y con todos en medio de los avatares que se padecen en nuestra muy vapuleada Tierra de Gracia. Acompañamos y nos ubicamos entre los 20 grandes del mundo deportivo de la disciplina a nuestra nadadora en aguas abierta Paola Pérez.
Finalmente, nuestra diosa mayor, nuestra reina indiscutible Yulimar Rojas, encabeza nuestro Olimpo criollo, al lado de toda la delegación, entrenadores y personal técnico. Un BRAVO desde el corazón y desde nuestra historia a todos. Son en total 43 atletas, lo más excelso de la juventud deportiva de la Venezuela de hoy.
Lo cierto es que estos triunfos, estas estupendas participaciones, que algunas de ellas culminan en medallas y diplomas olímpicos, se dan en medio del gran desamparo estatal hacia el deporte. Ahí están, las instalaciones deportivas abandonadas; las universidades, que deberían ser canteras y casa de deportistas para sus entrenamientos, destartaladas, abandonadas y destruidas.
Las canchas deportivas en las barriadas de nuestras ciudades en su gran mayoría ocupadas por bandas de malandros, antros de tráfico de drogas y violencia. ¿O es que se puede entrenar sin riesgo en esas canchas de La Vega? El deporte no escapa a la gran y universal debacle nacional.
Muchas veces, la gloria olímpica es el medio y la posibilidad incierta para que un humilde y abnegado atleta tenga la tranquilidad de una casa decente para él y su familia. Algunos de estos deportistas —los menos— tienen y conquistan la posibilidad de entrenar en el exterior, en donde acude la necesaria tranquilidad, la paz y la seguridad de su evolución en función de sus potencialidades. Otros, la mayoría, se quedan en el camino, frustrados, sin posibilidad de descollar talentos, de crecer y desarrollarse; pasto de la inactividad, el delito y la violencia; del hambre, la necesidad y la indolencia.
Entonces, emerge la gran paradoja en uno de los países que tuvo grandes posibilidades gracias a su riqueza y gente. Paradoja, fíjense ustedes, que bien puede definir una nueva etapa en el desarrollo de nuestra condición de nacionales de este país, de ciudadanos venezolanos, la cual es: reconocer activamente que lo que podamos hacer, desarrollar, conquistar y alcanzar lo tenemos que construir y labrar como miembros de una sociedad solidaria y voluntariosa, con nuestro propio esfuerzo, voluntad y ganas y, que esas condiciones presentes en cada uno de nosotros deben forjarse al fuego de un espíritu inquebrantable. Cuerpo y mente.
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Somos nosotros los responsables de nosotros mismos, como ciudadanos, como parte de una comunidad que está en capacidad de alcanzar la gloria ¿No? Y entonces, ¿qué ha hecho el Equipo Olímpico venezolano? Con muchas ganas y muy poco Estado. Con toneladas de voluntad y muy poco apoyo oficial. Con redes poderosas en esas comunidades orgullosas y solidarias y la oscuridad de muchísima demagogia y discurso político falaz y manipulador.
Somos una sociedad que día a día nos demostramos ante nosotros mismos; que buena parte hemos aprendido la lección, en medio de este descalabro universal de la calidad de vida del venezolano. Somos nosotros dentro y fuera, con los más de seis millones de panas regados por el mundo, los que este fin de semana corrimos paso a paso, infinidad de veces la distancia de Yulimar y volamos por los cielos japoneses con ella. Todos apoyamos gramo a gramo y pujamos el alza de cada kilo de Julio y Keydomar. Todos montamos en la bicicleta perdida de Daniel y respiramos aliviados cuando apareció en la villa olímpica y reímos con él. Lamentamos con Julio la derrota (así es el deporte); y lanzamos la esperanza lejos con Ahymara. Y braceamos en ese mar lejano con Paola, nos soportó la garrocha de Robeilys queriendo más. Estamos al lado de todos y cada uno de los integrantes de ese histórico equipo olímpico.
La demagogia oscura ya intenta el secuestro de la gloria de los otros, a la cual ni ejemplo ni modelo ni mucho menos apoyo han dado. Ya se anuncia por el desgobierno, el programa o plan o cualquier rimbombante nombre que consigan, París 2024. Quizás, le pongan y lo bauticen como «misión», vaya usted a saber qué… Lo cierto es que será lanzada. Sí, y se gastarán millones y millones de esa entelequia llamada bolívar, con quién sabe qué nuevo apelativo monetario. O de dólares ¡Sí! Son más productivos y atrayentes para la nueva corrupción.
Lo cierto es que un atleta no se decreta, no se forja con palabras al viento ni en el corto plazo ni con hambre, necesidad, inseguridad y violencia; una competidora, un competidor debe aglutinar en sí: esfuerzo, voluntad, ganas, valor, sacrificio y un espíritu de acero, y de todo eso hay por acá… ¿Alguien lo duda?
Conformaremos un nuevo Equipo Olímpico venezolano para el 2024, muchos de los integrantes de este estarán en el próximo; otros se estrenarán en la tarea y la responsabilidad. Tal vez… tengamos dentro de cuatro años un nuevo gobierno (digo, de verdad) que trabaje honestamente y avance en la reconstrucción de todo lo arrasado. Lo cierto es que como que vamos aprendiendo cómo hacer las cosas sin ese Estado omnipresente y tutelar al que estábamos acostumbrados, además de ineficiente.
Quizás la sociedad, las comunidades, el sector privado, empresarios auspiciantes, universidades, liceos y colegios, juntas de vecinos y de condominio, oenegés, gobernaciones, alcaldías y un nuevo Estado nacional, etc., logren el diseño de estrategias de estímulo y preparación de nuestros atletas; sean o no estudiantes universitarios; sean o no trabajadores de esas empresas; que vivan en comunidades y edificios que se sientan orgullosos de tenerlos en su seno. En fin, que lo importante sea SER venezolano y estar dispuestos, hombres y mujeres, a trabajar, y trabajar duro para seguir sintiendo lo que sentimos y sintieron los atletas este julio-agosto de 2021; y que siempre sean ejemplo y modelos para todos nosotros.
¡Honor y gloria a los nuevos DIOSES Y DIOSAS DEL OLIMPO en pleno siglo XXI!
Alejandro Oropeza G. es Doctor en Ciencia Política. Escritor. Director Académico del Politics Center Academy-USA. CEO de VenAmerica, FL.
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