Estamos en campaña electoral, disculpen los insultos, por Víctor Álvarez R.

En las Municipales del 27 de julio se elegirán 335 alcaldes y 2.471 concejales. Los partidos políticos tienen una razón de ser: conquistar el poder para servir al interés común. Se diferencian por su ideología, doctrina y estrategias. Su acción política es una combinación de razón y emoción, de inteligencia y pasión.
En las parlamentarias y regionales del 25 de mayo, el 75% de los electores se abstuvo de votar. El resultado fue que los candidatos oficialistas ganaron 23 de las 24 gobernaciones y 256 de los 285 diputados a la Asamblea Nacional. En las Municipales se elegirán 335 alcaldes y 2.471 concejales.
Si en las Municipales del 27-J otra vez se registra una elevada abstención, se repetirá el mismo resultado de las Parlamentarias y Regionales del 25-M y esto tendrá un alto costo. Si la oposición pierde los 111 alcaldes que ahora tiene, también perderá los 954 concejales y el país descontento se quedará sin representación política en los espacios de resistencia y lucha institucional.
Cuando las organizaciones políticas no participan en las elecciones que se convocan, se desmovilizan y quedan desmanteladas, no acumulan fuerzas y, por el contrario, pierden espacios de representación y poder a través de los cuales se vinculan con las necesidades y demandas de los electores.
Si algo queda claro en este largo ciclo electoral es que las organizaciones políticas están muy desprestigiadas y no dan señales de reinventarse para desarrollar nuevas formas de conexión con la sociedad. En vez de generar propuestas concretas y viables para resolver la problemática que afecta a las comunidades, el debate político-electoral se llena de insultos y ataques personales. Los partidos viven sumergidos en sus crisis internas y pugnas con otros partidos donde el desprecio, la descalificación y el insulto signan la campaña electoral. Es la política del escándalo que agrava el desgano y la apatía electoral.
Quienes se limitan a criticar al gobernante de turno sin proponer alternativas sensatas y viables demuestran un gran desconocimiento e incomprensión de los problemas reales que afectan a la gente. El elector no se siente motivado por la pobreza de un discurso electoral que se limita a describir una problemática que ya conoce muy bien porque la sufre y padece día a día. El elector quiere escuchar propuestas concretas para solucionar los problemas concretos que afectan su cotidianidad. Para romper la inercia abstencionista, el elector debe ser motivado con propuestas claras para mejorar la calidad de vida en el municipio donde habita.
Tal como ocurre en otros países, en Venezuela las organizaciones políticas son cascarones vacíos que han perdido vigencia como medio de organización y participación ciudadana. Los partidos de la oposición exigen democracia y alternancia en el poder, pero no celebran elecciones internas para renovar sus directivas, los viejos dirigentes se aferran al mando y le cierran el paso al nuevo liderazgo, dando origen a pugnas internas que ha servido de pretexto para judicializarlos, intervenirlos y entregarles su conducción y símbolos a disidentes que tampoco cuentan con el apoyo y reconocimiento de las bases del partido.
Para conectarse con el sentir del elector, los partidos políticos están llamados a fortalecer su capacidad de análisis y comprensión de la realidad a transformar, ofrecer un programa de gobierno atractivo que estimule a votar, postular buenos candidatos –con liderazgo y capacidad de gestión–, y contar con una maquinaria electoral capaz de organizar y movilizar al electorado descontento.
Quienes se propongan capitalizar electoralmente el descontento nacional tienen que ofrecer al elector una alternativa superior a la de su competidor. De lo contrario su aspiración política será vista como simple ambición personal y serán considerados como más de lo mismo, o más de lo peor.
Víctor Álvarez R. es economista. Investigador/consultor. Premio Nacional de Ciencias. Director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral
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