¡Estamos en una cola!, por Eduardo López Sandoval

En una cola estamos, no en el sentido que le dan los mexicanos a la palabra cola, que tiene el libidinoso, lascivo, lujurioso, obsceno, sensual, impúdico, libertino, erótico, voluptuoso, vertical e insuperable sentido de trasero, o nalgas. Por lo menos un par de amigos que estudiaron en diferentes lugares y tiempos en México me cuentan que los venezolanos como “nuevones”, cuando cometen las primeras novatadas, -les ha pasado a muchos-, que se les ha ocurrido pedir la cola –para solicitar el aventón– a un mexicano bigotudo, y en no pocas ocasiones el dislate ha superado el acalorado intercambio de palabras…
Para evitar malos entendidos, para no dar la posibilidad a un “pasao” que entienda que estamos en un cu…, vamos a cambiar el título: estamos en una fila de gasolina.
En una de las primeras semanas de uno de los últimos meses del año, poco después de que el Contralor General de la República, en una de las colas, –perdón, en una fila–, de las propagadas y extendidas por todo el país, “diagnosticó” y “remedió” la enfermedad de la falta de gasolina…
Rodeado de un enjambre de multicolores y mono sápidos micrófonos, el bolivariano declaró tajante, que, –ese tajante debe entenderse como que sin un gramo de piedad le sacó un tajo a nuestra aporreada credibilidad–:
–Aquí no falta gasolina, en el país hay suficiente producción y distribución de gasolina y gasoil– Palabras más, palabras menos.
Y dejó oír el diagnóstico bolivariano y chavista:
–Estas colas se presentan porque los concesionarios apátridas ponen a trabajar una sola isla…
Ahora sí, la cita es textual:
–“Desde aquí le decimos a los venezolanos: ¡tranquilidad, no se desesperen! no hace falta hacer esas largas colas porque hay gasolina suficiente para todos los vehículos en nuestro país”
*Lea también: Hambre y locura, por Américo Martín
La solución: puso la cara del gordito que se sabe tenedor de la solución que le obsequió el mago de la lámpara, y deja que se derrame la buena nueva entre micrófonos:
–Ordenaré quitar las concesiones a estos malvados escuálidos, y ya ordenamos que salgan ya 130 gandolas cargadas de gasolina a solucionar estas fallas en el paiiiiís…
Este tsunami de mentiras es fácil descubrirlo, lo difícil es evitarlo. Lo develamos con una preguntita, que tú te has hecho mi pana lector, porque seguro tú eres un colero: ¿De dónde saca dinero el empresario dueño de la bomba para pagar el mantenimiento y las reparaciones a todos los aparatos de las islas dispensadoras de gasolina, y a los bomberos? ¡Si lo que vende es gratis…!
Acerca de la tajante solución de las 130 gandolas que remediarían el problema, vale: ¿Solucionaron algo?
Otro comentario para el tsunami de mentiras, si el Contralor ha dicho que el problema está en las islas, cómo es que encontró la solución en las gandolas… (¿?)
(Vale este paréntesis, escribo el presente en una fila de gasolina, se me acerca –por la sombra y la conversa–, un amigo colero, le da una ojeada al borrador de este escrito, muestra su acuerdo y le agrega esta pregunta: ¿Qué hace el Contralor General en estas funciones del inspector más raso del órgano público encargado de proteger al consumidor?)
Este escribidor hasta esta línea no ha dicho nada que los coleros de gasolina en Venezuela, –que somos todos menos los enchufados-, no sepan, es verdad. Pero en la próxima oración agregaré una bagatela que a la mayoría de ustedes sorprenderá: Conozco personalmente al Contralor. Sí, compartimos un espacio de trabajo por cinco años el siglo pasado.
No conocemos a Elvis Amoroso capaz de meter tan gigante mentira, en vivo, ante las cámaras, no tiene esa capacidad histriónica:
-¡No hay problema de escasez de gasolina en Venezuela!
Esto sólo es posible si el funcionario se cree la mentira, ante lo cual no estamos ante el conocido por viejo problema de la demagogia, se trata de un problema nuevo, la Mitomanía Colectiva del Gobierno, –argumentamos como peregrina hipótesis de trabajo–, y me despido a la llanera, por si al caso yo no vuelvo, con una cita de la web al respecto de la Mitomanía como enfermedad individual, no la colectiva, que es la novedad que intentamos asomar: “Se conoce como mitómano al mentiroso patológico que tiene el hábito de mentir para eludir responsabilidades u obtener beneficios. La mitomanía es un trastorno psicológico enraizado en personas inseguras, con sentimientos vengativos. Algunos dictadores creen ser redentores y le mienten a la población para construir su propio imperio del miedo y el terror, donde se practica la tortura, el secuestro, las muertes casuales y el hambre. La mentira y el miedo han servido para incitar a la violencia. La historia de la humanidad hay que escribirla con honor, honestidad y dignidad. El machismo, el autoritarismo y el narcisismo son patrimonio de los dictadores y mitómanos que se apoderan de los poderes del Estado para luego, en su desbocada vida paranoica, descargar sus culpas en adeptos, amigos y enemigos. Dicen no conocer a nadie e inventan historias para eludir responsabilidades. Lo más lamentable, hay gente que todavía les cree.” Dr. Rodrigo Contero Peñafiel . Fuente: www.eltelegrafo.com.ec
Estamos en una cola. Punto.