Estamos mal y vamos mal, por Teodoro Petkoff
La batalla contra la inflación se está perdiendo. En marzo el país se sorprendió con el fenómeno de la inflación negativa. Hubo deflación: -0,7% . La alegría duró poco. La inflación apenas si había dado un paso atrás para coger impulso y al cierre de abril, el average del monstruo comesueldos alcanzó a 1,4% . Anualizada, abril 2006-abril 2007, la inflación monta a 19,2% y en lo que va de año está en un poco más de 4% . Estamos mal y vamos mal. De las medidas tomadas para abatir la velocidad del alza de los precios apenas si funcionó la reducción del IVA, en marzo, de 14 a 11% . Eso explica la deflación de ese mes. Pero el efecto IVA tiene lugar una sola vez:
el mes en que se aplica. Volverá a operar cuando le tumben los otros dos puntos, de 11 a 9. Entre tanto, los factores inflacionarios han continuado trabajando a millón.
El gobierno es prisionero de su política fiscal y de su política cambiaria. Saben sus técnicos que en estos dos ámbitos está la clave de la inflación, pero no pueden hacer nada. La línea fiscal y la cambiaria están movidas por razones políticas y frente a eso MinFinanzas y el BCV son impotentes. MinFinanzas toma la decisión de remitir al Banco del Tesoro los dólares de Pdvsa, para transformarlos en bolívares a medida que se requieran y aliviar así el peso colosal de la liquidez monetaria, pero Miraflores pide plata y el chorro no cesa. En el primer trimestre la liquidez apenas si fue rasguñada por los bonos de Pdvsa. Continúa gravitando sobre los precios, como los planetas en torno al Sol. La expansión de la demanda jala los precios hacia arriba. Los productos controlados suben más lentamente que los demás, es verdad, pero desaparecen de los anaqueles. El producto más caro termina siendo el que no se consigue.
Por otro lado, la escasez no es mayor porque la demanda es atendida por el desmadre de las importaciones, favorecido por el cambio controlado y fijo, anclado. El dólar es tan barato en esta economía inflacionaria que hace de las importaciones (y del mercado negro), el mejor de los negocios. Trancan intermitentemente Cadivi para reducir importaciones y, sin embargo, la tercera parte de estas, el año pasado, fue financiada con dólares paralelos, cuya tasa, cerca del doble de la controlada, opera como marcadora; determina los precios, entre otras cosas porque los de reponer mercancías se calculan sobre la tasa paralela.
Hay oferta de bienes importados, pero no siempre de los que hacen más falta. Se consigue Camembert pero no “paisa”. La escasez es gasolina para la inflación.
Por otra parte, el peso de las importaciones aplasta el aparato productivo interno. Frente a 36 mil millones de dólares de importaciones no hay núcleos endógenos ni cooperativas o EPS que resistan. El gobierno conspira contra su propia política productiva. El control de cambios y los de precios, utilizados como diques contra la inflación, terminan estimulándola.
Es un círculo vicioso.