Estas fueron las razones para alzarse el 4F de 1992… ¿les suenan?
En Fuerte Tiuna la madrugada de este 4 de febrero de 2022 fue de fiesta. Desde el día anterior se armó el barullo por la inauguración de la «plaza 4F» en honor a los 30 años de la asonada golpista que protagonizó Hugo Chávez y otros insurrectos. El acto estuvo encabezado por el ministro de Defensa Vladimir Padrino y el diputado Diosdado Cabello.
Antes de que amaneciera el 4F vecinos de los edificios residenciales del lugar tuvieron que despertar: ruido, música, consignas, dianas, y un escándalo sinfín puso en vela a toda una comunidad para «celebrar» las tres décadas de aquel episodio.
Quizá del 4F solo queda eso: el jolgorio de quienes 30 años después llevan más de 20 controlando el aparato del Estado. Pero en la historia hay más para recordar. Por ejemplo, las razones para aquella insurrección que lideraron Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández y Jesús Miguel Ortiz Contreras —varios de ellos opositores al chavismo gobernante años después.
Ellas están explicadas en el documento Las razones que nos obligaron a insurgir, firmado en la Cárcel de Yare en junio de 1992 por algunos de los oficiales que encabezaron aquellos hechos, de donde tomamos varios extractos muy llamativos, aquí recuperados con el solo propósito de no olvidar nuestra historia:
«Nos dirigimos a la Nación para exponer las razones que nos obligaron a insurgir contra un gobierno devenido en Tiranía, que como tal se arroga todos los Poderes del Estado y que pone en entredicho la independencia y la integridad territorial de la Nación, su unidad, la libertad, la paz y la estabilidad de las instituciones, la protección y enaltecimiento del trabajo, el amparo de la dignidad humana, la promoción del bienestar general y de la seguridad social, el logro de la participación equitativa de todos en el disfrute de la riqueza, según los principios de la justicia social, el fomento del desarrollo de la economía al servicio del hombre, el mantenimiento de la igualdad social y jurídica, el mantenimiento del patrimonio moral e histórico de la Nación, forjado por el pueblo en sus luchas por la libertad y la justicia y la acción de los grandes servidores de la Patria cuya expresión más alta es Simón Bolívar, El Libertador, violando con ello los objetivos programáticos expuestos en el Preámbulo de la Constitución y desarrollados por ésta”.
“¿Cómo negar que el Presidente Carlos Andrés Pérez es el hombre que en dos gobiernos nos empobreció y endeudó fraudulentamente en beneficio propio y de sus cómplices, que empujó a la gran mayoría de la Nación a la miseria y a la mendicidad, que amenaza a su propio pueblo con invasiones extranjeras si persiste en repudiarlo, que puso en entredicho la independencia, soberanía e integridad de la Patria, que impide la libertad de expresión y condona las amenazas de vida contra los disidentes, permanece indiferente ante la inseguridad pública y ante la violación de los derechos humanos a escalas inimaginables en las cárceles y retenes del País, e incita o tolera que los adulantes exculpan sus rasgos faciales y gestos en estatuas hechas a imagen del Padre de la Patria? ¿cómo negar que esto llena todos los extremos que los hombres y las leyes atribuyen al tirano? ¿Cómo ignorar la responsabilidad de las cúpulas partidistas, económicas, financieras y militares en la postración de la República y su condición de beneficiarios y copartícipes voluntarios en este estado de cosas?”.
“Las Fuerzas Armadas se transformaron de pueblo en armas al servicio del Estado y de sus instituciones, en cómplices y sostén de los usurpadores de la soberanía política, de los traidores a la Patria, de los saqueadores de la Hacienda Pública, de los hambreadores del pueblo en provecho propio, de los traficantes de honras y conciencias y de los destructores de todos los valores éticos y morales que nos legaran el Padre de la Patria y los libertadores”.
“No existe una degradación mayor para una Nación que aceptar, pasiva e indiferente, la conculcación sistemática y cotidiana de los más elementales derechos humanos consagrados y garantizados por la Constitución Nacional, y la instauración de una tiranía que pretende ocultarse ostentando máscara de democracia, mientras usurpa la soberanía popular”.
“El pueblo venezolano abandonó toda esperanza de recuperar la soberanía que le fue usurpada y el restablecimiento del imperio de la Constitución y de las leyes, y optó por hacer uso del derecho a manifestación, consagrado en el artículo 115, ya que el derecho a manifestar no es sino la derivación del derecho primario a la libertad de expresión, del cual sólo difiere en la forma pero no en la esencia”.
“En Venezuela no existe separación alguna entre las ramas del Poder Público, pues los Partidos Políticos, violando deliberadamente su función de intermediarios entre la sociedad y el Estado, conspiraron entre sí para usurpar la soberanía popular y lograr que el Ejecutivo se arrogase la totalidad de los Poderes del Estado. Con lo que el Ejecutivo devino en tiranía y el ejercicio de la soberanía popular, a través del voto, quedó reducido a una farsa grotesca, deliberadamente vaciada de todo contenido y propósito”.
“Toda tiranía teme el momento en que el pueblo despierta y reacciona a la pérdida de la soberanía política. La tiranía (…) se caracteriza por el ejercicio personal del poder, en provecho propio y en perjuicio de los opositores reacios, criminales sin más para el tirano, que no admite resistencias a su voluntad. La persecución personal, la privación de los empleos, la expropiación arbitraria, la crueldad sanguinaria en la represión”.
“Si no se atiende a las opiniones que sobre el sistema político y el gobierno emanan de la sociedad, a través de sus múltiples voceros, sean estos institucionales o personas que gozan de autoridad moral y son consideradas voceros legítimos del sentir popular, se produce de hecho la negación del derecho a la libertad de expresión”.
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Las líneas anteriores son parte de la historia política venezolana. Tiene fecha específica, 1992, y sus autores están bien identificados. Estos razonamientos están ampliados en el libro La rebelión de los ángeles firmado por Ángela Zago sobre los pormenores de aquella insurrección, entre otros escritos de la época.
30 años han pasado y la fiesta (o la rumba) sigue para unos pocos mientras que para la mayoría lo que hay es resaca o ratón, incluso moral. Durante la inauguración de la plaza en Fuerte Tiuna en 2022, Diosdado Cabello dijo que «el espíritu del 4 de febrero no va a morir jamás». Si es así, la pregunta es —leyendo las razones expuestas para insurgir— ¿qué rol cumplen ahora quienes participaron de aquellos eventos?
Y quienes los apoyaron, ¿lo harían de nuevo?