Este es el mejor invento de la humanidad, por Reuben Morales
Ni la rueda, el automóvil o el internet. El mejor invento de la humanidad es ese artefacto diseñado para darnos placer mientras nos autocomplacemos: el cortaúñas. Solo pensemos en ese nivel de estrés que tenemos cuando hay un pellejito levantado en el dedo o cuando tenemos las uñas tan largas que literalmente podemos cumplir el dicho de “Báilame ese trompo en la uña” (lo cual no aplica a guitarristas).
Es que no me imagino cómo lidiaban nuestros ancestros con el tema de las uñas largas. ¿Las raspaban contra el piso como los perros? ¿Se las picaba un tigre colmillo de sable? ¿Contrataban a un ninja con catana? Un problema que no pudieron resolver ni Galileo ni Newton, porque fue en la Edad Media cuando llegó la dinastía Ming a China e inventó el primer cortaúñas (aunque creemos que lo copiaron).
Tras ese momento, me imagino a todos los cuchillos, machetes, sables, espadas, navajas, dagas, chuzos y catanas cayéndole encima al pobre cortaúñas:
- ¡Gracias a mí, Napoleón conquistó Europa!
- ¡Y conmigo, grabaron todas las temporadas de El Zorro!
- Sí -respondió el cortaúñas- pero yo he viajado al espacio y conozco a Messi y a Ronaldo en persona.
- Sí, pero cuando nosotros picamos algo, al menos sabemos dónde queda. En cambio, tú nunca sabes dónde caen las uñas.
- Sí, pero eso es cuando no me están usando para limpiar un oído.
Porque esa sensación de paz que genera el uso de un cortaúñas no solo ahorra sesiones con el psicólogo, sino que ayuda a sobrellevar momentos horribles de la humanidad, como el esperar a que te atienda una llamada el banco, las reuniones virtuales del trabajo, las notas de voz de más de cinco minutos y el esperar que se arregle tu pareja para salir.
Es más, si usted quiere evitarse la ansiedad que produce el decir la frase “¿¿¿Alguien en esta casa me puede decir dónde puso el cortaúñas???”, le recomiendo tener uno en cada espacio de su hogar. Porque si una persona precavida vale por dos, una persona con cortaúñas vale por tres y medio.
De hecho, tenga uno hasta en el carro. Porque hallarse metido en el tráfico sin un cortaúñas a la mano, puede quitarle hasta tres años de vida según Harvard (Harvard es un manicurista amigo mío que trabaja cerca de la casa).
*Lea También: Por si piensas hacer un picnic, por Reuben Morales
Por eso, me atrevo a soñar con una humanidad agradecida que en el futuro saque un premio más importante que el Nobel: “El cortaúñas de oro”. Un galardón para premiar a todos aquellos que inventen cosas para facilitarnos la vida. Si no, entonces creen un superhéroe cuyo superpoder sea bajar los niveles de ansiedad del planeta: Cortauñamán. Y si no, al menos démosle a este artefacto su merecido lugar en la historia, proclamando el 31 de enero como el Día Internacional del Cortaúñas. Día en que éste culmina sus vacaciones luego de que estuvimos todo enero comiéndonos las uñas.
Entonces no entiendo por qué en la zona de rayos X de los aeropuertos se empecinan en quitarnos los cortaúñas. Supuestamente para evitar ataques terroristas. ¿Pero es que acaso un terrorista va a sacrificar un objeto personal tan preciado e indispensable como el cortaúñas? Además, ¿qué hacen los aeropuertos con ese cerro de cortaúñas que decomisan? Deberían ponerlos en adopción bajo el lema de “Adopta, no compres”. Así les darían hogar a esos cientos de cortaúñas abandonados y sin amo. Incluso haciendo que hasta algunos se conviertan en cortaúñas de soporte emocional.
Porque muchos aún no parecieran valorar cómo esos diez o veinte clics mágicos pueden cambiarnos el día, limpiándonos los chacras y renovándonos el aura. Efecto que puede durar como una semana o, si no, hasta que sueltas el cortaúñas, vas a tratar de desabotonar un jean o abrir una lata de refresco y dices: “¿Pa’ qué me corté las uñas?”.
Reuben Morales es comediante, profesor de stand up comedy y escritor de humor.