Este fue el discurso de Juan Guaidó al asumir la Presidencia del Parlamento
El 5 de enero fue juramentada la directiva del Poder Legislativo para el período 2019-2020. Este fue el discurso leído por el diputado Juan Guaidó, nuevo presidente de la Asamblea Nacional
Colegas parlamentarios, pero en especial pueblo de Venezuela, connacionales, compatriotas, “Gritemos con brío, muera la opresión, COMPATRIOTAS FIELES, LA FUERZA ES LA UNION”.
Es una victoria para Venezuela haber consolidado la unión necesaria de este parlamento que hoy resiste y mantiene sus puertas abiertas, gracias al sacrifico y determinación de sus diputados. No podemos negar que tenemos una deuda pendiente con todos los venezolanos, generamos expectativas a la altura de las cuales no estuvimos por omisiones o errores, y tienen derecho a ser críticos. Tienen razones para reclamarnos. Pero tampoco se puede negar que ha sido el trabajo de todos estos diputados el que nos permite decirle a esos mismos venezolanos que nos exigen mucho más, que hoy contra todo pronóstico, estamos juramentando una directiva de la Asamblea Nacional que se mantiene en pie como poder legítimo electo por el voto popular. Y eso es una victoria. Que tendrá mejores resultados si logramos la unificación de todas las fuerzas democráticas dentro y fuera del país.
Este día es una victoria en el contexto de 2019 que comienza cargado de retos. En los últimos años, Nicolás Maduro y su gobierno desmantelaron el Estado de derecho. Y el Estado de Derecho no es un invento de leguleyos que no tiene que ver con el venezolano de a pie. El Estado de Derecho es precisamente el piso que le debería permitir a cada venezolano defender su vida, su trabajo, sus ideas y decidir su destino.
El hombre en Miraflores primero pretendió desconocer a este Parlamento mediante innumerables sentencias dictadas por sus magistrados exprés, después nos negó a los venezolanos el derecho constitucional de ir a un referéndum para revocarle su mandato e implementó de manera ilegítima, no teniendo siquiera el decoro de su padre político de convocar un referendo previo, una Asamblea Nacional Constituyente, como uno de los grandes atropellos a la Carta Magna y la soberanía popular. Un ente que viola de forma masiva y sistemática los derechos humanos de los ciudadanos y que no solo ha encarcelado, torturado, asesinado, inhabilitado y desterrado a cientos de dirigentes de la oposición, a líderes sindicales, alcaldes, diputados, líderes comunitarios, sino también sumemos a los más de 150 presos militares y miles de uniformados que han pedido la baja o han tenido que desertar.
Este desmantelamiento del Estado ha sido la única respuesta del gobierno ante un país que no ha querido doblar su espíritu, la respuesta de un gobierno que no pudo quebrar a los presos como a Leopoldo o Ceballos, Gilbert Caro o Wilmer Azuaje, que no pudo comprarnos a todos, que no pudo desaparecer a los partidos políticos que aquí estamos, a la sociedad civil que hoy nos acompaña, a una generación que no por la edad si no porque nos tocó, se labró en el sacrificio por la noble causa de la libertad desde el 2007.
Frente a este desmantelamiento, mis estimados miembros de la comunidad internacional a quienes hoy agradezco en nombre de toda Venezuela su presencia y reconocimiento, es imposible decir que el régimen tenga intención alguna de rectificación.
Simplemente juegan con el tiempo y con medias verdades para hacer ver ante sus acreedores y prestamistas que quieren buscar una solución a la crisis, mientras de manera desesperada se alían con grupos irregulares que han cruzado nuestra frontera. Si quisieran una solución aquí ha estado siempre el parlamento, ahí están sus curules vacías, ahí han estado sus curules vacías todo el año, son ellos quienes abandonaron la posibilidad de entendimiento en el espacio natural de diálogo de cualquier país, su parlamento. Si quisieran una solución real ocuparían los espacios que les dio el voto, no presionarían a sus diputados para que los dejaran vacíos y no secuestrarían los derechos ni negarían al ciudadano en estado de miseria, del mismo modo como niegan la peor crisis que atravesamos en la historia de nuestra República.
Con este panorama era imposible que el año arrancara con celebraciones, fuegos artificiales o música. El 31 de diciembre, como lo vimos en nuestras ciudades y pueblos, como lo pudieron contrastar los miembros del cuerpo diplomático que han recibido el año en otros países, aquí lo que reinaba era un gran silencio.
Este silencio nos recuerda la soledad de aquellos cuyos hogares sufren por la partida de sus hijos y nietos al exilio, o de niños cuyos padres no pudieron darles el abrazo de año nuevo porque se encuentran afuera para poder enviarles dinero. Son más de 3.300.000 venezolanos quienes se han visto forzados a huir de la crisis buscando lo que hoy este gobierno no les ofrece: oportunidades, trabajo y libertad. Este silencio nos recuerda el sufrimiento de aquellos familiares que extrañan a los más de 27.000 venezolanos que perdieron la vida producto de la inseguridad y la violencia solo el año pasado.
Hoy las madres despiden a sus hijos, en el aeropuerto, la frontera o en el peor de los casos el cementerio, y con ellos la posibilidad hacer justicia. Este es el silencio del cuarto de Neomar, Manuel, Miguel, Cesita, Geraldine y tantos jóvenes que ya no se encuentran físicamente entre nosotros. Nos recuerda el silencio de los calabozos de la Tumba, Helicoide, DGCIM, Ramo Verde, donde cientos de presos políticos civiles y militares, sufren tratos crueles y violaciones a sus derechos humanos, por pensar distinto al régimen opresor. Este es el silencio de Oscar Pérez y sus compañeros luego de ser ajusticiados de forma inhumana y cruel hace ya un año, el próximo 15 de enero. Este es el silencio que sufrimos al no escuchar dentro del Parlamento Nacional a nuestro colega Diputado Juan Requesens injustamente preso y torturado hace 151 días. Hermano hoy recuerdo tus palabras de valentía: Yo me niego a rendirme.
Este es el silencio forzado que pretendió imponer el régimen al perseguir a Leopoldo López, Freddy Guevara, Julio Borges, David Smolansky, Lester Toledo, Antonio Ledezma, Warner Jiménez, Carlos Vecchio, Gaby Arellano, Omar Lares, Ismael García, José Manuel Olivares y tantos otros. Este es el silencio que se vive en el hogar de nuestro hermano Fernando Albán, ejecutado vilmente por sus captores. Pero por cada uno que han callado, expatriado, asesinado o apresado ha surgido otro listo a tomar su lugar y la prueba está precisamente en este Parlamento, en toda una generación nueva que sigue luchando. Por cierto, es este también el silencio en el hogar de Nelson Martínez, la revolución se come a los suyos cuando le son incómodos, colaborar con el sistema no le garantiza a nadie estar a salvo.
Maduro no le garantiza a nadie estar a salvo, ni de la persecución, ni del hambre. Lo que garantiza protección, es el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, que ellos han violado sistemáticamente. Nosotros queremos la protección de todos los venezolanos sin distingo, porque creemos en la vida, el sistema republicano y la paz.
Y en medio de este silencio hemos arrancado el 2019 con el reto inédito de comenzar el periodo constitucional sin un Presidente. Hoy tenemos que afrontar la responsabilidad de conducir el destino de la nación y asumir la representación del Estado, siendo la Asamblea el único poder en pie producto de la elección popular reconocido nacional e internacionalmente.
Para completar el contexto que necesariamente debemos asumir hoy, esta crisis política ocurre en paralelo a la peor crisis económica y social de nuestra historia. Una crisis que nos obliga a asumirnos en Dictadura, sin máscaras, sin disimulo, sin filtros; a reconocer que enfrentamos un sistema opresor y miserable que nos obliga a depender de una caja CLAP, cuando deberíamos poder comprar lo que queramos en el abasto con lo que ganamos por nuestro trabajo, como lo hicieron nuestros padres y nuestros abuelos. Nadie hace una cola ni protesta por comida por simple gusto, sino por la necesidad; un sistema que ha llevado a las instituciones y sus funcionarios a vivir de la corrupción, porque su salario es destruido por la hiperinflación que no han podido frenar; un sistema que no solo saqueó Pdvsa, sino destruyó su capacidad productiva y la de toda la industria venezolana; un sistema del cual solo se benefician cinco envilecidos ladrones a costa de la destrucción y el empobrecimiento de aquel país de oportunidades donde crecimos todos. País, en el que crecieron ellos también pues esa Venezuela le permitió a una familia de maestros de Barinas graduar a varios de sus hijos como profesionales y cadetes.
Hablo desde la experiencia, para nadie es un secreto mi origen, vengo de un hogar humilde de La Guaira, Yo soy un sobreviviente… no una víctima.
Sobreviví a la tragedia de Vargas, como millones de hermanos he sufrido la angustia de la necesidad, el hambre desesperanzadora y las largas horas de espera de una camioneta de transporte público. Pero con todas esas penurias no puedo ocultar que en la Venezuela que crecí encontré oportunidades y viví la alegría de superar la pobreza cuando ya podíamos bañarnos en casa sin el tobo de agua, cuando un plato de arroz y caraotas y muchas veces carne mechada servía de alimento a todos en el hogar, cuando mejores formas de transporte como el Metro mejoraban mi calidad de vida.
Pero hoy esa alegría se fue, pues regresamos a bañarnos con tobo, a alumbrar con velas, a cocinar lo poco que se consigue con leña y a parar la moto o el carro por falta de repuesto.
En esta Venezuela del socialismo del siglo XXI ya no hablamos de pobreza, hoy se trata del castigo de la miseria, el retroceso de los más necesitados a una lucha por la sobrevivencia, a las humillaciones a trasladarse en vehículos de carga, en perreras, perdiendo la vida como ocurrió en mayo en Lagunillas, a la angustia de preservar la vida ante la enfermedad como nuestros pacientes renales, a niños que escogen, como si estuviéramos en los años 20, entre ir a la escuela o trabajar caleteando agua, como ocurre en Montesano en la Guaira. Y además el desconsuelo del exterminio de las oportunidades que sufren los venezolanos que hoy transitan por Suramérica a pie. Recorriendo los mismos pasos que nuestro libertador por los Andes, pero esta vez no a llevar la Libertad sino a buscarla, habiéndola perdido en su país ese que se la dio al continente hace dos siglos.
Esta tragedia no es producto de un fenómeno natural, el desangre provocado por la corrupción de estos últimos 20 años es la crisis que llega a un país cuyos recursos han sido saqueados como lo hicieron con Pdvsa, caso que denunciamos desde este podio cientos de veces, y ahora van por los recursos minerales en el arco minero destruyendo la tierra de nuestros ancestros, sin detenerse ante la masacre a nuestros indígenas y entregándole sin escrúpulos territorio a los grupos irregulares que profanan nuestra tierra y envenenan nuestras aguas, dejando en vergüenza no solo al ejército de Bolívar, de Miranda y de Páez, sino poniendo en riesgo incluso la tierra que heredaremos a nuestros hijos y nietos. El país que yo le quiero dejar a mi hija, tu país, Miranda Eugenia.
Después de 20 años de un solo partido en el gobierno y la bonanza económica más grande de nuestra historia, ellos traicionaron no solo al pueblo de Venezuela, sino también a las banderas de justicia social, inclusión, igualdad y lucha contra la corrupción, con las que llegaron al poder. Y eso hoy tiene un culpable: Nicolás Maduro, quien además de todo esto ha decidido ejercer de facto su poder.
En esta circunstancia una pregunta nos impone la gente, ¿Es posible salir de esto? ¿no es ya demasiado tarde? Y para responderla debemos recordar el poder innegable de la voluntad del ser humano. Hoy quiero recordarnos a todos, que vamos rumbo a un destino histórico, la Libertad está inscrita en nuestro ADN, está presente más que nunca en búsqueda de La Mejor Venezuela.
Y esto no es falso optimismo. Sé que muchos de los presentes y quienes me escuchan en sus hogares nos hemos plateado en algún momento que no vale la pena quedarse y nos cuestionamos si el precio de hacerlo vale la pena, nos cuestionamos si habrá sido en vano el sacrificio de tantos… venezolanos, si ahora renunciamos ese sacrificio no vale nada, pero si insistimos hasta la libertad lo vale todo…
Vale la pena seguir luchando porque estoy seguro que los miles de venezolanos de los cuerpos de seguridad que hoy no son destinados a proteger al pueblo sino a amedrentarlo, preferirían vivir de su salario haciendo el trabajo para el cual estudiaron y fueron armados por el estado, preferirían ocuparse de que sus hermanos puedan caminar por nuestras calles sin temor a ser asesinados, preferirían defender nuestra frontera de fuerzas usurpadoras para que no entren y maten impunemente a sus hermanos oficiales.
Vale la pena seguir luchando hasta el final porque sabemos que cientos de miles de funcionarios públicos desearían vivir de su sueldo dignamente haciendo funcionar el Estado en vez de verse humillados a marchar o a usar esas instituciones para extorsionar a sus hermanos.
Vale la pena esta lucha porque la gente ha seguido protestando, no en las avenidas ni en las autopistas como en otros años sino en sus calles, para hacer visible que no tienen gas, luz, agua, seguridad, transporte. Y no digamos más esa tontería de que esas protestas no son políticas, porque en un país que se jacta de tener reservas minerales y energéticas, con cientos de miles de hectáreas cultivables, con ríos y lagos como pocos en el mundo, que haya una protesta por comida, por gas, por salud es una protesta política, porque el fracaso que genera esas protestas es un fracaso político, el fracaso de Nicolás Maduro.
Y la gente no solo ha protestado, sino que ha seguido trabajando. En 23 congresos regionales este año que acaba de cerrar la sociedad civil democrática incluyendo aquellos chavistas que reconocen que este presidente fracasó, generaron un Plan País para atender la crisis y llevarlo a la prosperidad, ratificando que aquí hay venezolanos que se niegan a que la actual es la única manera en que podemos vivir.
Vale la pena entonces quedarse y luchar, porque aún en las peores circunstancias, Venezuela no ha caído en los chantajes del régimen. Tal como lo demostró en un acto de desobediencia el pasado 20 de mayo al no participar en la farsa electoral que nos intentaron imponer. El pueblo lo ha dado todo porque los venezolanos queremos ser dueños de nuestro propio destino. Y por eso vale la pena luchar.
Y a ese pueblo que lo ha dado todo, le dirijo estas palabras en mi condición de Presidente de la Asamblea Nacional para plantearles el camino que me comprometo a impulsar.
El origen de nuestra crisis es político, y sólo podrá solucionarse a partir del restablecimiento pleno del orden constitucional, que se dará cuando vuelva el Estado Derecho y nuestro pueblo pueda elegir un nuevo presidente en elecciones libres, justas y transparentes. Ante la ruptura del orden constitucional y el bloqueo constante que el régimen ha hecho a soluciones políticas o electorales, la solución pasa por un camino muy claro: lograr el cese de la usurpación de Nicolás Maduro y conformar un Gobierno de Transición que, con el respaldo del pueblo, la comunidad internacional y la fuerza armada, convoque elecciones libres y atienda la emergencia humanitaria de manera inmediata.
En este sentido, es muy importante precisar lo siguiente: Nos enfrentamos a un problema inédito, puesto que se ha generado una ruptura del orden constitucional y la Presidencia de la República no se encuentra vacante, si no usurpada.
Estamos en dictadura y debemos actuar acorde a esta dura realidad. Debemos ser conscientes de que la aplicación efectiva de la constitución, no depende solamente de la voluntad o decisiones de este Poder, si no de la fuerza que construyamos para hacerlas cumplir. Dicho en otras palabras, debemos lograr que las decisiones de la Asamblea Nacional cuenten con la expresión simultánea del respaldo popular, político, militar e internacional para conseguir el cese de la usurpación y garantizar la realización de nuevas elecciones presidenciales libres. Ya la comunidad internacional en el Grupo de Lima, y en otras instancias, ha respondido al llamado que le hemos hecho con el trabajo de nuestros líderes dentro y fuera del país. Ese pronunciamiento es también una victoria de tantos que han luchado para que el mundo se quitara la venda que, hábilmente y gastando mucho dinero de los venezolanos, afuera el gobierno había urdido.
Así que este es mi compromiso fundamental: ejercer la Presidencia de la Asamblea Nacional como el espacio de articulación, encuentro y unificación de todas las fuerzas democráticas, dentro y fuera de Venezuela, para que juntos logremos lo anteriormente planteado. Y cuando digo unificación de las fuerzas democráticas, no me refiero solamente a la Unidad de los partidos, si no a de la Unidad Superior contra la dictadura: liderazgos políticos y de la disidencia interna al régimen, de la sociedad civil, venezolanos en el exterior y de los venezolanos en uniforme que sirven en nuestra Fuerza Armada Nacional y demás instituciones del Estado.
Asumo este compromiso, consciente de la responsabilidad y el deber Histórico que conlleva, y consciente de que el éxito de la misma dependerá de todos nosotros, de que cada uno haga lo que le corresponde en esta hora de la patria.
Por lo tanto, pProponemos:
1. Reafirmar la ilegitimidad y desconocimiento de Nicolás Maduro, así como la declaratoria de usurpación del cargo de la Presidencia de la República.
2. Que, en consecuencia, la Asamblea Nacional asuma, como único Poder legítimo electo por los venezolanos, la representación del pueblo y de Venezuela ante la comunidad internacional, para defender y resguardar los intereses, derechos y patrimonio del pueblo y Estado, dentro y fuera de Venezuela, mientras dura la usurpación.
3. Crear un órgano de Transición para la restitución del orden constitucional, la lucha contra la usurpación y la coordinación de las autoridades legítimas, la sociedad civil y la Fuerza Armada Nacional.
4. Retomar el proceso de renovación y designación de los poderes usurpados.
5. Promover la designación y reconocimiento de representantes legítimos ante instancias y organismos internacionales para impulsar la cooperación humanitaria y la restitución del orden constitucional.
6. Autorizar la ayuda humanitaria y asumir la interlocución directa con países que han comunicado su intención de apoyar en esta materia, para superar los bloqueos impuestos por este régimen miserable. porque no es otro que este régimen el que le ha negado a los venezolanos la asistencia que tantos han ofrecido.
7. Crear el fondo para la recuperación de activos provenientes de la corrupción, para que el dinero saqueado, que actualmente está siendo incautado en el exterior, pueda ser congelado y devuelto al pueblo cuando cese la usurpación.
8. Aprobar la agenda legislativa para la transición, que incluya el conjunto de leyes que definan el marco jurídico para la recuperación institucional, económica y social de nuestro país.
Para cumplir estas y otras tantas tareas, asumiremos la cooperación con la Fiscal General y los Magistrados legítimos, y todos aquellos que investidos o no de autoridad, asuman el deber de luchar por la restitución del orden constitucional.
Hoy está suficientemente claro que Nicolás Maduro es un dictador, y como tal, no cederá el poder de manera voluntaria. Nuestro reto es lograr que su salida no sea una concesión, si no una exigencia y obligación que venga del pueblo, la comunidad internacional, de su soporte político y de la Fuerza Armada Nacional.
Al pueblo de Venezuela le decimos, asumimos este compromiso con ustedes, pero reiteramos que necesitamos su respaldo: la libertad de nuestro país sólo podrá alcanzarse si superamos la desesperanza, y retomamos la organización política y social para la movilización y protesta masiva, firme y decidida en todo en el territorio nacional. Estamos claros: la sola movilización de la calle no nos dará la libertad, pero sin presión en las calles lo demás es insuficiente. Retomemos la protesta, que es un derecho constitucional, para conquistar la libertad.
Este llamado a la lucha es para todos los ciudadanos que sientan que esta miseria no puede ser la única forma de vivir, incluidos los militares, que también son ciudadanos y padecen los mismos problemas que cualquier venezolano. Cuyos sueldos no dan para vivir dignamente, quienes también viven la crisis de la salud y de la inseguridad. Ustedes mismos han enterrado a sus compañeros que han sido víctimas del hampa, de la guerrilla o grupos irregulares a quienes se les ha entregado nuestra soberanía.
Hoy 5 de enero de 2019 sabemos que ustedes son parte de la Venezuela que aspira libertad, progreso, justicia, seguridad y oportunidades. Y hablo a los militares, porque en el año 1990 entré al ministerio de la defensa de la mano de un capitán de navío y también a la escuela de estado mayor y vi la vocación por la soberanía, el honor, el orgullo por nuestros padres de la patria, la disciplina y el sacrificio personal que implicaba separarse de sus familias por largos períodos. Necesariamente llegué a admirarlos a través de mi capitán de navío Juan Bautista Márquez Moreno y calma señores del G2 o contrainteligencia, el capitán, mi abuelo, está en situación de retiro y probablemente revolcándose en su tumba al ver cómo el ministro de la defensa hace loas a Fidel Castro cuando él, tuvo que combatirlo. No puedo imaginar su asco al ver a un general pidiendo “por favor” a irregulares del ELN para que abandonen las tierras soberanas de nuestro país, cuando como diría mi abuelo “es a plomo” que debemos sacar a todo aquel que profane nuestra tierra y ose disparar contra nuestros soldados o peor nuestros indígenas desarmados.
LA CADENA MANDO está ROTA, al no tener un legítimo comandante en jefe que derive de la soberanía popular.
Hoy siguen más vigentes que nunca Las palabras de Rómulo Betancourt, el padre de la democracia: «Cuando Venezuela necesito libertadores, no los importó, los parió».
Este es nuestro llamado al pueblo, a los soldados de la Fuerza Armada Nacional, a la comunidad internacional y a todos aquellos que hacemos falta para lograr el cambio.
Desde hoy asumimos la responsabilidad de proponer, sumar y consultar con todos los sectores organizaciones y liderazgos a esta ruta. La de cumplir el anhelo de todo venezolano y venezolana,
Tenemos derecho a ser felices en la patria que nos vio nacer.
Y por si no te ha quedado claro, Nicolás, el 10 de enero ¡No te vamos a juramentar!