¡Esto no puede ser!, por Teodoro Petkoff
Lo primero que hay que decir es que el asesinato de Danilo Anderson es una cosa abominable, que toda persona de bien debe condenar con la mayor energía. Así lo hacemos desde este diario y enviamos a su familia nuestra condolencia. Un crimen tan brutal, tan absolutamente inhumano, no tiene ningún atenuante.
Condenarlo de plano es imperativo, así como es obligante una investigación rigurosa, que permita dar con sus asesinos para llevarlos ante la justicia.
No existe justificación alguna para quitarle la vida a un semejante, pero muchísimo menos se puede aceptar el asesinato escudado en razones políticas. El de Anderson es un crimen político; sin embargo, la brutalidad del atentado terrorista no puede ser agravada con esa forma de estupidez que es la de las acusaciones generales y los señalamientos sin base. Una cosa está clara: quienquiera que haya hecho esto no expresa en modo alguno los sentimientos de los sectores mayoritarios del espectro político nacional. Esos sectores mayoritarios, tanto de gobierno como de oposición, deben quitarle todo aire a los grupúsculos terroristas. Mucho ganarían estos grupos si el escenario se transforma en campo de acusaciones mutuas, que enconen y enrarezcan aún más el ambiente político, transformando en motivo de confrontación un hecho que en sí mismo todo el mundo condena, tanto en el gobierno como en la oposición.
Los autores de este atentado saben que están destapando una caja de Pandora. Esto es claramente una provocación. Anderson es el pretexto para un juego siniestro: el del caos, el de acentuar un clima de sospecha y desconfianza general, que pudiera dar lugar a un encadenamiento de actos de violencia, así como de represión indiscriminada.
Este es un momento delicado, que exige la máxima prudencia y mesura de los actores políticos, tanto en el gobierno como en la oposición. Es un momento para usar el cerebro y no el hígado.