Europa fortalecida, por Félix Arellano
Frente a los graves problemas que enfrenta nuestro mundo global y ante la terrible situación que vivimos en Venezuela, resulta fundamental una Europa unida, solida, dinámica, creativa, que represente el equilibrio y promueva el diálogo, la negociación y la cooperación; empero, la situación por la que atraviesa el bloque no ofrece mayores señales de optimismo, el Brexit es uno de los efectos, los problemas son significativos y complejos. Ahora bien, sería un error menospreciar las amenazas internas y más aún fragmentar el proceso, como pretenden los grupos radicales en complicidad con Rusia. Es evidente que las soluciones giran en torno a dinamizar y fortalecer la integración.
Las amenazas que enfrenta la integración europea son diversas de carácter interno y externo y la institucionalidad está resultando lenta y débil para enfrentar efectivamente los problemas. Desde afuera resaltan, entre otras, el expansionismo económico chino, la campaña destructiva de Rusia, el distanciamiento cuestionador de Donald Trump, las crecientes olas migratorias, las contradicciones de la globalización económica, el deterioro ecológico con especial atención en el cambio climático.
Los factores externos se suman y aceleran las fuerzas desintegradoras a nivel interno. Un creciente desasosiego social que vincula de forma mecánica la integración con la globalización y le asigna una desproporcionada responsabilidad de los problemas que enfrentan los países miembros; situación que es manipulada por los movimientos radicales, para estimular nacionalismo, xenofobia, exclusión y desintegración.
El euroescepticismo crece en el bloque europeo y tiene su mayor expresión en el Brexit, la equivocada decisión del pueblo inglés que, manipulado, desinformado y desinteresado, aprobó por un pequeño margen el retiro de la Unión Europea y, en estos momentos, está enfrentando las primeras consecuencias de su irresponsable comportamiento. El electorado se dejó engañar con la tesis que era posible lograr el retiro, manteniendo los beneficios, sin mayores compromisos y, sin analizar la gravedad del tema, muchos electores votaron de forma irreflexiva
La desintegración europea le hace un gran daño al pueblo europeo; pero también a la vigencia de los valores fundamentales de la libertad, la democracia, el bienestar social y los derechos humanos; es decir, con el debilitamiento de la Unión Europea ganan los autoritarismos y las dictaduras.
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Destruir un proceso de integración que se ha construido durante varios años y con un gran esfuerzo creativo, pero que además ha demostrado claramente sus beneficios para todos sus miembros, por una actitud xenofóbica, por manipuladores y falsos discursos nacionalistas evidencia débil racionalidad política; ahora bien, lo más grave es que tal tendencia, de la mano de grupos radicales, encuentre respaldo en varios países miembros; situación que debería encender las alarmas y llevar a las instituciones europeas y, en especial a los gobiernos, a trabajar exhaustivamente el tema.
Un aspecto central que debería ser abordado tiene que ver con el déficit de participación social en el proceso de integración, que algunos lo identifican como la “dictadura de Bruselas”. Las instituciones aisladas de las realidades sociales. Participación y comunicación son variables que requieren de especial atención, para enfrentar la tendencia desintegradora que va creciendo.
Urge una Europa unida como muro de contención y de equilibrio frente al sigiloso expansionismo del autoritarismo chino; el cinismo destructivo ruso y las arbitrariedades de Donald Trump. También se requiere de una Europa activa y creativa frente a la grave crisis que enfrentamos en Venezuela. Estratégicamente resulta conveniente retomar el Grupo de Contacto recientemente creado por la Unión Europea, para que, en estrecha coordinación en el plano internacional con: el Grupo de Lima, los Estados Unidos y el Vaticano; y con la oposición democrática venezolana, se pueda avanzar en la construcción de la salida pacífica y electoral.
Es necesario mantener la presión con sanciones e incentivos al bloque en el poder para avanzar en el objetivo, pero también se requiere un intenso trabajo con los países aliados del proceso bolivariano para lograr el respaldo a la salida pacífica y electoral que conviene a todos.