Excentricidad, por Gisela Ortega
-El Brasil es el único país que tiene el nombre de un árbol. Cuando el portugués Alvares Cabral descubrió el Brasil, – más o menos el 23 de abril de 1.500-, que es cuestión todavía no aclarada, e ignorante de que con anterioridad Vicente Yánez Pinzón había descubierto las bocas del Amazonas; que otro español Alonso de Ojeda, acompañado de Américo Vespucio, había recorrido la desembocadura del Rio Doce –Esequibo-, y Diego de Lepe había llegado al cabo de San Agustín, supuso primeramente que había descubierto una isla, que denomino “isla de la Vera Cruz”. Al darse cuenta de su error, ya que se trataba de un vasto continente, se cambió el nombre por el de Brasil, que aparece por primera vez en 1.503 y que procede de una excelente madera tintórea allá muy abundante y entonces sumamente apreciada en Europa, donde venía importándose del Oriente, con grandes gastos; el Brasil o palo de jabón. La importancia de este palo fue de tal orden que su nombre quedó ligado al país.
-En Paris, el año 1874, los pintores rechazados por el jurado del Salón celebrado dos años antes, expusieron sus obras en el estudio del fotógrafo Nadar, que se había dedicado a la aerostación. Allí figuraban obras de Manet, Monet, Degas, Cézanne, Pissarro, Renoir, etc. Una de las obras de este Salón improvisado representaba la salida del sol y la firmaba Claudio Monet, titulándola Impresión; nada preciso ni definido, una mera impresión. Un crítico de Le Charivari, el antiguo periódico de Daumier, bautizo a los prosélitos de aquella escuela que se iniciaba con el título de “impresionistas”. El nombre quedó.
-No deja de ser curioso que en todo el mundo cristiano se designen cinco meses del año con nombres de origen pagano: enero procede de Ianuarius, de Jano, que tenía una puerta, y como este mes abre el año…; febrero viene de februarius, derivado de februa, los sacrificios expiatorios que los romanos hacían este mes; marzo toma el nombre del dios Marte; mayo se denomina así por haber sido dedicado en Roma a la Bona Dea o Maia; y junio por estar dedicado a Juno.
El nombre de los meses restantes es también de origen romano, Abril, según Ovidio, se llamó aprilis, de aperire, abrir, porque en él se desarrolla la vegetación. Julio debe su nombre a Julio César, con motivo de la reforma que este hizo del calendario, Agosto al del emperador Octavio Augusto. Y septiembre, octubre, noviembre y diciembre deben sus nombres al puesto que ocupaban en el calendario romano: séptimo, octavo, noveno y décimo.
-También el nombre de algunos días de la semana es de origen pagano, Martes, procede de Martes, el dios de la guerra; miércoles de Mercurio, dios del comercio y de los ladrones, jueves, de Júpiter, y viernes de Veneris diez o sea “del día de Venus. El sábado conserva la denominación hebrea sabat, y que significa “día de descanso”. El domingo es el único día de la semana que tiene tradición cristiana; entre los primeros fieles de Roma se le llamo dominica de dominicus, que quiere decir “del Señor”. Posiblemente, el Papa Silvestre, posteriormente San Silvestre, fue el primero en usar el nombre de “dominica” –domingo- .
-El miriñaque, del vocablo galo medriñaque, no era sino una resurrección en la mitad del siglo XIX de un artefacto indumentario del siglo XVI llamado vertu-gardien –guardián de la virtud- construido a base de mimbres verdes, a modo de cesta para encerrar los pollos, de donde procede, sin duda, el vocablo de “pollera”, que para designar las faldas emplean los argentinos.
-En el ABC de Madrid, el 1 de julio de 1956, se difunde la siguiente nota: “El súbdito alemán Bruno Krichhau, contraerá matrimonio a finales del presente año, con la señorita Isabel Escobar García, de esta ciudad, con la que estableció relaciones a través del mensaje que depositó en una botella que lanzo al mar. B runo Krichhahu, marino mercante, en ocasiones distintas y en diversos puntos, arrojo al agua botellas que contenían misivas, en la que pedía entablar correspondencia con alguna muchacha a cuyas manos fuese a parar. La décima botella fue lanzada cuando el barco en que navegaba se encontraba 400 millas más arriba de Gibraltar. Esta vez el recipiente fue a parar al mar Menor, cosa rarísima, ya que hubo de entrar por el sitio denominado “La Manga”, estrecho paso que comunicaba con el Mediterráneo con el mar Menor. La botella fue encontrada por un grupo de jóvenes bañistas. Una de ellas, la señorita Isabel Escobar García, que habita en la Calle de la Morería, Nº 7, primero izquierda, de esta ciudad, escribió al nombre y la dirección que figuraba en el interior de la botella. Siguieron cruzando correspondencia entre ambos, y en una ocasión en que el buque tocó en este puerto se conocieron. La pareja se enamoró y se casaran a finales de este año”.
-Margarita Nelken, en su libro “La cultura romana, publicado en Madrid en 1925, señala: “Las galerías de pintura o pinacotecas, abundaban entre los romanos, pero siempre privadas. Se encontraban en los palacios construidos al norte de la capital; por ello sabemos que el romano la placía disponer las obras de arte con rigurosa simetría, pero holgadamente, procurándose ante todo de que cada una pudiese ser contemplada aisladamente, y siempre que ello fuese posible, de frente. En aquella época, los aficionados al arte creían firmemente que las obras debían imponer cada una por separado su propia belleza”.
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