Existe un corredor humanitario informal entre Venezuela y Chile
La comunidad venezolana residenciada en Chile logró resolver una de sus grandes inquietudes, ayudar con comida, medicamentos y dinero a sus familiares en Venezuela
Raymar Humbría se vino a Chile hace seis meses porque en Venezuela faltaba de todo, en especial comida. En Coro, su ciudad, Raymar dejó a su mamá, su papá, dos hermanos y dos sobrinas; y desde acá, la joven de 25 años envía lo que puede para ayudar a los de allá: vitaminas y remedios para la hipertensión de su mamá, dinero para su familia, medicamentos para un hospital.
Venezuela en crisis -dicen Raymar y la oposición, y parte de la comunidad internacional- necesita la ayuda que gobiernos amigos, y los 3 millones 200 mil venezolanos repartidos por el mundo, quieran enviar a través de un corredor humanitario. Una posibilidad que estuvo sobre la mesa de negociaciones fracasadas en República Dominicana, y que el gobierno de Nicolás Maduro se niega a permitir, porque, según él, no es necesario. Un corredor humanitario que los venezolanos en Chile abren a diario, en paralelo, en las sombras, para ayudar con dinero, remedios, comida, juguetes, ropa, champú y mucho más a quienes quedaron atrás. Como la familia de Raymar.
«Aquí, en esta puntica», dice Raymar y muestra el extremo occidental del mapa de Venezuela que tiene tatuado en la muñeca de su brazo derecho. En esa «puntica», justo frente a la isla de Aruba, se encuentra el estado de Falcón y la ciudad de Coro, que la licenciada en Políticas Públicas cambió por Santiago. En un salón en un edificio a medio camino entre Plaza de Armas y el Parque Forestal, Raymar cuenta que viajó con su hermano de 24 años, que trabajaron para juntar plata y traer a su hermana de 18, que con 13 mil pesos va a La Vega y compra pollo y frutas y verduras, y que eso la hace feliz. Y que quiere ayudar.
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«Lo importante, chamo , es que cada venezolano hace lo que puede. Con una caja de medicamentos que envíe puedo ayudar a 20 venezolanos. Pero hay miles y miles que no tendrán el tratamiento que necesitan. En primer lugar, hay que abrir el canal humanitario», dice Raymar y cuenta que una amiga visitadora médica le dio dos kilos de vitaminas y remedios que espera enviar al Hospital Alfredo Van Grieken, de Coro, apenas junte la plata.
En los cinco años de Maduro como Presidente la salida de venezolanos se volvió un éxodo, la inflación llegará este año al 13.000% y el PIB caerá 15% -según el FMI-, y la inseguridad, el desánimo y la escasez de comida, remedios, dólares y de todo se volvió crónica. Y los canales de ayuda se cierran.
Hasta hace un mes, Raymar enviaba medicinas a Coro vía Aruba, a cuatro horas en lancha del continente. Pero el 7 de enero pasado Maduro cerró la frontera marítima y aérea con esa isla y con Curazao y Bonaire -la reabrió la semana pasada-. Raymar gasta más enviando dinero para que su familia coma en Venezuela que ella con sus hermanos para comer en Chile. Y para eso, para los envíos, confía en los emprendimientos de sus compatriotas.
Remesadoras
En el tercer piso de un edificio del Paseo Ahumada hay tres empresas que mandan bolívares a Venezuela. Una de ellas es Cambios al día. Con dos años de funcionamiento, es una de las remesadoras más conocidas y usadas por la comunidad venezolana, y opera así: la persona que contrata el servicio hace una transferencia o depósito bancario, o lleva el efectivo hasta la oficina en el centro; entre 24 y 48 horas después, la persona correspondiente recibe el depósito en bolívares en Venezuela. A quien envía le piden el RUT o pasaporte, correo electrónico, teléfono y dirección.
Entre los últimos días del mes y los cinco primeros del siguiente, Cambios al día hace unas 500 transacciones diarias, y el resto entre 150 y 200, con montos promedio de entre 20 mil y 25 mil pesos, aunque a veces hay depósitos de más de un millón de pesos, que a la tasa que usó la empresa este viernes equivale a 1.000 millones de bolívares (16.800 bolívares al cambio oficial), dice Fraimy Díaz, administradora de la empresa.
Díaz llegó en septiembre de 2016 desde Caracas con su hija y su marido, y cuenta que desde hace seis meses, por el éxito y por imitación, comenzó un boom de remesadoras. Y también las estafas: personas sin oficina, que no dan boleta, ofrecen tasas difíciles de igualar o hacen transacciones en el metro.
Por eso, dice Fraimy, ellos apuestan a generar confianza. Lo mismo que OP Service Cargo, un servicio de encomiendas puerta a puerta que dos venezolanos crearon hace un año y dos meses. «Las ideas, generalmente, nacen para satisfacer una necesidad», dice Juan Olmos, uno de los dueños. «En este caso, la idea surge de satisfacer las necesidades de 180 mil venezolanos que hay en Santiago y que tienen la demanda de ayudar a sus familiares en Venezuela», dice Juan, caraqueño que llegó hace dos años y medio al país.
«Por la situación tan crítica que hay allá», OP Service Cargo no pide receta ni tiene límites de envío de medicamentos -otras empresas mandan hasta cuatro cajas-, que representan el 80% de la carga que sale para Venezuela. El resto se reparte entre comida, ropa, insumos personales, juguetes y hasta repuestos no muy pesados para autos: el kilo de envío cuesta 23 mil pesos.
La persona que contrata el servicio lleva la carga a la oficina en un edificio en Ahumada, o lo manda por correo -«ahora hay venezolanos en todo Chile»-, lleva la boleta para reembolsar en caso de extravío -«en Venezuela hoy cualquier cosa puede pasar»- y se revisa que la mercancía sea lícita. Juan y su socio tienen contactos en la aduana venezolana -«que es complicado»- y «el aparataje y la logística en Venezuela para que el envío llegue a su destino». El trabajo serio, el boca a boca, dice Juan, los han ayudado: «Tenemos buena reputación y eso nos ha ayudado a convertirnos en empresa líder en el mercado».
Con información de El Mercurio – Mayor información aquí