¿Fábula o realidad?, por Américo Martín
@AmericoMartin
El concepto de ideología es confuso, pero su sonoridad es llamativa. Para el Marx de los sueños del comandante, era una mala palabra. Una superestructura destinada a legitimar la dominación social. Chávez accedió al poder por elecciones, vía en la que no creía. Hubiera preferido entrar a Miraflores armas en mano, como lo intentó en 1992. Decía que los cuarteles son la mejor escuela de democracia. El problema de los problemas que le salieron al paso fue que el voto le ataba a la odiada alternabilidad y el detestado pluralismo democráticos, y por eso se refugió en la sonora “ideología” con el fin de sostener la impostada revolución que no tardó en ofrecer su verdadero rostro. ¿Pero por cuánto tiempo pueden mantenerse lealtades “ideológicas” en una gestión totalitaria e inviable?
Describiendo una suma agobiante de datos y hechos con tendencia acumulativa, sostiene el profesor José Toro Hardy, que las sanciones hacen todavía más inviable el actual modelo. Pese a que no se trata de una conclusión matemática, es válida a la hora de escrutar la naturaleza íntima de la pomposa revolución. Los factores en contra de la quimera revolucionaria son abrumadores. Ya ni se formulan planes. Todo se va en contener la ola de adversidades. Esfuerzo infructuoso que no obstante deja ver el macabro desierto causado a su paso por el socialismo siglo XXI. Si no hay opción para revertir esta tragedia bajo la permanencia del modelo madurista, fluye naturalmente la necesidad del cambio democrático del poder.
Se irá el ancien regime, pero no puede ser indiferente la forma de semejante destino. El sufrimiento de los venezolanos no tiene precedentes. Por lo tanto, hay que tratar de evitar que el cambio navegue en un lago de sangre. Para evitarlo, la comunidad internacional postula una salida negociada con agenda precisa y pertinente, y efectiva supervisión internacional, que Miraflores evade porque sabe que no podría burlar la voluntad mayoritaria.
El pasado 30 de abril, el presidente interino Juan Guaidó, acompañado de Leopoldo López y la legítima Asamblea Nacional hicieron un pronunciamiento pacífico frente al Aeropuerto de La Carlota. La idea era dar una muestra visible de que no se trata de golpes sino de apelar al país, incluso a los militares y empleados públicos. A mi modo de ver se ratificó la premisa básica de la situación: el régimen es sostenido por los factores que controlan la Fuerza Armada, pero es rechazado por la más vasta, incansable, consolidada y organizada mayoría popular.
El hecho es que las armas no detienen la ira ciudadana, ni ésta ha quebrado sustancialmente la base militar del régimen. Lo haría en su momento pues el tiempo no corre a favor de quien no puede sostener su modelo sino del que se fortalece como centro receptor del descontento nacido de la inviabilidad del otro. De ser franco consigo mismo, el Poder entendería que si el país no lo soporta hoy, menos lo hará en lo sucesivo. Es imposible burlar con artimañas enclenques a gente que agoniza de hambre.
Se ha dicho que Maduro estaría dispuesto a negociar si se garantizara al abrigo constitucional su eventual salida, sin mutilación de derechos políticos y humanos, incluidos los de su organización partidista. En negociaciones serias siempre se irá al detalle, mas en lo que a mí respecta adelanto que ¡ojalá fuera cierto! Sería compatible con la probada condición democrática del vasto y multicolor movimiento encabezado por el presidente Guaidó y la Asamblea Nacional.
Aunque lo primero es saber si se trata de fábula o realidad, que de todo hay en la viña del señor.