Facilitar la transición, por Luis Manuel Esculpi
Se siente obligado a conmemorar la fecha, está consciente de la imposibilidad de celebrarla como en otros tiempos. Se le atravesó en el peor momento que le ha tocado vivir. El aislamiento nacional e internacional es evidente. Ese mismo día España, Reino Unido, Alemania, Suecia, Dinamarca, Polonia y Letonia. Lo desconocen y reconocen como Presidente interino a Juan Guaidó.
En el plano nacional contrastó la escuálida movilización de la avenida Bolívar, con la gigantesca concentración que pleno la principal de Las Mercedes y sus adyacencias, hasta el punto que el canal 8 se vio obligado a trucar las imágenes descaradamente en la transmisión televisiva y el diario dirigido por Eleazar Díaz Rangel, Últimas Noticias recurrió al montaje de una vieja foto, para justificar el falso titular de la primera página donde afirmaba:Una multitud celebró los 20 años de la revolución».
Su repuesta a los tres planteamientos esenciales proclamados y convertidos en exigencia nacional como son: el cese a la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres; ha pretendido eludir el meollo del problema, ripostando con la increíble proposición de adelantar la elección de la Asamblea Nacional, demostrando su separación de la realidad existente.
La difícil situación en que se encuentra no la resuelve con bravuconadas o amenazas carentes de credibilidad, como la de convertirnos en un Vietnam, afirmación como esa fruto del desconcierto y la desesperación.
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El mundo se le está viniendo encima señalamiento que ha dejado de ser una metáfora, para convertirse en una imagen real en su total sentido. Todo el tiempo que estuvo ejerciendo como Canciller ya debiera haber aprendido de la experiencia, con el sol en sus espaldas, si actuara inteligentemente -cosa dudosa- podría facilitar la transición, sin aferrarse a viejas fórmulas que solo sirven como consignas gastadas y no le resuelven el dilema que lo atormenta.
La esperanza alentada por su círculo más íntimo de recuperar la iniciativa y pasar a la ofensiva política pareciera más una ilusión que una posibilidad, ya el regreso no tiene factibilidad, ha emprendido un camino sin retorno. La desconfianza reina a su alrededor, las frecuentes visitas a algunas instalaciones militares no le garantiza fidelidad y respaldo. Lo debe intuir pero cree en la necesidad de proyectar apoyos en medio de la soledad en que se encuentra.
Entre sus más allegados la conseja de mantener el comportamiento actual, está en buena medida más vinculado a sus propios intereses que a la defensa de una convicción política, especialmente cuando el cambio se vislumbra como inexorable.
Quienes le aseguran que es posible revertir el acorralamiento, mienten a conciencia o ignoran la realidad, en ambos casos la situación no se alteraría, porque se enfrenta a una situación irreversible, como diría la flamante Presidenta del CNE
Los dogmas profesados le impiden reconocer el ocaso de un proyecto fracasado, su discurso mendaz y repetitivo ya no tiene audiencia ni trascendencia más allá de los más obsecuentes fanáticos. Ignorar la pérdida del poder de convocatoria y el inmenso rechazo a sus ejecutorias especialmente en materia económica, por la inmensa mayoría, incluyendo antiguos partidarios en las zonas populares, constituye un grave error que le impide evaluar acertadamente el escenario presente en la actualidad.
El proponer dialogar para comprar tiempo, sin contemplar las exigencias de la mayoría de los venezolanos y de la comunidad democrática internacional como pretensión de evadir el verdadero problema, saliéndose por la tangente, no constituye ninguna alternativa.
Su margen de juego es sumamente estrecho, la capacidad de maniobra es extremadamente limitada, en tales circunstancias lo más aconsejable, si actuará con el mínimo sentido común -infrecuente en su conducta- lo que procede sería facilitar la transición para el cambio político y así la de superar la tragedia que ha significado el régimen existente durante las dos últimas décadas.