Factores de cohesión, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Catalina de Médicis nació en Florencia el 13 de abril de 1519, hija de Lorenzo II de Médicis y de Madeleine de la Tour. Al poco tiempo de nacida queda huérfana y, después de pasar al cuido de su abuela, muere ésta y la internan en un convento. A los catorce años la casan con Enrique, hijo de Francisco I de Francia, quien luego accedió al trono como Enrique II. Hasta la muerte de éste último, quien ejerció el poder político fue Diane de Poitiers su amante.
Pero esos eran tiempos violentos. Enrique II muere en una justa como había profetizado Nostradamus. Luego ejerce el poder el hijo primogénito, Francisco II. Al fallecer éste, accedió al trono con el nombre de Carlos IX su segundo hijo. De ahí en adelante Catalina de Médicis gobernó como regente de sus hijos de 1547 a 1559. Se tejió alrededor de ella una leyenda negra que empezó a ser cuestionada solamente en tiempos mucho más recientes.
Como reina resultó ser muy exigente en todo sentido. Con respecto a la comida y la gastronomía desató una verdadera revolución culinaria. Estableció una gran innovación, el mesón de los postres. Ese mesón iba adornado con flores y se presentaban ahí todo tipo de postres, había helado hecho con hielo rallado sobre el cual se vertían distintos jugos de fruta, los amaretti bizcochos de almendras originarios de Venecia que los franceses bautizaron macarons.
¿Y dónde me dejan la introducción de los tenedores? Los tenedores hace tiempo se usaban en la Florencia del Renacimiento pero eran un implemento totalmente desconocido en Francia. Tenían tres puntas y Catalina mandó hacerles un mango largo por si por alguna razón ¡uno tuviese la necesidad de rascarse la espalda!
En un comienzo los comensales tuvieron miedo de usarlo por el peligro imaginado de pincharse la boca pero la reina, como muchas veces, se impuso. ¡Ay de aquel que se atreviese a agarrar un muslito de pollo con la mano!
Se trajo de Italia un batallón de cocineros florentinos y maestros pasteleros de Sicilia. Echaba de menos la comida variada de su ciudad natal. Muchos alimentos cuyo origen se consideraba francés viene realmente de Florencia como las crepes/pezzole della nonna, la soupe a l’oignon/la zuppa di cipolle fiorentina, el canard à l’orange/papero al melarancio. Este último una creación siciliana en que se empezó a utilizar el jugo de frutas para cocinar las aves.
De Italia se trajo el aceite de oliva, las alcachofas, las espinacas, los brócolis, el azafrán, la pasta y muchas cosas más. De los productos elaborados, las salsas como la salsa blanca y su base con la cual se elaboran otras salsas, los choux de crema pastelera (le zeppole di San Giuseppe), los flanes, la masa de hojaldre, el zabayón y un larguísimo etcétera.
Y no dejemos atrás la puesta de la mesa. El mantel debía ser de damasco, las copas y los vasos de cristal de Murano, la vajilla de Faenza y los comensales debían observar buenos modales, conversar de asuntos ligeros y agradables con su vecino de la izquierda o la derecha y tratar de asuntos de interés general. Los banquetes eran frecuentes y se invitaba a gente de la Corte, diplomáticos y también artistas ya que era costumbre de los Médicis ejercer siempre el mecenazgo de las artes.
Ese entusiasmo por la gastronomía cayó muy bien en esa sociedad y ese interés por la comida hizo que las buenas recetas surgieran como flores luego de una buena lluvia. Las recetas italianas se potenciaron en Francia hasta el punto en que ésta se convirtió en el epítome de la buena comida. Algunos de los maestros cocineros y pasteleros se fueron y otros se quedaron contribuyendo a la formación de un gran factor de cohesión en los tiempos por venir.
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Otro factor de cohesión se dio en Suiza a raíz de unas terribles lluvias en los Alpes en el 1868. El gobierno federal sólo no podía hacerle frente a la tragedia. Hicieron una tremenda campaña por la prensa con un antiguo lema romano UNUS PRO OMNIBUS, OMNES PRO UNO y esto tuvo un éxito increíble. El espíritu de la solidaridad se volvió emblemático en Suiza y el lema quedó inscrito en el Palacio Federal en 1902.
¿Y cuál será el factor de cohesión en Venezuela? ¿O será que éste ya es un proceso en vías de gestación?
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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