Falso dilema, por Miguel Aponte
Autor: Miguel Aponte @DoublePlusUT
La oposición democrática se debate entre participar en unas elecciones ilegítimamente convocadas por el régimen o no hacerlo. De un lado, está la tesis de que si se es demócrata y se ha luchado tanto y a tan alto costo humano y político por lograr que la dictadura cumpliera su deber, ¿cómo ahora que, “por fin”, las anuncia, no se va a participar? Se argumenta que con falsos opositores, controlados, el régimen lograría correr sus berrugas. Se dice que aquellos espacios que se ganen se le quitan al régimen y, finalmente, que las elecciones son el acto sagrado del demócrata. Se dice que, si la participación es masiva, el proceso lo desligitimará aún más y, entonces, ¿cómo no ir?
De otro lado, están quienes decidieron que no debe irse y su argumento es que, sin condiciones mínimas, ir a un proceso viciado y corrupto es poner el cuello para ser degollados y de paso decir que estamos de acuerdo y que esos resultados están cantados, toda vez que el régimen tiene más del 80% de rechazo, no ganaría jamás, lo sabe, y hará lo que sea menos elecciones limpias y transparentes.
¿Qué pasa aquí entonces? Pues que se cancelan a sí mismas las razones de cada parte y el resultado suma cero. Pero la verdad es que estamos frente a un falso dilema: no se trata de que hay una estrategia ganadora y otra perdedora y entonces un bando debe convencer al otro: no.
Se trata, más bien, de que no basta tener la razón: hay que saberla tener. La única estrategia ganadora será aquella en que la oposición vaya unida».
Si la sociedad civil encarnada en sus instituciones legítimas, las Academias y universidades autónomas, empresas, sindicatos, estudiantes y otras lo reclama, el liderazgo opositor debe unificar la estrategia en un año que es terminal para la dictadura. De esto es de lo que se trata.
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