FAN vs FAN, por Teodoro Petkoff
Una Fuerza Armada en la cual públicamente se confrontan generales con declaraciones contrapuestas sobre la situación política nacional es un grave peligro para el país. Hace dos semanas, el general García Carneiro se permitió anunciar que la FAN (en todo caso el pedazo de ésta sobre el cual posee autoridad García Carneiro) desconocería cualquier decisión del Tribunal Supremo que «violentara la Constitución». Se refería a cualquier decisión que pudiera implicar un enjuiciamiento del Presidente. Ayer, el general Enrique Medina Gómez, ex agregado militar en Washington, advierte al TSJ que desde el lado contrario también él (obviamente hablando a nombre de otro pedazo de la FAN) está observándolo. Tal como García Carneiro, Medina Gómez advierte que la FAN no permitirá que Venezuela entre en el caos. Pero para cada general «el caos», sin duda, posee un significado diametralmente contrario al del otro. Mucho nos tememos, sin embargo, que la suma de las dos visiones del «caos» pueda ser la que sumerja a este país en el caos.
Esta confrontación (por ahora meramente retórica) habla de la profundidad de la crisis militar. La FAN está tan fracturada y dividida como el resto del país. Hugo Chávez no sabía qué terrible caja de Pandora estaba abriendo cuando impuso en la Constitución la eliminación del carácter no deliberante de la FAN y cuando estimuló la participación de los militares en el debate político. Todavía resuena su famosa frase «los militares no son eunucos políticos». (Por cierto, y valga la digresión, algunos de los más ruidosos opositores de hoy nos están debiendo unos golpes de pecho autocríticos por su perruna obediencia en la Constituyente, aprobando cuanto capricho se le ocurría al comandante, entre otros los que consagraron el fuero militar y abrieron la espita a esta desestructuración de la institución armada).
La situación es tan grave que difícilmente puede existir una prioridad política mayor que la de la reinstitucionalización de la FAN. Desde luego, no es fácil recoger el agua derramada. La gangrena partidista ha avanzado demasiado en la institución castrense. Los casinos de oficiales son verdaderos ateneos de debate político. La disciplina se ha relajado y las paredes de los baños, cual las de la ciudad, son pizarras para el despliegue de las invectivas mutuas. Pero, simultáneamente, en la FAN subsiste todavía una fuerte corriente institucionalista. Muchos oficiales lo que quieren es ser simplemente militares «al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna», tal como reza el artículo 328 de la Constitución.
De allí que la necesidad de una enmienda constitucional, que restablezca el carácter no deliberante de la FAN, como primer paso hacia la recuperación del sentido institucional de ésta, aparece como condición sine qua non. Aprobarla en la Asamblea Nacional, incluso si su sometimiento a referendo quedara pendiente, ya sería una contribución a la búsqueda de un clima estrictamente castrense en la FAN. Porque el peligro de que se pase de las balas de salva verbales a las de plomo no es nada «virtual».