Fedecámaras de extremo a extremo, por Beltrán Vallejo
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No ven más allá de la punta de su nariz o son «vivos pendejos». Con tales expresiones me detengo en esa cúpula de Fedecámaras que se presenta en la historia con las dos caras del extremismo que ha dejado a Venezuela en bancarrota, sobre todo moral. Me refiero a la Fedecámaras de Carmona Estanga y a la Fedecámaras de Ricardo Cusanno; son dos Fedecámaras para el olvido.
Al principio del chavismo en el poder, ante la debacle de los partidos políticos tradicionales, asumió el rol de lucha frontal contra los iniciales abusos del «caudillo de Sabaneta» los medios de comunicación de masas, un variopinto mundo de oenegés, además de la CTV y Fedecámaras; en fin, comenzaron la lucha contra Chávez lo que se denomina la «sociedad civil» en la plataforma de la Coordinadora Democrática.
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En ese ámbito destaca la cúpula empresarial, pero para verse involucrada en el golpe de Estado del 11 de abril del 2002 al encaramarse como breve presidente un Carmona Estanga, que disolvió los poderes públicos y dilapidó un levantamiento popular que venía de realizar las movilizaciones más grandes de la historia, echando por el precipicio el esfuerzo de un país que enfrentó la autocracia que se asomó prontamente en aquellos tiempos.
Me refiero a que esa Fedecámaras participó en un putscherazo penoso y salpicado de ambiciones y cegueras que culminaron con el raro regreso épico de un Chávez rendido y lloroso en La Orchila. Esa Fedecámaras, negadora del espíritu cívico de un pueblo venezolano que estaba luchando para salir de un autoritarismo, no que se instalara otro, es la expresión de una institución que se convirtió en un sofisticado complot del gorilismo sin destino. Esa Fedecámaras, que le dio la espalda a las masas en las calles para arroparse de militarzuelos sin tropas y con histéricas ambiciones personales, le hizo un grave daño a la lucha democrática porque oxigenó al chavismo, le entregó una narrativa épica, lo «moralizó», le dio ínfulas.
Ahora, 19 años después, un país destrozado se encuentra con otra Fedecámaras errática, con un pragmatismo grosero y ramplón, con una falta de hidalguía, sin pundonor y salpicada de inconsistencias encarnadas en esa triste sombra de un hombre libre llamado Ricardo Cusanno.
¿Para qué le sirvió al país esa imagen de Delcy Rodríguez en una Fedecámaras sin vergüenza? La única explicación se encuentra en la palabra «negocios»; pero negocios para el formato de ese empresariado chino y ruso que parasita en sociedades donde la violación de los derechos humanos es una rutina; «negocios» para el badulaque de los «bodegones”; y «negocios» para desconectarse de los temas que tienen que ver con el plato de comida de millones de venezolanos.
La falta de personalidad de Cusanno en esa triste noche de la visita de Delcy al ente empresarial, llegó al extremo de no decir esta boca es mía ante asuntos como la Ley Antibloqueo y el proyecto de Ley de Zonas Económicas Especiales, que son dos temas cuyo eje radica en la palabra «inversiones privadas» y que ameritan el análisis y el debate razonado de una sociedad que no aguanta más trampas y emboscadas que vengan a significar más empresas que son puras fachadas de la élite en el poder, o emboscadas y puñales que vengan a destruir más todavía los derechos laborales de los trabajadores, o que vengan a saquear en una intensificación del extractivismo más ecocida, como lo hacen los chinos y otras potencias en el Arco Minero.
La reconstrucción económica del país amerita de más hombría ante los responsables del desastre, señor Cusanno.
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