Felices en socialismo, por Ángel R. Lombardi Boscán
A María de la Esperanza
No hay paraíso en la tierra me decía en un Café de París un sabio amable y rudo a la vez, cuyas sentencias y profecías, tienen la extraña tendencia a confirmarse en la realidad. De igual forma señalaba que las revoluciones terminaban bastante mal desarrollando tendencias reaccionarias y personalistas contrarias a toda idea de humanidad redimida. Algo en lo que también se explaya un autor de pensamiento lucido como lo es Ángel Bernardo Viso en “Las Revoluciones Terribles” (1997) al calificarlas como desoladoras y destructoras.
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El socialismo o un sistema político al servicio de la dignidad humana, con todo lo que esto representa en los ámbitos de la libertad, la justicia, el empleo, la familia, la ciudad como hogar compartido, sólo podría encarnarse en países con economías prosperas. Hay más socialismo en Aruba que en Cuba, así como en Francia respecto a Venezuela.
Obviamente el tema en sí es controversial y está sujeto a las miradas parciales y los cautivos intereses. Yo particularmente pienso que toda la propuesta chavista en su formato conceptual representa un fraude intelectual (Marc Saint-Upéry dixit), y que, junto a sus ejecutorias políticas, mediocres y estrafalarias, ha hecho retroceder al país como mínimo cincuenta años.
Uno puede ser feliz dentro de su propia ignorancia y alienación, pero cuando se ve mundo y se comparan las distintas realidades sociales uno empieza a sacar cuentas. En Francia se llevan las manos a la cabeza porque tienen un desempleo de tres millones de ciudadanos sobre una población de sesenta y cinco millones de habitantes, que, de paso, la gran mayoría de esos desempleados se encuentran protegidos por un subsidio estadal.
Aquí en Venezuela el estrato E que representa al 53% de la población, es decir, quince millones de compatriotas, nadan alrededor de una pobreza que hemos asumido, y vaya que tremenda paradoja, como feliz.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ