Feliz, feliz, feliz…, por Marisa Iturriza
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Abres los ojos. El corazón late con su túcutu-túcutu regular. Te levantas. Te sientes bien ¡Del grifo sale agua! También hay electricidad. Que Felicidad. La radio repite «la música venezolana la conozco porque la quiero» en lugar de la quiero porque la conozco, a menos que andes por ahí queriendo lo que sea, aunque no lo conozcas. Momentáneamente retransmite al primer mandatario enfatizando «porque este pueblo tiene quien lo ame, este pueblo tiene quien lo respete, este pueblo tiene quien lo cuide» etc., debido a la inundación de la calle La Línea que ha debido prevenirse anticipadamente. Volvió la señal a la TV, igual las noticias desalentadoras excepto las oficiales.
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Aunque amaneció algo nublado, el día va componiéndose, pero para nuestra afición a lo superlativo «como sea» parece que lo nubla el reporte de que Venezuela ocupa el lugar más bajo en la Percepción de Felicidad en América Latina, posicionándose en el N° 108 dentro del 146 del total mundial de dicha percepción, mientras otra estadística revela que ha disminuido la talla y el peso de los recién nacidos durante el proceso mandante.
Quizás sea cierto, porque con dieciséis años la hija mayor de Olga parece de doce, y con sus nueve años, el hermanito que nunca ha ido a la escuela, luce como de seis, dentro de una familia que no habita en un lugar remoto si no en un barrio cercano a Fuerte Tiuna.
Como el día está precioso y a ratos más, con esa luz que Caracas brinda con frecuencia, esa pequeña felicidad que te brinda la ausencia de dolor o de alguna pena de las que nunca faltan, aprovecha de disfrutar la terraza convertida en mini-selva para saborear una taza (y otra) del buen café cultivado en nuestro país y no el del extraño sabor del hasta hace poco importado y arriba, ese cielo de bello azul cambiante te trae a la memoria Le ciel est, par-dessus le toit/ Si bleu, si calme/ Un arbre, par dessus le toit/ Berce sa palme… (Paul Verlaine) y es el único poema que aprendiste de memoria y eso para recitarlo en un acto escolar con un francés que no vá más allá de Je ne parle pas francais.
Saboreando la última gota de café, te remites a Marco Antonio Muñiz cuando canta Que seas feliz, feliz, feliz, es todo lo que pido… para desearle a todo el mundo un
¡Feliz fin de semana!
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