Féminas…, por Marisa Iturriza
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Ya empezada, intenté oír la entrevista hecha a algún funcionario de esos que no creen que «el tiempo es oro» sino que se extendía recalcando: ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras, venezolanos y venezolanas, profesores y profesoras, funcionarios y funcionarias, etc. como para demostrar el esmerado respeto oral que el oficialismo dedica al género femenino. Como no iba «directo al grano» apagué porque ¡llegó el agua! y —mientras las regaba— le comtenté a las maticas que si se las quieren echar de refinados, por cortesía debían nombrar primero a las damas.
Detalle banal en comparación con el auge de feminicidios a nivel alarmante dentro del reporte cotidiano de delitos. Si en ciertos niveles el respeto al otro no es prioridad, el respeto a la otra menos, tanto a manos de la delincuencia como de la autoridad; que lo diga la jueza a quien pretenden encarcelar de nuevo para que siga pagando el rencor de a quienes les «salió del forro» mandar a ponerla presa porque no les gustó la sentencia que ella alega haber dictado apegada a la ley.
Si a los hombres les va mal a las mujeres les puede ir peor, ya sea cada cual por su lado o en parejas.
Decir «parejas» trae a colación algunas superpoderosas de las que se dice que ambos miembros mandan por igual pero que ellas incluso más. Carlota, cuando fue emperatriz de México, tuvo muy buenas iniciativas hacia los indígenas que no le cayeron bien a la neoligarquía local y, menos mal que solo la expulsaron, y no le pasó lo que a su marido.
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En cambio, dígame ese binomio Macbeth & Lady Macbeth. Ay, no… esos terminaron malísimo tras lo que le hicieron al confiado Duncan y después ella nunca sentía sus manos limpias a pesar de que se la pasaba lavándoselas porque por escasez de agua —como ahora— no era sino que, como dijo Hamlet en otro dramón: «Los actos criminales surgirán a la vista de los hombres aunque los sepulte toda la tierra…».
Menos mal que la historia reseña otro relato, el de una modesta pareja de habitantes de una región dominada por un imperio poderoso, compuesta por una mujer, llamada María, y su esposo, un carpintero llamado José, indisolublemente ligados al concepto de trabajo honesto y del respeto tanto a la mujer como al hombre y a la familia y, por siempre, a la humanidad que aspira avanzar con justicia, paz y libertad, por eso celebremos que se designó un día para honrarlo: 19 de marzo, Día de san José.
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