Final Feliz, por Marisa Iturriza
El pasado domingo 14 de junio, después de mediodía contemplé lo que pensé era la calina más gorda que he visto en mi vida: Una opaca niebla parda posada en el cielo caraqueño. Pero no. Me dijeron que esa se debía a una tormenta de arena desatada en una región africana tan foránea como el coronavirus que nos mantiene en cuarentena; como los barcos que nos traen del lejano oriente la gasolina que no estamos produciendo o los alimentos comunes que ya no elaboramos, harina de maíz de Tlalneplanta, México; “porotos” negros de Tucumán, Argentina; pasta de Turquía, arroz de Guyana, azúcar de Brasil, atún de China, etc.
Luego, aunque dije que era tarde para poner gasolina, me contestaron que el “ejecutivo” afirmó que las estaciones despacharían las 24 horas seguidas ¿Y el trabajador? A las 6.30 pm informaron se acabó. El oficial dijo ¡Circulen! La cola se desmembró. Todos a casa.
No es posible controlar “los molinos de la mente” porque muelen solos. Como parte de su molienda traen a colación a George Floyd, qepd, a quien un policía le apoyó el pie en el cuello hasta causarle la muerte en Maryland, USA, dando origen a miles de protestas ciudadanas incluso a nivel internacional. Curiosamente, el miércoles 24 circula la foto donde una policía aplasta la cabeza de una abogada en Barquisimeto que no se dejó chantajear pagando lo que le requerían por circular en cuarentena con otras personas en el vehículo donde se dirigían a su vivienda y uno se pregunta si ese comportamiento será reprochado con mas que una sanción moral o ¿Será recompensado?
*Lea también: José Gregorio Hernández Cisneros-Beato venezolano, por Rafael A. Sanabria M.
Como los “molinos” esos siguen moliendo, traen a colación la hamletiana discusión votar o no votar en las elecciones venideras, lo cual se mezcla con lo conveniente que sería que la oposición se uniera para ganarlas y tratar de desmentir a Groucho Marx cuando afirma que “La política es el arte de encontrar problemas. Hacer diagnósticos falsos y aplicar los remedios equivocados”.
Pero, en medio de cuarentena, apagones, agua que corre por la calle en lugar de salir por las tuberías, calina, dólares suplantando al bolívar, restricciones a montón, de repente brillan unas luces intensas, y tal como se acostumbra en las películas americanas usuales, para terminar, el final feliz:
Rafael Cadenas figura entre los poetas nominados al Premio Nobel.
José Gregorio Hernández Beatificado.
AMÉN