Fracasa dos, por Teodoro Petkoff
Según las cuentas del Presidente, convalidadas por «el mejor Tribunal Supremo del mundo», que hasta una ñapa de seis meses le dio a su periodo (¡Qué tiempos aquellos!, ¡ah Hugo!, cuando el TSJ te servía de alfombra), su gobierno acaba de cumplir dos años. ¿Cuál es el balance? En lo político, después de una obertura triunfal, el gobierno entró en caída libre. La conducta de carrito chocón ha mantenido un clima permanente de conflictividad y tensión. Olvidando lo que aconsejaba el general Gómez en el sentido de que el gobierno no debe buscar pleito, Chávez ha cazado peleas prácticamente con todos los sectores del país. El resultado ha sido una reducción sensible del apoyo popular, la pérdida del control monopólico de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo. Política e institucionalmente el gobierno ha perdido fuerza y la nación se encuentra dividida y confrontada internamente de un modo negativo y dañino. Dirá el fundamentalismo talibán, para justificarse, que así son las revoluciones y que los cambios sociales siempre generan tensión y enfrentamientos. Cierto, pero lo peor de todo es que en este país no ha habido ningún cambio social; aquí no sólo no ha habido ninguna revolución sino que ni siquiera se ha producido alguna reforma significativa, algo que valga la pena recordar. Todo ha sido ruido de barriles vacios, discursos agresivos, fantasmagoría «revolucionaria». El país se encuentra dividido y enfrentado en nombre de nada. El gran fracaso político de Chávez es que su famosa «revolución» no ha pasado de ser un ejercicio de charlatanería.
Esto sería perdonable, sin embargo, si la cháchara épica hubiera estado acompañada de un gobierno relativamente eficiente, que resuelve problemas y hace cosas. Pero ha sido todo lo contrario. En el plano social la situación de los más pobres jamás ha sido peor. Los programas sociales y asistenciales que heredó Chávez de la Cuarta República han sido desmantelados. Nada compensa la pobreza atroz y para añadir insulto al agravio el FUS, transformado primero en una cueva de ladrones, hoy ni siquiera se sabe si existe o no, hasta tal punto que el gobierno ya ni siquiera finge que mantiene programas sociales.
El desempeño económico y fiscal ha sido caótico. Las finanzas públicas son un relajo y, para hacer todo peor, están marcadas por graves acusaciones de corrupción, terreno en el cual las banderas moralizantes del 4F andan por el piso. El cuatrienio de Chávez (99-02) ha sido el peor del último medio siglo: una caída de 12% en el PIB. Eso lo dice todo. Con el agravante de que habrán sido cuatro años de muy buenos precios petroleros. Por primera vez en nuestra historia, los precios del crudo están arriba y la economía anda por el sótano.
Chávez no ha podido con la carga. Tiene sumido al país en una crisis política que no cesa sino que se ahonda y su única opción para estabilizar relativamente su gobierno, que sería la de un diálogo serio con sus adversarios, la ha transformado en una mamarrachada mediática y efectista, más para consumo exterior que para la búsqueda de un clima interno menos asfixiante. Fracaso es el nombre del juego.