Frases de papá, por Marcial Fonseca
Al despertar, recordó el sueño, y que en verdad estaba haciéndose muy recurrente; y creía que iba camino a convertirse en pesadilla. Lo cierto es que antes de dormir le gustaba leer sobre la vida de famosos del mundo del espectáculo, y constantemente encontraba la manida frase «Mi padre solía decir…» y a continuación venía un aforismo de mucha profundidad y que claramente era algo para sentirse orgulloso y esparcir la sentencia a los cuatro vientos; pero en el sueño su progenitor no profería nada que mereciera la pena recordar.
Esto lo tenia pensativo; sobre todo porque cuando joven, todas las noches después de la cena, se sentaban ambos en el corredor a conversar de cualquier tópico que surgiera. Podrían hablar de los Gloriosos Cardenales de Lara o sobre los argumentos que estaba usando para convencer a la esposa para que dejara de ser fanática de los navegantes, también conocidas con el pavoso nombre de Magallanes; y a pesar de que las tertulias eran diarias, ni había convencido a su esposa ni había recordado nada para la posteridad ni para los nietos de parte de su padre.
El desayuno fue frugal, luego tomó el carro, llegó a la estación del metro y se bajó en la plaza Venezuela para ir a la oficina. Entró en el imponente edificio, y en el ascensor buscó con la vista a algún conocido y si conseguía a un amigo, lo saludaría y esto equivaldría a como si saludara a todos los presentes.
Si no reconocía a nadie, actuaba como un cualquiera; esto es, comentaría «Qué bonito día», y si no lo era, «El cielo está encapotado»; y siempre alguien contestaría «Me lo va decir a mí que lo siento en mis rodillas»; «Mire, las mías ya no me dejan caminar del dolor, tendré que visitar a mi médico otra vez», añadiría otro.
La conversación continuaba hasta que llegaba a su piso; ya en la recepción saludaba a la secretaria y luego vendrían las efusiones por la victoria de su equipo de beisbol, y en caso contrario, diría «Hoy tendremos un día nublado», a lo que ella respondería, «La verdad es que Caracas tiene un tiempo loco, nadie lo puede pronosticar».
La jornada fue tranquila, apenas una sola reunión y ya a las 5 p. m. iba camino a casa. A las 5:40 estaba entrando nuevamente al ascensor. Se encontró con dos vecinos y uno de ellos comentó «Parece que la noche va a ser fresca», «Ojalá, porque anoche fue un infierno», dijo el otro.
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Sacó la llave, entró a la vivienda, saludó a la esposa, se dirigió al baño. Luego de acicalarse pasó al comedor. Finalizada la cena, se retiró a su biblioteca, leyó algo, y pasada media hora se dedicó a pensar en las frases paternales; transcurrido apenas un minuto se le iluminó la cara; y sí, su papá era autor no de una sino de dos frases que bien merecían ser recordadas por todos. Con la cabeza ligeramente levantada, los dedos de las manos tocándose y apuntando hacia arriba y muy orgulloso, recordó la primera: «Hay gente tan bruta que camina hacia adelante porque tiene rótula», y la segunda, «Hijo, si el tiempo se regularizara, ¿de qué hablarían los estúpidos?»
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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