Fraude colosal en Venezuela, por Javier Conde
Maduro se reelige sin contar con data estadística que sustente los votos que le concede el Consejo Nacional Electoral. Gobiernos democráticos del mundo piden información transparente y verificable y tiemblan los “cerros populares” de las ciudades con cacerolazos
X: @jconde64
Al mediodía del 29 de julio en Caracas, doce horas después del anuncio del presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, que concedió la victoria en las elecciones venezolanas del domingo al candidato a la reelección Nicolás Maduro, no hay una base de datos de los resultados publicada por el organismo electoral que permita verificar en cada una de las 30.026 mesas cómo se desarrolló la votación y el respectivo escrutinio.
La información anunciada por Amoroso -un declarado miembro del partido socialista en el poder- que da 5.150.092 votos a Maduro y 4.445.978 votos a Edmundo González Urrutia, el candidato presidencial de la unidad opositora, es un resultado insostenible e inauditable. Es decir, ¿de dónde salieron esas cifras? ¿cuál es su soporte? ¿basta la palabra de Amoroso para darle autenticidad a una jornada electoral en la que participaron más de diez millones de electores con muy visibles manifestaciones en los centros de votación de apoyar en su mayoría el cambio político?
Durante años, el gobierno de Maduro ha sostenido que el sistema electoral automatizado venezolano «es el más confiable del mundo» pero en el veredicto de una elección crucial para la superación de la profunda crisis política y social del país sudamericano, no hay ni un solo dato verificable.
Lo registrado en actas que se desconocen fue sustituido por la palabra del presidente del organismo. ¿En qué país se aceptaría semejante desenlace en la noche electoral? Solo en uno, como Venezuela, donde hay un poder autocrático dueño de todas las instituciones y, en particular, del Consejo Nacional Electoral.
Algo tan inaudito e inimaginable solo puede llamarse fraude. Un fraude colosal que pretende revertir una derrota por avalancha en una victoria corta pero suficiente que le dará a Maduro seis años más en el poder, en un país destruido, que ha padecido hambre por años, un éxodo nunca visto en su historia que ha arrojado fuera de sus fronteras a más de ocho millones de ciudadanos y la más feroz persecución política contra activistas y dirigentes políticos y sociales.
La mayoría de las encuestas serias reconocidas en Venezuela daban como claro ganador a Edmundo González Urrutia con una media de intención de voto favorable superior a los 20 puntos. ¿Pudieron equivocarse de una manera tan desproporcionada todas ellas?
La masiva concurrencia a las urnas desde las primeras horas del domingo –hubo registro de que muchos votantes aguardaron a las puertas de los centros de votación desde el sábado en la noche– ¿fue para ratificar a un gobierno que ha puesto a Venezuela a la cabeza de las listas mundiales de inflación y de pobreza? Un pensionado por la seguridad social recibe como compensación mensual 3,56 dólares.
Hay suficiente data visual que circuló por las redes sociales durante el domingo que da cuenta de los cánticos en centros de votación: «este gobierno va a caer». Ciertamente no cayó, porque Maduro y su círculo jugaron la peor de las cartas que ha sido desconocer la voluntad popular.
La pregunta lógica es si hay registro de esa voluntad popular. Antes, el gobierno tendría que probar que ganó de manera transparente la elección, que es lo que le están exigiendo la mayoría de gobiernos democráticos del mundo, incluyendo la cancillería de España. La líder de la oposición democrática, María Corina Machado, aseguró la noche del domingo, que estaban en posesión del 40% de las actas del escrutinio electoral, que se correspondían con el 100% de las actas transmitidas, antes de que el CNE interrumpiera el sistema de transmisión y poco después anunciara la victoria de Maduro.
Ese 40% de actas en poder de Machado y sus aliados ofrecen una proporción de votos favorable a Edmundo González de 70 a 30. ¿Es posible pensar que en el 60% de actas no transmitidas, y por tanto desconocidas, los electores pudieran votar en un sentido totalmente contrario? Sería un fenómeno estadístico incomprensible y nunca visto.
La tendencia de las actas en poder de la oposición democrática coincide como anillo al dedo con los exitpolls (sondeos a boca de urna) realizados por la firma Edison Research, que efectuó 8.000 entrevistas en 100 locaciones electorales estratégicamente seleccionadas durante la jornada del domingo que arrojaron sistemáticamente una ventaja muy amplia a favor de González Urrutia de 64% y tan solo 31% para Nicolás Maduro. Por eso es un fraude colosal, llevado adelante por la fuerza y sin ninguna data auditable o en vías de ser auditaba.
La FM, una cadena de radio colombiana de contenido generalista, entrevistó al vicepresidente ejecutivo de Edison Research, Rob Farbman, ratificó que la información recogida por su firma a la salida de los centros de votación mostraba una «victoria arrolladora» por parte de González Urrutia y que los resultados anunciados solo indicaban «mucho fraude» para llegar a esas cifras.
Edison Research es una firma de prestigio internacional que opera en otros países y en varios estados de Estados Unidos. La muestra usada en Venezuela es exactamente igual a la aplicada en otros procesos para adelantar quién gana o quién pierde que también ha sido utilizada para empresas como CNN, NBC y CBS. Farbman explicó a la radio colombiana que la encuesta en Venezuela mostró que la distancia nunca era menor a 30 puntos en los distintos segmentos sociales, lo que les indicaba que no había «ninguna duda» sobre cuál iba a ser el resultado electoral. Farbman afirmó que los errores en encuestas pueden ser de algunos puntos pero nunca de decenas como en el caso de la elección venezolana del 28 de julio.
La muy previsible adulteración del resultado electoral es la conclusión de un proceso electoral desarrollado en Venezuela desde marzo pasado que ha implicado para la oposición la superación de todo tipo de trabas y trampas, como la inhabilitación y bloqueo de candidatos, el secuestro jurídico de las tarjetas de votación de partidos adversos a Maduro, la detención de centenares de dirigentes y todo tipo de ventajismo en el uso de recursos estatales y medios de comunicación públicos en favor de la candidatura de Maduro.
Pero además de la presentación de una insostenible victoria de Maduro, el gobierno ha responsabilizado a la propia oposición de un boicot electoral que impidió temporalmente la transmisión de las actas de votación y comisionó a su diligente Fiscal General, Tarek Willian Saab, para iniciar una «investigación» en la cual ya se implicó a Lester Toledo, quien reside en Macedonia, a Leopoldo López, residente en Madrid, y a María Corina Machado, a quien acusa además de «incitación al odio» por haber desconocido la victoria de Maduro.
Machado ya respondió la noche del domingo contra esa maniobra oficialista con una expresión del juego de dominó: «juego ganado no se tranca».
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Tensa situación en Venezuela que atrae la mirada del mundo democrático con activa participación de los gobiernos de Estados Unidos, Brasil y Chile, en particular, y que mantiene en vilo a la población que pasó de celebrar de manera espontánea la noche del domingo en numerosas zonas populares a organizar estruendosos cacerolazos en todo el país.
Publicado originalmente en El Progreso (Lugo, Galicia)
Javier Conde es periodista hispano venezolano
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