Frustraciones, por Marisa Iturriza
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Hay que ver la frustración que se instala cuando un aparato eléctrico se te echa a perder y los otros artefactos aprovechan de contagiarse también. Debido a nuestra situación local mundialmente reportada, mucha gente competente ha emigrado del país y escasean técnicos hasta para reparaciones domésticas sencillas. Por eso, cuando se estropeó la nevera (tan noble la pobre) y también el hornito eléctrico, vino a repararlos un tal Sr. Luis para que –tras pago en $ «imperialistas»– volvieran a echarse a perder a horas apenas tras la reparación e inmediata desaparición del susodicho, resultando imposible localizarlo para reclamar la estafa quizás hasta disculpable, porque hace tiempo desaparecieron la escuela técnica industrial y el INCE que capacitaban personal tan competente como necesario.
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Para distraer un poco la frustra, porque no todo ha de ser rigor, por televisión contemplamos los perfectos desfiles de miles de militares del inmenso ejército ruso actual, marchando impecablemente en Moscú el Día de la Victoria en conmemoración del final de la II Guerra Mundial, iniciada cuando a Hitler de repente se le ocurrió –exitosamente para él – invadir y apoderarse de Polonia con consecuencias que no deben olvidarse.
Frustraciones locales diariamente tenemos muchas. Por eso comprendo que, a pesar de todo, mi frustración electrodoméstica es igual a cero en comparación con la Frustración XL que quizás tenga quien –hace más de un año– de repente ordenó la invasión rusa a Ucrania, sin calcular que –como dice el refrán– es un hueso muy duro de roer…
¿Para qué poetas en tiempos de penuria? (Friedrich Hôlderlin)
Pues para ver qué se puede hacer con ella (Rafael Cadenas)
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