¡Fuego en el 23!, por Tulio Ramírez
A menos de dos días de la célebre fecha, colocar un título como este podría ser muy riesgoso. Cualquier insensato escribidor de bolserías como yo, podría parar en La Tumba, El Helicoide, Ramo Verde, Puente Ayala o cualquiera de esos resorts 5 estrellas con los que se promueve el turismo en el país.
Es que la epidermis de los próceres de la revolución es tan delicada que cualquier expresión oral o escrita a través de los medios de comunicación que se considere “peligrosa”, inmediatamente es sancionada por el órgano encargado de olfatear a los disidentes que hacen vida en las catatumbas de las ondas hertzianas, cable o internet.
Como si fuésemos protagonistas de la saga de Therminator, todos los venezolanos que no siguen las enseñanzas del Comandante Galáctico, nos hemos convertido en una suerte de John Connors, que atenta contra la supervivencia de una sociedad dominada por una tendencia política encumbrada en el poder en 1998, gracias a los votos de los propios venezolanos. Después dicen que las películas no son premonitorias del futuro.
Con este título podrían fácilmente argumentar que estoy incitando a una revuelta para esa fecha emblemática. Me los imagino sacando sus cuentas en la Sala Situacional. Veo a un experto en análisis de contenido interpretando cada una de las palabras.
“Fuego es sinónimo de candela, y la candela es sinónimo de que algo olerá a quemado, y algo que huele a quemado es algo que se está quemando y además se va a convertir en cenizas, y si se convierte en cenizas se acaba, o sea sabotaje”.
El otro, experto en politología, complementará el análisis con: “lo del 23 pareciera un código encriptado solo entendible por sus cómplices. Mi hipótesis es que se refiere a los Bloques del 23 de Enero”. “Muy atinado Doctor, ¿pero a cuál de los Bloques?”, pregunta el analista de contenido sacándose la pipa de la boca para poder masticar bien el chicle. “La verdad no lo sé, habrá que torturar al articulista para que lo diga”, le responde el politólogo con doctorado en la Aldea Universitaria de Guardatinajas.
¡Disculpen pero de anteojito se trata del día 23 de enero!, exclamó el que sirve los café mientras sin levantar la vista, coleteaba uno que se derramó. “Por supuesto, una vez más hemos dado en el clavo”, corearon los expertos, “avisemos a los que van a morir por la revolución para que nos defiendan”.
Para tranquilidad de ustedes mis queridos lectores, mi intención no es enviar mensajes subliminales a nadie, ni mucho menos alebrestar unos ánimos, que ya están suficientemente alebrestados. Lo que pretendía era escribir sobre la canción escrita por el cubano Arsenio Rodríguez. Mi único interés es hacer referencia a la historia de esa conocida composición para informar a las nuevas generaciones de salseros. Voy de cuento
Estando el compositor en Nueva York para hacerse una operación de la vista, hubo un incendio en su departamento ubicado en el quinto piso del edificio 23 Este, en la calle 110, entre Madison y la Quinta Avenida. Entre tanta gente alguien gritó ¡Hay fuego en el 23 de la calle 110! Fue entonces cuando nació este tema en ritmo de «Son» grabado en 1957 y posteriormente popularizado por La Sonora Ponceña. Je je