Fútbol femenino: cada hito trae consigo un nuevo frente de lucha, por Gustavo Franco
Si bien el fútbol femenino se ha labrado espacios en los medios de comunicación, y ha conseguido de forma progresiva más audiencia, también es cierto que muchas veces cada victoria trae consigo un nuevo campo de batalla. Es el caso del Campeonato Nacional de Liga del fútbol femenino en España.
Aunque se ha celebrado en febrero de este año la firma de un convenio en el que se estipulan condiciones mínimas de pago, destacadas jugadoras de esta liga han divulgado el pasado viernes una comunicación en la que transmiten su disconformidad por una normativa relacionada a los traspasos. Ella estipula que las jugadoras que tengan 23 años o menos deben pagar entre 250.000 y 500.000 euros por derechos formativos si quieren abandonar el club que las ha formado.
El traspaso más elevado en la historia del fútbol femenino de España fue de 50.000 euros cuando Mapi León cambio el Atlético de Madrid por el Fútbol Club Barcelona. Además, la subida del salario mínimo a 16.000 euros anuales benefició al 40% de las jugadoras, cosa que no hace más que resaltar esta incapacidad que tienen las futbolistas de pagar esta tasa de derechos formativos (que usualmente se encarga de pagar el club interesado en adquirir los servicios de la jugadora).
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El gran problema para las jugadoras viene del hecho de que uno puede asumir que ningún club pagará esas tasas por derechos formativos, pese a que es una práctica habitual en el fútbol masculino. La razón de que esto sucede con frecuencia en el fútbol masculino es que esta tasa, aunque puede llegar a ser elevada, es una fracción pequeña del costo del traspaso.
Y en el caso del fútbol femenino, éste pago por derechos formativos debe ser abonado incluso si la jugadora acaba contrato y se marcha a otro equipo de la Liga de España. Lo que hace que la fortaleza negociadora de las jugadoras para irse a un equipo de la misma liga disminuya. Sí podrán irse a un equipo extranjero sin pagar esa tasa. Esto trae consigo la posibilidad de una fuga de talentos, y que la Liga Femenina de España en vez de verse fortalecida, pierda competitividad. Lo cual es justamente lo que esta competición había logrado fortalecer en recientes temporadas, siendo capaz de atraer además talento prometedor de otros países (por ejemplo, la venezolana Deyna Castellanos juega en el Atlético de Madrid).
Que La Liga pierda a sus mejores jugadoras hará que su capacidad de atraer futbolistas de otros países se vea disminuida, trayendo consigo pérdida de competitividad. La consecuencia es que no se podrá pedir todo lo que se podría en contratos televisivos y patrocinios.
Mientras que la industria en torno al fútbol masculino es madura, la del fútbol femenino es la que ofrece crecimiento. Esto trae consigo más oportunidades, siempre y cuando se invierta en su promoción.
Es aquí donde la lógica de “si el fútbol femenino tuviese las mismas audiencias y el mismo nivel que el masculino, podría haber igualdad económica” se cae. Los niveles de profesionalización y promoción en ambos deportes tienen diferencias de órdenes de magnitud.
Es por eso que la mejor jugadora del mundo, la noruega Ada Hegerberg, decidió no ir al mundial de fútbol que se celebró en Francia el pasado año 2019. Y eso que Hegerberg juega en un club de ese país (Olympique de Lyon). Noruega, pese a que paga los mismos salarios a hombres y mujeres, no tiene el mismo nivel de profesionalización y promoción para el fútbol de hombres y mujeres. Ésa fue la crítica de la mejor jugadora del mundo hacia la federación de su país, y por ello no jugó el mundial ganado por Estados Unidos.
Al final, es una cuestión de pragmatismo. El fútbol femenino va a crecer, mientras que el masculino es un negocio rentable, pero maduro. La gran oportunidad está en el balompié que juegan ellas. A los grandes actores y reguladores del deporte les conviene mucho impulsarlo. Con la pandemia del covid-19 de telón de fondo y la consecuente crisis económica que ya se siente, el escenario es incierto.
Con más personas haciendo la labor de aislarse, poder ver fútbol sin duda es algo que se agradece. Es allí donde se vislumbra una oportunidad.