Gabriel Boric y la izquierda floja, por Luis Ernesto Aparicio M.

Twitter: @aparicioluis
No hace mucho, el 22 de septiembre para ser exacto, Gabriel Boric volvió a sobresalir entre tantos «líderes» que se dicen de izquierda. En un evento en la Universidad de Columbia llamado El Foro de Líderes del Mundo, el joven presidente puso el dedo en la herida profunda que lleva el proceso o los procesos de las izquierdas en el mundo, en Latinoamérica, que es el caso que ocupa a esta opinión.
En su discurso, Boric se refería al doble «rasero» respecto a la situación de algunas «izquierdas» y los derechos humanos. Agregando que le molestaba mucho que siendo de izquierda se pueda condenar la violación de estos en algunos países y nombraba a Yemen o El Salvador, pero no se pueda hacer lo mismo con Venezuela, Nicaragua o Chile. Fue un momento verdaderamente delicado para los puristas de izquierda y para los que se encuentran disfrazados de esa ideología que les facilita ocultar sus verdaderos propósitos, a la vista de todo el mundo, como lo hacen Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
Lo cierto es que Gabriel Boric, tiene mucha razón en su reclamo. Son muchos los líderes de la izquierda latinoamericana, muchos seguidores e intelectuales que la integran, que mantienen una resistencia (muy cómplice) para no condenar con toda la fuerza de su representación, lo que individuos como los anteriormente mencionados y otros más, hacen con los derechos humanos en sus países. Incluso, pese a que existen extensos informes levantados por organizaciones internacionales, como es el caso de Venezuela y la relación con las confirmadas y continuadas violaciones de los derechos humanos por parte de Nicolás Maduro, socios y sus organismos de seguridad del Estado.
La respuesta es la de siempre: el silencio de la izquierda latinoamericana en la condena de las atrocidades cometidas por los actuales líderes y por los líderes históricos de estos regímenes, como es el caso de Hugo Chávez y Fidel Castro. Ellas continúan en un estado de vergüenza para aquellos que se dicen llamar de izquierda y que solo se dedican a condenar la violación de los derechos humanos en otras latitudes, como bien lo ha denunciado Gabriel Boric, y no la de estos individuos contribuyentes con la miseria de sus respectivos países.
Muchos de los aglutinados en las izquierdas se olvidan de que el autoritarismo no tiene una patente ideológica que hay que respectar como algo sagrado.
Los autoritarismos de izquierda y de derecha deben recibir la misma condena por parte de todos los líderes y dirigentes de la región y del globo terráqueo. De alguna manera, como Boric, hay que vencer la oscura tradición bilateral de la «tolerancia» y llamar las cosas por su nombre. Los crímenes no deberían llevar la marca de izquierda ni de derecha, son violaciones del derecho humano e igual hay que condenarlos y denunciarlos por lo que son; por la sencilla razón de que estos derechos son universales.
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Pero si se es de derecha o de esa nueva tendencia mundial que es la ultraderecha, tampoco es diferente porque en este lado existe ese doble estándar. Se carga ambos sitios por igual. Se derrama mucha tinta y discurso para condenar las violaciones (lo que no deja de ser positivo) en países que se esconden en la izquierda, pero no se hace lo mismo con aquellos que se esconden en la derecha.
En Latinoamérica, más allá de líderes y dirigentes políticos, lo que existe es una especie de club de «malabaristas» cuya retórica tienen el papel de justificar las autocracias existentes en estos gobiernos aliados. Basta con volver a recordar algunas palabras de presidentes como Andrés Manuel López Obrador (México) cuando, por la represión de las protestas en Cuba, dijo «celebrar» por «su lucha en defensa de su soberanía»; mientras que Luis Arce (Bolivia) felicitaba a Daniel Ortega por los «42 años de dignidad y lucha», justo en el momento que Ortega forzaba al exilio o detenía a los líderes de oposición de ese país.
Es verdad que, en los últimos días, la unidad de la izquierda se ha venido tambaleando y que esos países (México y Argentina) retiraron a sus embajadores de Nicaragua por las detenciones de los políticos (2021) y que Argentina decidió apoyar el informe que sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela ha elaborado la Comisión perteneciente a la Organización de Naciones Unidas. Pero ciertos discursos y el hacerse la vista gorda ante las barbaridades que se documentan en Venezuela (Argentina da un paso atrás con respecto a su anterior posición), han socavado las primeras acciones.
Es deber de todo gobierno, sea de izquierda o de derecha, pero en este caso me refiero a esa izquierda que hace malabares en una especie de cuerda floja y que no se anima a voltear para el lado más oscuros de los gobiernos que se dicen de la misma ideología para condenarlos firmemente. Todos están en la obligación política e histórica de cumplir con esa tarea y encontrar los caminos diplomáticos que permitan recuperar los derechos democráticos en todos los países de nuestra región.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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